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15 febrero 2010

Brasil: Bahía, la seductora

Salvador de Bahía parece emerger desde el Atlántico como un manto de color interminable, que se esparce resguardado tras las fortificaciones portuguesas que se construyeron en el siglo XVI para protegerla. Y no sólo es en su arquitectura colonial donde se advierte ese mix afro-brasileño-portugués que la vuelve única, sino también en los aromas que se desprenden del aceite de dendé y de la leche de coco, presentes en su comida típica. Los rasgos distintivos de la ciudad más "negra" de Brasil también se revelan en el contoneo rítmico de los cuerpos moviéndose al compás de los sonidos del axé, de la samba y de los tambores de la capoeira.

Salvador de Bahía se fundó en 1549. Convertida en uno de los enclaves arquitectónicamente más espléndidos de toda América, la ciudad fue capital y sede de la administración colonial de Brasil hasta 1763. En ese año, Salvador perdió su estatus de capital, que pasó a Río, pero no por ello dejó de ser una ciudad vibrante, reconocida por su cultura.

Bahía es una metrópoli de sorprendente trazado urbano, que está dividida en dos niveles. Su parte alta, situada a 72 metros por sobre el nivel del mar es el famoso Pelourinho, un centro histórico que alberga a uno de los más grandes legados de la arquitectura colonial del mundo. Desde ahí el visitante puede ir hasta la parte baja, a través del Elevador Lacerda, una imponente construcción de estilo art deco emplazada en la plaza municipal Thomé de Souza, junto al Palacio Rio Branco, que fue inaugurada en 1873.

En la parte baja, hay que visitar la Iglesia de Nuestro Señor de Bomfim, la imagen más popular de Bahía, y que se conoce en otros países por las famosas cintitas multicolores de deseos.

"Es un regalo", le prometen los vendedores a cada turista, para luego demandarles una "colaboración", de uno o dos reales.

De otros tiempos

La magia del Pelourinho (centro histórico bahiano declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco en 1985) va revelándose en cada esquina. Y, aunque recibe su nombre de la columna de piedra que antiguamente se emplazaba en el centro de las plazas, para amarrar y azotar a esclavos y criminales, deja en claro que está bien lejos de sus orígenes: el Pelourinho es hoy un centro cultural a cielo abierto que agrupa, junto a la magnificencia de su arquitectura, a artistas de todos los géneros.

Por sus calles angostas y empedradas deambulan las bahianas ataviadas en sus típicas vestimentas blancas. Faldas anchas y acampanadas y coloridos turbantes que protegen del sol al mismo tiempo que emulan al Candomblé, el culto afrobrasileño que cuenta entre sus deidades con Iemanjá, la diosa del mar. Ella es la responsable de que en las playas del centro puedan verse las ofrendas de flores y comida que algún devoto ofreció al mar.

Dentro del Pelourinho, no se puede dejar de visitar la Plaza 15 de Noviembre, más conocida como Terreiro de Jesús, debido al nombre de la Iglesia de los Jesuitas y actual Catedral Basílica, un templo de corte manierista de la segunda mitad del siglo XVII. Esta plaza está rodeada por la primera escuela de medicina del país, y los museos Afro-brasileño, el de Arqueología y Etnología. Otros imperdibles: la Iglesia de Nossa Senhora do Rosario dos Pretos, (construida por los negros, ya que tenían la entrada prohibida a los demás templos); y la Fundación Casa de Jorge Amado.

Riquezas y contrastes

Pero, es en los muros del Convento de San Francisco donde quedó el registro de la descomunal riqueza y los fuertes contrastes sociales que marcaron los años en que nació Bahía. Conocida como la Iglesia de oro, su ornamentación barroca está íntegramente trabajada con tallados y arabescos en lámina de oro y ornamentos de jacarandá. Diseños en los que pueden descubrirse guiños secretos, y no tanto, cincelados en venganza por los esclavos al haber sido forzados a trabajar en la construcción del templo. Así, algunas figuras muestran los rostros un tanto desfigurados; y las muecas de los ángeles parecen mofarse de los presentes.

Antes de dejar el Pelourinho, el imperdible es una comida en el Museo de Gastronomía Bahiana, un reducto ambientado con estética de "fazenda", y en el que se sirve la tradicional "moqueca", un guisado especiado de pescado y camarones que deja en los paladares una fusión de sabores oceánicos y tropicales. El sabor de Salvador de Bahía.

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