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01 marzo 2009

Argentina: En la ruta de los daneses

Dentro del mosaico de identidades que fue la Argentina de fines de siglo XIX y principios del XX, la inmigración danesa fue pequeña pero pujante. Los primeros colonos se asentaron en el campo, principalmente en una extensión que une las actuales ciudades de Tres Arroyos, Necochea y San Cayetano, al sur de la provincia de Buenos Aires. Hoy, sus descendientes, continuadores de la historia, ofrecen un circuito turístico llamado "El corredor danés", donde transmiten sus tradiciones rodeados de un bucólico paisaje rural y a pocos kilómetros del mar.

Piedras fundamentales

Tercera a nivel mundial, después de Estados Unidos y Australia, la inmigración de dinamarqueses hacia la Argentina fue de unas 18 mil personas entre 1857 y 1930. A diferencia de aquellos dos países, aquí mantuvieron sus costumbres y no se abrieron fácilmente a los hábitos locales, lo que favoreció a la continuidad de sus instituciones y festividades hasta hoy, en que los gauchos daneses combinan el aeblekage (postre con manzanas) con el mate.

Un pilar de la colectividad es el Colegio Argentino Danés de Micaela Cascallares, creado en 1917 y uno de los pocos en el mundo que es rural, pupilo y de enseñanza de cultura e idioma daneses. Precedidas por una frondosa arboleda, las banderas de Argentina y Dinamarca flamean en la tranquera que abre paso a tres edificios de principios de siglo, de clásico estilo nórdico. El principal, en blanco, alberga el comedor y las habitaciones de los sesenta chicos que hoy viven allí de lunes a viernes.

Además del gran gimnasio, cuenta con una huerta y un gallinero, mantenidos por los alumnos, y se encuentra en un sereno entorno de 80 hectáreas que invita al descanso. Por esta razón, el colegio ofrece alojamiento a turistas, durante la temporada de vacaciones y fines de semana.

Otra institución importante es la sociedad danesa Dannervirke de San Cayetano. Aquí, cada año se realiza la fiesta de San Juan, con bailes y comidas típicas, que culmina con la tradicional "quema de la bruja". Afincado a orillas de una apacible laguna invita a la caminata y al agroturismo. El club ofrece la posibilidad de disfrutar de un día de campo, con opción de camping y gastronomía criolla o danesa.

En medio del parque, una estructura de madera cubierta por un techo de chapa permite jugar al bowling aéreo o danés.

Cerca de allí, en Tres Arroyos, se encuentra la Iglesia Protestante danesa. Como es una capilla fuera de Dinamarca, es considerada de puerto, a pesar de estar en medio de la pampa bonaerense. Es por ello que, en su interior, la bella maqueta de una fragata cuelga del techo. A pocos metros se encuentra el cementerio ya que, según sus costumbres, ambos deben estar en el mismo predio.

Prolijo y arbolado, se destaca un gran dolmen: figura de tres piedras con la que los antepasados vikingos honraban a sus muertos.

Los gauchos nórdicos

El circuito estimula al turismo rural. Hay estancias con entornos bucólicos como San Juan, una antigua morada con laguna privada; El Escondido, a sólo 12 kilómetros del mar y San Severo, que incluye la enseñanza de gastronomía danesa y juegos infantiles. En todas, los relatos de los descendientes daneses matizarán la estadía. Entre ellas, se destaca: Blaavandshuk (pronúnciese Plovansúk). El nombre de la finca significa "punto de agua azul" y remite a la ciudad danesa donde nacieron los fundadores de los actuales campos. Sus 350 hectáreas en la zona de Copetonas (cercana a Tres Arroyos) albergan el casco, un chalet de los años 50 que funciona como hostería, y museo familiar. Porque José Christiansen, su dueño, es un recopilador de objetos con historia. "Sólo un montón de cosas viejas", dice él. Por ejemplo: el altar donde se casaron sus padres; una máquina para cortar leña inventada por su familia; diarios de 1918 en castellano y danés; fotos antiguas; bordados y hasta una villalonga -la "camioneta de los sulkys", cómo la define José-, en la que se puede dar una vuelta por la estancia. Desde aquí, se puede hacer una excursión a la cascada Mulpunleufu del río Quequén Salado, que serpentea hacia el mar. En esta zona y en Arroyo Seco se hallaron restos arqueológicos que hoy se observan en el interesante Museo José Mulazzi de Tres Arroyos.

Y también, el mar

Un buen complemento para el recorrido es la playa y el mar. Abundan por aquí las conocidas y también las otras, agrestes e interminables, verdaderos remansos. El balneario Reta, entre Claromecó y Monte Hermoso, con sus médanos cubiertos de protectores tamariscos permiten disfrutar del lugar todo el año. Estas costas, además, obsequian con el regalo del sol que sale y se pone en el mar, por lo que cabalgar durante esas horas es una maravilla. Y si de placeres se trata, la gastronomía danesa espera con sus sabores en el Centro Danés de Tres Arroyos. En esa sede social hay manjares como Frekedeller (albóndigas fritas), katofler (papas) con persele sovs (salsa blanca con perejil), trifle (un postre con ciruelas, amaretis y crema) y citronfromage (espumilla de limón). Y a la hora de brindar, acquavit, sólo para los valientes. Y Skaal! (Salud!)

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