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24 agosto 2009

Argentina: Los duendes de Villa Ocampo

Más que una mansión típica de la elite argentina hacia el año 1900, Villa Ocampo -enclavada desde 1891 en las barrancas de San Isidro- es como una autobiografía de su dueña, la escritora y mecenas Victoria Ocampo (1890-1979). Es que a veces la arquitectura "habla", como en este caso. Y lo que dice es: aquí vivió alguien que miraba a Europa como una fuente inspiradora -de allí trajo amistades y vanguardias artísticas- pero a la vez no olvidaba sus raíces, que se hundían en estas tierras hasta la época del virreinato español.

En una habitación de esta casa se ve el piano que tocó Igor Stravinsky, la biblioteca de 11.000 volúmenes que deleitaba a Albert Camus, a Graham Greene, a André Malraux, a Le Corbusier. Y no cuesta mucho imaginar los paseos por el jardín que hacían Borges y Bioy Casares. Todos ellos son los duendes de esta mansión de paredes de color rosa viejo, duendes que se confunden en el hall de entrada con otros: los antepasados de la escritora -Manuel Ocampo y Clara Lozano- retratados por el pintor Prilidiano Pueyrredón en el siglo XIX. Desde el año 2005 la mansión está abierta al público: no es un museo -aunque se pueden ver los cuartos donde vivía Victoria, sus cuadros, libros y muebles originales- sino un centro cultural, con cafetería y una tienda de recuerdos. Sus salones son ahora el escenario de conciertos, obras de teatro y danza, recitales literarios, exposiciones de arte y actividades para chicos. Así culmina la restauración iniciada en 2003 por cuenta del Proyecto Villa Ocampo de la UNESCO que orienta Nicolás Helft. Ahora, con la habilitación del primer piso -donde estaban las habitaciones principales de Victoria y sus hermanas, su biblioteca y el escritorio- la restauración está casi terminada.

Tradición y vanguardia

"Borges lo dijo bien: siendo argentinos tenemos derecho a reclamar toda la tradición occidental y, de verdad, los visitantes extranjeros que han llegado aquí en los últimos tiempos -pienso en el diseñador Kenzo, o en el escritor Julian Barnes, entre otros- coinciden en que acá te conectás simultáneamente con una cultura cosmopolita y muy rioplatense", dice Helft. Otra vez, la casa "habla": es una combinación de gran chalet y villa de verano que el padre de Victoria -el ingeniero civil Manuel Ocampo- construyó inspirándose en la arquitectura de distintas partes de aquella Europa que él admiraba. Como han dicho los expertos Ivonne Bordelois y Fabio Grementieri, la casa tiene ecos victorianos con toque francés, un poco de renacentismo italiano a la manera de Palladio, techos escalonados a la normanda, tejados de pizarra, torreones, áticos con lucarnas que conviven con galerías y balcones con balaustradas. En resumen, un eclecticismo muy rioplatense.

En la década de 1940 la escritora volvió a vivir en Villa Ocampo y le dio su toque personal, sobrio, enterrando para siempre las marcas victorianas de su niñez. Nada de paredes empapeladas ni bibelots. Ella blanqueó las paredes, puso unos pocos muebles de los más distintos estilos -armarios chinos, camas francesas, lámparas Bauhaus, tapices de Picasso y pinturas de Figari- para dejar todo el lujo en los baños, revestidos en madera. "En Villa Ocampo, que iba a ser mía, se hablaba de la historia argentina como de un asunto de familia. Pero estas historias de la Historia me tenían sin cuidado. Sólo soñaba con deslizarme sin ser vista en la cocina donde Paul, de la Martinica (rostro negro y bonete blanco), hacía dulces, humitas, pastel de choclo y bizcochuelos célebres", decía la escritora. Camus dijo que todo evocaba a la mansión de "Lo que el viento se llevó". Pero si esta casa "habla", dice más que el monólogo de una élite privilegiada. Para quienes la visiten con los ojos abiertos, Villa Ocampo prueba que se puede unir tradición y modernidad, con una originalidad fatalmente argentina.

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