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07 mayo 2010

Viajes: En un campo de José Ignacio, Uruguay

Casi orillando el arroyo, en el medio de la vasta llanura oriental, el camino va llevando hasta esa estancia blanca, de largas galerías y tejas rojizas. Una última tranquera abre el paso en el ripio, como prólogo de lo que espera más allá, tras una pequeña arcada de clásica arquitectura colonial. Y, al atravesarla, ya dentro de la simétrica edificación, se abre el diálogo entre óleos, esculturas, cielo y campo; entre el arte y la naturaleza.

Estancia Vik es uno de los sitios más increíbles y exclusivos que pueden encontrarse en las costas uruguayas. Ubicada a apenas ocho kilómetros de José Ignacio, sobre una enorme llanura verde de 1.500 hectáreas, la estancia es mucho más que un alojamiento de alto nivel.

"Este lugar fue concebido como una síntesis de arte y naturaleza, en el que los huéspedes pueden disfrutar del espíritu maravilloso del entorno de campo conjugado con la creatividad de artistas, todos ellos uruguayos, que plasmaron su talento en decenas de obras y rincones del casco", señala Maximiliano Broquen, gerente de esta estancia que debe su nombre a su creador, el noruego Alexander Vik. Empresario, con residencia permanente en la ciudad de Nueva York, Vik es hijo de una uruguaya y fueron precisamente esas raíces las que lo llevaron a enamorarse de las tierras de la Banda Oriental, en especial de la zona de José Ignacio.

"Después de conocer José Ignacio, Vik empezó a venir regularmente hasta aquí, y en un momento decidió proyectar un lugar distinto en medio de esta geografía, apto para los visitantes, en el que también pudiera volcar su pasión por el arte", indica Broquen.

Pasión oriental

Hijo directo de aquellas pasiones y raíces de su mentor, Estancia Vik es un lugar que de manera inequívoca rinde homenaje al arte uruguayo. Por ello, todos los rincones del casco tienen la impronta y el toque genial de artistas nacidos en esa tierra, incluyendo sus doce habitaciones, diseñadas once de ellas especialmente por maestros uruguayos de renombre internacional, como José Trujillo, Carlos Seveso o Enrique Badaró.

La habitación restante, bautizada como Master Suite Vik, posee obras del ya fallecido pintor uruguayo Hugo Longa, quien lógicamente no pudo participar de la concepción y decoración de la estancia. Profundo admirador de la obra de Longa, Alexander Vik quiso expresar su tributo al artista decorando las paredes de la suite que lleva su nombre con sus trabajos.

Capilla Sixtina Diseñado por el arquitecto Marcelo Daglio, el casco de la estancia ocupa una superficie de 4.650 metros cuadrados y fue construido en un estilo colonial español, profuso en galerías, arcadas, paredes blancas y tejas rojas. Un comedor abovedado de ladrillo y candelabros, una bodega con capacidad para 3.000 botellas de vinos sudamericanos de alta gama, una piscina de granito negro encerrada en una terraza de madera, sus atractivos patios con destacadas esculturas y sus deliciosos jardines de árboles autóctonos constituyen algunos de los puntos salientes de la edificación.

Sin embargo, el mayor atractivo de Estancia Vik es sin dudas su Sala de Estar, un enorme living de 20 metros de largo que posee un cielorraso de 320 metros cuadrados pintado al óleo por el uruguayo Clever Lara. Nacido en Rivera, Lara plasmó en este techo una visión aérea de todo el Uruguay, en la que no faltan postales reconocibles de Montevideo, las infinitas lomadas del interior uruguayo o las playas del sur.

"Este lugar es como una pequeña Capilla Sixtina del Uruguay", se anima a decir Broquen. Salvando las lógicas distancias, la alusión surge inevitable a la sombra del arte exquisito de ese cielorraso.

Pesca, bicicleta y polo

Más allá de las paredes del casco, el zigzagueante arroyo José Ignacio desemboca en la laguna del mismo nombre. En la ribera, un par de botes descansan sin dueño aparente."Están allí esperando a quien los quiera usar, ya que los huéspedes pueden navegar en canoas por el arroyo cuando lo deseen, así como cabalgar por la zona, pasear en bicicleta, practicar golf en el driving, pescar y hasta jugar al polo", termina de contar Max Broquen.

Cerca del lago, inmóviles entre árboles cercanos, varias vacas buscan el refugio de la sombra. Ajenas a la genialidad concebida en la estancia, son parte irreemplazable del atractivo del lugar. Ellas y ellos, vacas y artistas, lagunas y óleos, canoas y pintores. Una síntesis perfecta.

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