Selva, playas, lagos, volcanes, ecoturismo, ruinas mayas, aventura, shoppings... y todo en 20.792 km2, una superficie menor a la de la provincia de Tucumán. Así se podría resumir una de las grandes fortalezas turísticas de El Salvador, en Centroamérica: aquí, la mayoría de los destinos turísticos está a menos de dos horas de viaje de la capital, San Salvador, y la amplia variedad de propuestas turísticas satisface prácticamente todas las expectativas.
Sabores y aventuras
La capital salvadoreña tiene poco más de dos millones de habitantes y un estilo bien americano -grandes malls de compras, locales de fast food a cada paso-. Está en medio del "Valle de las Hamacas", así conocido por los movimientos de tierra que sacudieron la ciudad desde su fundación, en 1525, razón por la cual su arquitectura colonial es escasa. El mercado de artesanías de la ciudad se encuentra en un predio que supo ser cuartel militar. En el mercado se encuentran bellísimas máscaras talladas en madera, provenientes de la zona de Ahuachapán; cerámicas utilitarias de las comunidades lencas de Cacaopera o Guatajiagua; y bolsos y carteras tejidos con fibra de agave, con botones de semillas de un típico árbol local, el copinol. Pero muchas buenas artesanías provienen de la que es conocida en El Salvador como "la ciudad artesanal": La Palma.
Desde el centro histórico de la capital se ve la silueta del volcán Quezaltepec, uno de los 25 que elevan sus lomos en el país más pequeño de América Central. En la zona del volcán hay una ruta gastronómica que combina naturaleza, parajes de altura y estancias, con lugares sugestivos y que invitan a la tranquilidad como Café Miranda o Hacienda Cajamarca, que ofrecen paseos turísticos completos.
En muchas de estas estancias se aprecia el legado de la caficultura, ya que muchas de ellas aún conservan sus cultivos y sus selectos procesos de obtención del café. El centro se puede resumir en el Teatro Nacional, el Palacio Nacional y la Catedral Metropolitana, con un bello mural del artista Fernando Llort y, en el subsuelo, los restos de monseñor Oscar Arnulfo Romero, el famoso arzobispo asesinado en plena misa en 1980, cuando el país comenzaba a desbarrancarse hacia una cruenta guerra civil. Pero llegó la paz y, en los últimos años, los turistas, muchos de los cuales arriban en busca de aventuras. Así va, poco a poco, ganando adeptos el parapente, que se practica sobre todo en la zona de Entre Pinos, en Chalatenango, donde el cerro El Pital, de 2.700 metros sobre el nivel del mar, oficia de perfecta plataforma de lanzamiento. También hay kayaks en la bahía de Jiquilisco, rafting en los rápidos de los ríos que bajan de las montañas, como el Paz, el Lempa y el Guajoyo, o canopy en Apaneca, Ahuachapan. Cabalgatas, trekking y mountain bike son otras actividades cada vez más comunes en el país.
Por el mundo maya
Hasta El Salvador llega la frontera Sur de lo que fue el imperio maya, que se extendió por el sur de México, Guatemala y parte de Honduras. A 32 km de San Salvador, en el Valle de Zapotitán, vale la pena llegarse hasta San Andrés, que fue un sitio comercial, ceremonial y político maya que, se cree, en épocas precolombinas llegó a tener unos 10 mil habitantes. Hasta el momento se encontraron siete estructuras, entre ellas la gran pirámide escalonada de la acrópolis.
Pero aún hay mucho por excavar, como en todo el país: los sitios arqueológicos abiertos al público en El Salvador son hasta hoy nueve -el más importante, Tazumal-, pero se cree que en total habría al menos 600. Muy cerca está Joya de Cerén, un sitio muy valioso arqueológicamente porque posee las únicas ruinas de arquitectura doméstica de la cultura maya -no tiene monumentos ni pirámides, sino restos de viviendas, de cocinas comunales-. El lugar fue sepultado en el año 650 por una erupción del volcán Loma Caldera, que generó 12 capas de cenizas y conservó en muy buen estado las ruinas. Por su conservación y su valor cultural, Joya de Cerén fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1993, y es uno de los grandes tesoros del país.
Sabores y aventuras
La capital salvadoreña tiene poco más de dos millones de habitantes y un estilo bien americano -grandes malls de compras, locales de fast food a cada paso-. Está en medio del "Valle de las Hamacas", así conocido por los movimientos de tierra que sacudieron la ciudad desde su fundación, en 1525, razón por la cual su arquitectura colonial es escasa. El mercado de artesanías de la ciudad se encuentra en un predio que supo ser cuartel militar. En el mercado se encuentran bellísimas máscaras talladas en madera, provenientes de la zona de Ahuachapán; cerámicas utilitarias de las comunidades lencas de Cacaopera o Guatajiagua; y bolsos y carteras tejidos con fibra de agave, con botones de semillas de un típico árbol local, el copinol. Pero muchas buenas artesanías provienen de la que es conocida en El Salvador como "la ciudad artesanal": La Palma.
Desde el centro histórico de la capital se ve la silueta del volcán Quezaltepec, uno de los 25 que elevan sus lomos en el país más pequeño de América Central. En la zona del volcán hay una ruta gastronómica que combina naturaleza, parajes de altura y estancias, con lugares sugestivos y que invitan a la tranquilidad como Café Miranda o Hacienda Cajamarca, que ofrecen paseos turísticos completos.
En muchas de estas estancias se aprecia el legado de la caficultura, ya que muchas de ellas aún conservan sus cultivos y sus selectos procesos de obtención del café. El centro se puede resumir en el Teatro Nacional, el Palacio Nacional y la Catedral Metropolitana, con un bello mural del artista Fernando Llort y, en el subsuelo, los restos de monseñor Oscar Arnulfo Romero, el famoso arzobispo asesinado en plena misa en 1980, cuando el país comenzaba a desbarrancarse hacia una cruenta guerra civil. Pero llegó la paz y, en los últimos años, los turistas, muchos de los cuales arriban en busca de aventuras. Así va, poco a poco, ganando adeptos el parapente, que se practica sobre todo en la zona de Entre Pinos, en Chalatenango, donde el cerro El Pital, de 2.700 metros sobre el nivel del mar, oficia de perfecta plataforma de lanzamiento. También hay kayaks en la bahía de Jiquilisco, rafting en los rápidos de los ríos que bajan de las montañas, como el Paz, el Lempa y el Guajoyo, o canopy en Apaneca, Ahuachapan. Cabalgatas, trekking y mountain bike son otras actividades cada vez más comunes en el país.
Por el mundo maya
Hasta El Salvador llega la frontera Sur de lo que fue el imperio maya, que se extendió por el sur de México, Guatemala y parte de Honduras. A 32 km de San Salvador, en el Valle de Zapotitán, vale la pena llegarse hasta San Andrés, que fue un sitio comercial, ceremonial y político maya que, se cree, en épocas precolombinas llegó a tener unos 10 mil habitantes. Hasta el momento se encontraron siete estructuras, entre ellas la gran pirámide escalonada de la acrópolis.
Pero aún hay mucho por excavar, como en todo el país: los sitios arqueológicos abiertos al público en El Salvador son hasta hoy nueve -el más importante, Tazumal-, pero se cree que en total habría al menos 600. Muy cerca está Joya de Cerén, un sitio muy valioso arqueológicamente porque posee las únicas ruinas de arquitectura doméstica de la cultura maya -no tiene monumentos ni pirámides, sino restos de viviendas, de cocinas comunales-. El lugar fue sepultado en el año 650 por una erupción del volcán Loma Caldera, que generó 12 capas de cenizas y conservó en muy buen estado las ruinas. Por su conservación y su valor cultural, Joya de Cerén fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1993, y es uno de los grandes tesoros del país.