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14 octubre 2009

Chile: En la casa de un tal Pablo Neruda

Dicen que el rumor del agua fue uno de los argumentos centrales para convencerlo de que era el lugar indicado. El refrescante arroyo que corría por una ladera del Cerro San Cristóbal, muy cerca del centro de Santiago, convenció a Pablo Neruda de comprar el terreno, para luego construir allí la que sería una de sus tres casas de Chile: La Chascona, una suerte de jardín colgante con espacios en distintos niveles -living, dormitorio, bar, comedor- unidos por escaleras y terrazas. El arroyo pasaba junto a un ventanal, y daba la sensación de estar navegando. Dato clave para un poeta amante de la mar, pero que se audotefinía como "marinero de tierra".

Y todo en pleno barrio Bellavista, quizás el más pintoresco de Santiago, con aires bohemios, talleres de arte y bares y restós que invitan a una pausa relajada.

Desniveles y pasadizos

En las rejas de las ventanas se entrelazan las iniciales "P" y "M". En sus inicios, La Chascona fue el refugio del amor entonces todavía secreto entre Pablo y Matilde Urrutia, cuando el poeta aún estaba casado con Delia del Carril. Luego se separaría y oficializaría su relación con Matilde, a quien le dedicó la casa. O, mejor dicho, a sus cabellos rebeldes: chascona es un término quechua muy común en Chile, que significa "despeinada".

Don Pablo compró el terreno en 1952, y al poco tiempo le pidió al arquitecto español Germán Rodríguez Arias, que le diseñara una casa, que luego él mismo modificó totalmente, para hacer una casa a su gusto, sin otra lógica que la de sus imaginativos caprichos: desniveles, recovecos, pasadizos secretos y grandes ventanales con vista a los jardines. El salón, por ejemplo, está "a varias escaleras y terrazas" del comedor.

Neruda se mudó a La Chascona en 1955, y entonces vino la compra de un terreno vecino y las ampliaciones, que hacia 1958 dejaron la casa como se la ve hoy: tres grandes volúmenes separados, en pendiente, unidos en el exterior por escaleras y terrazas, con formas irregulares, distintas alturas y materiales. Como en sus otras residencias en Chile -Isla Negra, a orillas del mar, y La Sebastiana, en Valparaíso-, aquí los ambientes más importantes son los sociales, aquéllos en los que el autor de Canto General recibía a sus amigos para opíparos banquetes y largas sobremesas.

Por ejemplo, el bar continuo al comedor, donde se inicia el recorrido. En él asoman colecciones de pinturas y algunos cuadros de artistas chilenos, muchos de los cuales ilustraron poemas de Neruda. El bar pertenecía a un antiguo barco francés, con cubierta de peltre; el comedor es una mesa larga y angosta en una sala con un techo de barco que termina en una pequeña y escondida puerta, que da a una escalera de caracol secreta, estrecha, que lleva a un dormitorio. Por allí se "escapaba" el poeta a tirarse unas siestitas cuando las reuniones se extendían demasiado.

Memorias del saqueo

En el salón hay un famoso cuadro de Matilde pintado por Diego Rivera, en el que aparece, oculto entre las ondulaciones del pelo de su amada, un perfil del poeta. Y hay, por toda la casa, objetos. El mismo Neruda se definía como "coleccionista de objetos", y aquí hay una buena muestra: botellas, mascarones de barcos, máscaras, moais de Rapa Nui. Y varios diseños de Piero Fornasetti, amigo de Neruda, que fueron furor en los 50: mesas, cubos, bandejas, biombos, paragüeros, platos, copas. También hay artesanías chilenas típicas y en el ambiente más alto, la biblioteca y el escritorio, donde se exhiben las condecoraciones y premios recibidos por el poeta, incluyendo la medalla del Nobel.

La Chascona está relacionada con lo mejor y lo peor de la historia de Neruda y de Chile: por un lado, su creatividad y su incansable imaginación para crear espacios originales y coleccionar objetos inverosímiles de todo el mundo. Por el otro, con la destrucción a la que la sometieron los militares poco después del golpe del 11 de septiembre de 1973. La casa fue saqueada e inundada con las aguas de su propio arroyo, y pocos días después el poeta moría, se dice -y no está mal creerlo-, de tristeza. Pese a la devastación, Matilde veló a Neruda en La Chascona, y desde aquí partió su cortejo fúnebre. Quizás, entonces, la primera manifestación pública contra la dictadura.

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