Desde el puente colgante que lo atraviesa, el río Azul es un camino manso que arrastra el agua de las altas cumbres. A la izquierda, el perfil del cerro Currumahuida dibuja el límite oriental del valle. A la derecha está la cordillera andina y no muy lejos, la frontera con Chile. Abajo, en la orilla, los chicos mojan los pies y sus risas se pierden entre las laderas de las montañas.
La naturaleza no se ahorró nada en Lago Puelo, al noroeste de Chubut, casi pegado a Río Negro. Esta villa cordillerana alterna sus días entre la producción de frutos finos y el creciente turismo, atraído por la variedad de actividades que ofrece. Su posición geográfica, al oeste de la Comarca Andina del Paralelo 42°, la ubica a las puertas de la selva valdiviana, con especies únicas, verdes intensos y parajes apenas alterados por la mano del hombre. Si bien la villa brinda opciones recreativas todo el año, la primavera y el verano marcan el protagonismo de los paseos a pie, cabalgatas y actividades deportivas que tienen al lago como escenario.
Sabores artesanales
Los alojamientos son muy variados, en un rango que va desde camping (agreste u organizado, en el Parque Nacional Lago Puelo) hasta hosterías y cabañas. Lo mismo vale para los paseos: hay sencillos y familiares (como travesías en carruaje y chacras de agroturismo) y con más dificultad, como circuitos de escalada en roca de granito o sobre las laderas del cerro Currumahuida.
Todo parece caber en esta zona, que también se jacta de la actividad de sus artesanos y productores: desde vitrales y tejidos hasta chocolate y cervezas, sin descuidar una gastronomía típica que incluye repostería con frutos cordilleranos y ahumados de ciervo, trucha y jabalí. Al norte del pequeño casco urbano, la pasarela sobre el río Azul es el punto de encuentro para distintas excursiones a pie. A menos de una hora se encuentra, por ejemplo, el mirador orientado hacia los saltos rocosos del río Blanco. Hay paseos más largos, como el que lleva a través del bosque rumbo a la laguna Huemul.
Lejos de cualquier ruido, se escucha el discurrir de los arroyos y el susurro entre las copas siempre verdes de los coihues. Casi al final del recorrido, el filo del cerro deja apreciar una hermosa panorámica de la villa.
Paseos y excursiones
Tras otros quince minutos de caminata, se llega a la laguna. Solitaria, sin ríos ni arroyos, se alimenta de las nieves del invierno y tiene por única compañía los cerros y los bosques de lengas y ñires que la rodean. En otoño, el contraste entre el anaranjado de los árboles y el verde del agua hace de éste uno de los paisajes más encantadores de la región. Aquí es donde se almuerza antes de volver. También se puede acampar, pero -atención- no está permitido encender fuego.
Cuatro kilómetros de ripio separan la villa de la entrada al Parque Nacional. Muchos turistas que paran en la localidad visitan la zona más de una vez. Por acá, cerca de los campings, se encuentra "la playita", una suerte de balneario sobre la orilla, ideal para hacer picnic. En el parque se ofrecen travesías en bicicleta por el bosque, paseos en carruaje y recorridos en lancha por el lago.
Quienes desean un viaje corto pueden optar por el paseo costero, que bordea la margen oeste del Puelo. Dura poco menos de una hora y cuesta 40 pesos. Un paseo más largo desde un muelle incluye una caminata de media hora por senderos entre la selva valdiviana, muy cerca del límite con Chile.
Bajo el techo que forma la vegetación, el musgo se extiende por las rocas y el suelo húmedo. En la zona crecen ulmos, que esperan hasta fines del verano para vestir su copa de flores blancas. La excursión de tres horas tiene una tarifa de 120 pesos; sin la caminata, se cobra 100 pesos.
Dicen los lugareños que el lago Puelo es ideal para que experimentados y principiantes puedan practicar buceo. El bautismo tiene un valor de 80 pesos. También se contratan salidas de pesca y paseos en kayak con guía.
La premisa es la misma: ya sea en bote, en vehículo o a pie, todo vale para explorar los secretos de este hermoso rincón de la comarca andina, un sitio perfecto para ir al encuentro de esa paz que allí florece naturalmente.
La naturaleza no se ahorró nada en Lago Puelo, al noroeste de Chubut, casi pegado a Río Negro. Esta villa cordillerana alterna sus días entre la producción de frutos finos y el creciente turismo, atraído por la variedad de actividades que ofrece. Su posición geográfica, al oeste de la Comarca Andina del Paralelo 42°, la ubica a las puertas de la selva valdiviana, con especies únicas, verdes intensos y parajes apenas alterados por la mano del hombre. Si bien la villa brinda opciones recreativas todo el año, la primavera y el verano marcan el protagonismo de los paseos a pie, cabalgatas y actividades deportivas que tienen al lago como escenario.
Sabores artesanales
Los alojamientos son muy variados, en un rango que va desde camping (agreste u organizado, en el Parque Nacional Lago Puelo) hasta hosterías y cabañas. Lo mismo vale para los paseos: hay sencillos y familiares (como travesías en carruaje y chacras de agroturismo) y con más dificultad, como circuitos de escalada en roca de granito o sobre las laderas del cerro Currumahuida.
Todo parece caber en esta zona, que también se jacta de la actividad de sus artesanos y productores: desde vitrales y tejidos hasta chocolate y cervezas, sin descuidar una gastronomía típica que incluye repostería con frutos cordilleranos y ahumados de ciervo, trucha y jabalí. Al norte del pequeño casco urbano, la pasarela sobre el río Azul es el punto de encuentro para distintas excursiones a pie. A menos de una hora se encuentra, por ejemplo, el mirador orientado hacia los saltos rocosos del río Blanco. Hay paseos más largos, como el que lleva a través del bosque rumbo a la laguna Huemul.
Lejos de cualquier ruido, se escucha el discurrir de los arroyos y el susurro entre las copas siempre verdes de los coihues. Casi al final del recorrido, el filo del cerro deja apreciar una hermosa panorámica de la villa.
Paseos y excursiones
Tras otros quince minutos de caminata, se llega a la laguna. Solitaria, sin ríos ni arroyos, se alimenta de las nieves del invierno y tiene por única compañía los cerros y los bosques de lengas y ñires que la rodean. En otoño, el contraste entre el anaranjado de los árboles y el verde del agua hace de éste uno de los paisajes más encantadores de la región. Aquí es donde se almuerza antes de volver. También se puede acampar, pero -atención- no está permitido encender fuego.
Cuatro kilómetros de ripio separan la villa de la entrada al Parque Nacional. Muchos turistas que paran en la localidad visitan la zona más de una vez. Por acá, cerca de los campings, se encuentra "la playita", una suerte de balneario sobre la orilla, ideal para hacer picnic. En el parque se ofrecen travesías en bicicleta por el bosque, paseos en carruaje y recorridos en lancha por el lago.
Quienes desean un viaje corto pueden optar por el paseo costero, que bordea la margen oeste del Puelo. Dura poco menos de una hora y cuesta 40 pesos. Un paseo más largo desde un muelle incluye una caminata de media hora por senderos entre la selva valdiviana, muy cerca del límite con Chile.
Bajo el techo que forma la vegetación, el musgo se extiende por las rocas y el suelo húmedo. En la zona crecen ulmos, que esperan hasta fines del verano para vestir su copa de flores blancas. La excursión de tres horas tiene una tarifa de 120 pesos; sin la caminata, se cobra 100 pesos.
Dicen los lugareños que el lago Puelo es ideal para que experimentados y principiantes puedan practicar buceo. El bautismo tiene un valor de 80 pesos. También se contratan salidas de pesca y paseos en kayak con guía.
La premisa es la misma: ya sea en bote, en vehículo o a pie, todo vale para explorar los secretos de este hermoso rincón de la comarca andina, un sitio perfecto para ir al encuentro de esa paz que allí florece naturalmente.