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Mostrando las entradas con la etiqueta BOLIVIA. Mostrar todas las entradas
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29 octubre 2010

Vacaciones en Bolivia

Bolivia es de los países más pobres de Latinoamérica, pero de los más ricos en recursos naturales que cada vez más usan para salir adelante. Es de los países con más población indígena también, siendo el 60% de la población descendientes directos de Aymará, Quechua, Guaraní y otros 30 grupos étnicos que podremos conocer en este país.

Bolivia tiene de todo, pero no esperes visitar playas aquí porque no las hay. Pero sí está la Cordillera Real en Sorata y Uyuni y la jungla del Amazonas, todos lugares exóticos que necesitas visitar si vas de vacaciones a Bolivia, porque para los amantes del turismo natural, tendrán un tesoro completo para disfrutar y ver.

Lo mejor de todo es que Bolivia tiene mucha cultura indígena que cuida sus alrededores naturales, así que esto es precisamente lo que atrae a los turistas a este país, además de visitar un lugar distinto, ver ciudades coloniales como Sucre y Potosí y ver lo que queda de las civilizaciones ancestrales.

Ahora Bolivia forma parte de los radares de los viajantes porque es una oportunidad única para aventurarse en las selvas más profundas y los picos más divertidos para escalar, dando un lugar que te da toda la exploración posible, que los días de tu viaje permitan, visitando lugares como el Altiplano, y toda la región tropical del este y las planicies del sur.

Los lugares que más se visitan son los sitios turísticos y andinos como La Paz y el Lago Titicaca (el segundo más grande de Latinoamérica, por cierto), que son ciudades más altas que cualquier montaña europea que puedas visitar. El escenario aquí es espectacular y por supuesto, eso no ha sido dejado atrás por los visitantes.

Aunque Bolivia no es un país con un mercado turístico tan avanzado como otros países latinoamericanos, con un poco de paciencia y amor por la naturaleza, éste se prestará como un lugar al que te podrás enamorar por los más hermosos recursos que tienen sin explorar.

07 octubre 2010

Misiones jesuíticas de Chiquitos: cultura en Bolivia

Con el propósito de evangelizar a la población indígena, en el pasado los misioneros jesuitas de la Compañía de Jesús construyeron sus misiones en varios lugares de Latinoamérica. Tal es el caso de las Misiones jesuíticas de Chiquitos, localizadas en el oriente Boliviano.

Allí, podremos descubrir y conocer alrededor de seis reducciones fundadas por los jesuitas entre 1696 y 1760, y que perduran en el tiempo como un legado extraordinario porque son las únicas misiones jesuíticas en Sud América que no fueron destruidas, como lo fueron las misiones del Paraguay y las del norte de Argentina y sur de Brasil, las misiones Jesuíticas bolivianas permanecen vivas y vigentes.

Así, las misiones Jesuíticas son un legado cultural, expresión de arte y arquitectura plasmada en sus templos. Los misioneros jesuitas enseñaron a los pobladores originarios la técnica del trabajo en madera a los nativos, donde no sólo aprendieron si no que enriquecieron el arte con sus propias visiones, fusión que se podrá apreciar en esta ruta a seis de las mas importantes construcciones jesuitas, edificadas desde 1692.

Seis de los diez pueblos chiquitanos conservan templos de la época; San José de Chiquitos, Santa Ana, San Rafael, San Miguel, San Ignacio, Concepción San Javier, todas ellas declaradas Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en 1990.

16 agosto 2010

Qué visitar en Bolivia en 3 dias

Bolivia es uno de los dos países sin litoral y con muchas montañas en Sur América. Su capital es La Paz, un lugar que definitivamente es bueno para turismo, y con una población de más 1 millón de personas, pero la más grande ciudad por población es Santa Cruz, con 1.4 millones más.

Este es un lugar con montañas, y de hecho, La Paz está a más de 3600 metros sobre el nivel del mar. Acá hay muchos que ver, pero si vas a Bolivia en 3 dias te diré qué puedes visitar para que tengas un maravilloso viaje.

El primer día, puedes llegar a La Paz, pero apenas a 3 horas de viaje en carro está Copacabana, que es lo que ves en la imagen principal. Este es un pueblo muy agradable que está en las costas del lago Titicaca. Aquí hay muchas cosas que ver, incluyendo varias ruinas Incas. El pueblo está entre la montaña Calvario y la montaña Niño Calvario, donde hay lugares maravillosos para explorar al aire libre y hacer caminadas. Tiene una catedral famosa, hecha en el siglo 16, y este es un lugar donde puedes partir a un viaje para explorar muchas islas cercanas donde están las ruinas Incas.

El segundo día puedes ir a las ruinas de Tiwanaku, también llamadas Tiahuanaco, que es un sitio arqueológico importante de la cultura pre-colombina en Bolivia. Están cerca del Lago Titicaca, a unos 75 kilómetros de La Paz. Cerca hay un pueblo pequeño en donde puedes quedarte que se llama Tiwanku. Las ruinas están abiertas al público de 9.30 de la mañana a 4 de la tarde, y puedes tomar un autobús desde Copacabana, pagar unos $10 u 80 bolivianos para entrar a verlas y aprovechar para ver el museo con la misma temática que hay al lado.

El tercer día debería comenzar desde las 12 de la noche del segundo, yendo hasta Chacaltaya y quedarte en el Resort para esquiar de este lugar, que es el más alto del mundo, con al menos 5421 metros de altura sobre el nivel del mar, lo que logra quitarte el aliento. Durante el tercer día podrás esquiar, o simplemente disfrutar de un día muy frío y apreciar unos de los glaciares más altos de toda Sur América, que se cree que tiene 18000 años de viejo. Lamentablemente, para el 2009, estaba derretido y tenía más de 70 años en el proceso.

Estos son todos los lugares para los tres días, todos de naturaleza, porque Bolivia es un país lleno de esto y no un lugar para ir a ver ciudad. Espero disfruten de su viaje a Bolivia.

04 agosto 2010

Turismo: Tras las huellas del Che Guevara

Atraídos por la mística que rodea la vida y obra de Ernesto Che Guevara, tanto argentinos como turistas extranjeros eligen recorrer un circuito cultural que abarca tres provincias del país, siguiendo los primeros pasos del líder revolucionario. O al menos, visitar algunos de los puntos propuestos por el programa turístico que le rinde homenaje, y promete enlazar Bolivia.

Como no podía ser de otra manera, el itinerario “Los Caminos del Che” comienza en Rosario , su ciudad natal en Santa Fe , a 300 km de Buenos Aires. En el Parque Irigoyen, en un predio de 18 hectáreas, se encuentran la Plaza Ernesto Guevara y el Monumento al Che .
Además de contar con una escultura del artista Zerneri sobre un pedestal, la plaza tiene una escalinata y un sendero trazado con adoquines que simbolizan –en una figura abstracta– el Camino del Che en Latinoamérica. A su vez, en Entre Ríos 480 se alza la Casa Natal del Che , donde vivió con su familia en sus primeros meses de vida. Y en la Plaza de la Cooperación hay un mural conmemorativo.

Finalizado el recorrido rosarino, en la provincia de Córdoba y a 37 km de la capital provincial, Alta Gracia tiene el privilegio de ser el lugar donde el Che vivió más años, de 1932 a 1943. En 2001 se inauguró el Museo Ernesto Che Guevara , un espacio donde se recorre su vida con una estética costumbrista. En el barrio Carlos Pellegrini, Villa Nydia fue construida por la Compañía de Tierras y Hoteles en 1911, para ser habitada por el personal jerárquico del ferrocarril. Inquilina de la casa, la familia Guevara De la Serna llegó a estas sierras por su clima seco con aire puro, que sería un alivio para el asma que padecía el pequeño Ernesto. Como vivieron allí de 1935 a 1937 y de 1939 a 1943 –para luego mudarse a Córdoba y Buenos Aires– en sus salas se exhiben fotografías de las distintas viviendas que la familia Guevara De la Serna habitó durante su estadía en Alta Gracia.
El tercer punto del itinerario se encuentra en la Patagonia: La Pastera-Museo del Che . Enmarcada por la Cordillera, el lago Lácar y la pintoresca San Martín de los Andes , en Neuquén , ofrece una alternativa bien distinta para conocer parte de la vida y pensamiento de Guevara. Es una pieza de colección en sí misma. Integramente construida en madera en 1946, La Pastera debe el nombre a su función original: allí se guardaba el pasto para los animales de los guardaparques.

El galpón reciclado pertenece al Parque Nacional Lanín y desde su entrada se aprecia la voluntad estética de conservar el espíritu de mediados del siglo pasado, con un expendedor de nafta similar al que tenía La Pastera cuando el Che y su amigo Alberto Granado eligieron este lugar para pasar la noche, antes de emprender su primer viaje por Latinoamérica.

En la sala principal y con fotos inéditas, se recrea la vida del líder revolucionario; y paneles temáticos y dinámicos acercan la visión del Che sobre los trabajadores, la juventud, su concepción del hombre nuevo, Fidel Castro y la familia, entre otros temas.

El recorrido –que también cuenta con un homenaje a los desaparecidos durante la última dictadura militar en la Argentina– termina en el entrepiso de la sala, donde se ha recreado con fardos de pasto el espacio donde durmieron Guevara y Granado en el verano de 1952.

30 junio 2010

Paseos imperdibles en La Paz, Bolivia

Bolivia tiene sus encantos, sus paseos por diferentes regiones nos da la pauta de que es un país con diferentes paisajes y formas de vivir las tierras altiplanas. Una de las grandes atracciones de este país es sin dudas La Paz.

Llegué en un vuelos La Paz una mañana fría pero soleada, donde descubrí la belleza de una ciudad enorme, contrastrante y siempre en movimiento. En el momento que partí de mi hotel y salía recorrer la ciudad infinita, rodeada por altas cumbres, muchas veces nevadas en sus picos.

Las bellezas que atesora La Paz son muchas, especialmente en relación a la arquitectura y cultura indígena y colonial. Una recorrida por las iglesias y templos antiguos nos da la pauta de la belleza de antaño, que posee grandes reliquias antiguas.

Los museos están a la orden del día en La Paz, con una oferta muy variada e interesante. Visité varios de ellos entre los que mas me gustaron fueron el Museo de Tiwanaku, sobre el nacimiento de la cultura americana, el Museo de Arte y de Tambo Quirquincho está recién remodelado y cuenta con nuevas piesas en su haber, además del Museo de Etnografía y Folklore, en donde se pueden aprecián muy buenos montajes etnográficos, así como también de disfrutar de una excelente y completa biblioteca.

Otro de los paseos imperdibles por La Paz fue conocer los mercados artesanales que se encuentran en una de las calles laterales de la Iglesia de San Francisco, el templo más importante del centro de la ciudad. Allí pude encontrar objetos decorativos, comidas típicas y artesanías de los pueblos originarios, con una belleza totalmente singular.

También me divertí con la experiencia que visitar la calle de los brujos, en una calle empedrada y escondida, donde tradicionalmente montan sus puestos los Yaritis (brujos en aimará), allí uno de ellos, a través de los elementos de la tierra me habló de mi pasado y mi futuro, de lo que me deparaba la madre naturaleza para mi.

Sin dudas este brujo dejó algo en claro: que volveré a visitar Bolivia. Y en verdad no se equivoca al decir eso, pues mi corazón y mis ansias de viaje se quedaron con ganas de conocer mucho más de La Paz.

02 junio 2010

Turismo: Bolivia, entre la tierra y el cielo

De los sobrenaturales paisajes del Salar de Uyuni a la Feria de as Alasitas en honor al Ekeko, en La Paz. El espíritu y los rituales de una identidad inconfundible.

Bolivia se quedó sin mar pero a veces parece una ola que te atrapa y te da tantas vueltas que cuando se emerge cuesta saber dónde estás parado. Algo así sucede en el salar de Uyuni, un inmenso desierto de salitre blanco. En una combi conducida por guías anduvimos por el salar hacia el horizonte, poco después nos detuvimos y bajamos en medio de la blancura. Había llovido y una capa de 15 centímetros de agua tibia cubría la superficie formando un cristal que reflejaba el sol y las nubes en un cielo multiplicado. Es como un efecto mágico ese no saber si uno pisa la tierra o el infinito. Todo es espejo; no se parece a nada en el mundo y es de una belleza inverosímil. Al rato reanudamos la marcha, se nubló y volvió a llover. Se borraron las huellas de los senderos conocidos y los cerros que señalan coordenadas naturales no se veían.

El guía, muy sereno, nos anunció que estábamos perdidos y yo apreté con fuerza la botellita de agua mineral que tenía en la mano. No fue desesperación sino estupor la sensación de andar sin rumbo y sin ver a nadie hasta donde alcanzaban los ojos. Apareció una camioneta a lo lejos y le hicimos señas como locos hasta que nos divisó; recién entonces descubrí la inquietud y el alivio.

En el camino de regreso pasamos por el Palacio de Sal, un hotel sorprendente donde todo lo que hay, desde las paredes hasta las camas, son bloques de sal. El paisaje de Uyuni es maravilloso y me queda el sentimiento de haber visitado la dimensión desconocida.

La Paz era una fiesta, pero no al estilo de París. Llegamos para la asunción del primer presidente originario y una enorme multitud de almas felices vestidas con trajes típicos, banderas y ponchos multicolores lucían su orgullo en la Plaza de San Francisco. Escuchamos, casi un himno ya, la canción de Piero “para el pueblo lo que es del pueblo” y la respuesta de la plaza: “Piero, hermano, ya eres boliviano”. Sentí una emoción enorme como la alegría que colmaba el ambiente fraternal. Para esta fecha La Paz hace todos los años la Feria de las Alasitas en honor al Equeko. Puestos callejeros repletos de artesanías en miniatura que representan lo que cada uno quiere conseguir. Hay casas, autos, camiones, bolsas de comida, bebés y todo en tamaño diminuto. Escuché una voz pregonando con insistencia: “un millón de dólares a tres bolivianos” y mucha gente compraba una valijita con billetitos de papel.

En otro puesto, un señor mayor buscaba con insistencia hasta que por fin encontró el autito rojo de sus sueños. Después, en una ceremonia en la explanada de la iglesia varios sacerdotes de sotana blanca que portaban baldes de plástico de colores colmados de “agua bendita” y con unas escobillas salpicaban a los miles de feligreses que llevaban en la mano extendida el objeto de su deseo. Después, sacerdotes de origen aimara hacen lo mismo, pero con alcohol y hojas de coca. Y se comprende: ¡hay que asegurar las ilusiones...!

02 marzo 2010

Turismo: Lugares olvidados Potosí, el otro "dorado"

Hay lugares en el mundo que han quedado en el olvido. Ciudades que un día se vistieron del mayor esplendor y que hoy sobreviven a duras penas bajo el rodillo del tiempo. En Bolivia se encuentra una de estas ciudades y hoy vamos a desentrañarla.

Así como se desarrolló la fiebre del oro en el norte, siglos después en Potosí, Bolivia surgiría otro “dorado”, esta vez uno muy real. Tanto es así que en la lengua castellana para designar que algo tiene valor se utiliza en ocasiones la expresión: “esto vale un potosí”...

“Soy el rico Potosí, del mundo soy el tesoro, soy el rey de los montes y la envidia soy de los reyes”. Así rezaba la inscripción del escudo que otorgó Carlos V con el título de Villa Imperial a Potosí. En 1573 era tan grande como Londres y mayor que Sevilla, Madrid o París.

Pero la historia de Potosí no había nacido con los españoles. Tiempos antes de la conquista, el inca Huayna Cápac había escuchado hablar a sus vasallos sobre el Sumja Orcko o cerro hermoso. Cuando por fin contempló aquel monte que orgulloso se alzaba sobre la serranía desprendiendo destellos rojizos, quedó estupefacto.

Viajes: Ese gran desierto blanco del Altiplano boliviano

Diez mil kilómetros cuadrados en el altiplano boliviano, a más de 3.600 metros sobre el nivel del mar: Uyuni a la vista. Este desierto salino -el más grande del mundo- guarda en sus entrañas 71.000 millones de toneladas de sal y es, a los ojos del viajero, un infinito resplandor. Quien llegue a esta región, en el departamento de Potosí, puede creer con fe y crear con imaginación que frente a sus ojos hay un escenario prodigioso, una superficie blanca que enceguece cuando es tiempo de seca, que está cuarteada en curiosos hexágonos que forman una red de exacta geometría. Parece un cuadro inmenso del Op-Art (Optical Art), que genera una ilusión óptica y nos hace diminutos protagonistas de ese ilusionismo.

Al pisar el salar de Uyuni, acostarse con los brazos abiertos sobre la telaraña poligonal es un gesto imperioso. De belleza surrealista, la planicie desértica soporta temperaturas extremas. El sol -violento, impiadoso- sale después de ráfagas de viento helado; cuando cesan, la piel se quema y recalienta con los rayos potenciados por el reflejo salino.

Hay que experimentar la irrefrenable tentación de echarse al suelo y mirar el cielo. Es un momento glorioso en el que uno está consigo en cuerpo y alma. Quizá, sea para algunos el encuentro con el "uno mismo".

Géiseres, formaciones rocosas y pozos volcánicos remiten al visitante a la época de la formación de la Tierra.

Por eso todo se revive como en un cuento de ciencia ficción. Conducir sobre este lago de sal es una experiencia fascinante, sobre todo en invierno, cuando el azul intenso del cielo contrasta con la blancura fosforescente del salar. Pero es preciso conocer bien el terreno, por lo que resulta apropiado contratar un guía.

Es fácil perderse, salirse del camino seguro y encontrarse con los ojos de agua del salar, de hasta dos metros de profundidad, que conectan con ríos subterráneos y son de aguas surgentes. El peligro de pisar las capas más débiles de sal es análogo al de hundirse al quebrarse el hielo fino de cierta topografía polar.

Tierra y cielo

Orillando a Uyuni están también los respiraderos, donde se forman piletones de agua saladísima (diez veces más que la del mar). Quien se arrime demasiado corre el riesgo de empantanarse. Para los lugareños, seguir las huellas y conocer las entradas y salidas de este gigante blanco es fundamental. Cuando está nublado se produce el efecto white-out, donde la línea del horizonte se difumina hasta desaparecer y es imposible distinguir tierra y cielo.

El viento siempre sopla del noroeste, ya que la corriente del Pacífico -a la altura de Perú- pasa la cordillera andina y se encajona en el salar. Un buen dato para orientarse, pero no para fiarse.

Varias vías conducen a Uyuni. Se puede partir desde San Pedro de Atacama, en Chile; desde La Quiaca, en la Argentina, cruzando a Villazón y de allí en tren a Uyuni (ocho horas); en avión hasta Sucre y luego 300 kilómetros en bus o automóvil, o desde La Paz en micro a Oruro y luego tren El Expreso del Sur, que tarda siete horas. Esta última opción es interesante, ya que en Oruro, si es tiempo de carnaval, se puede hacer escala y participar de la fiesta de La Diablada y almorzar en el famoso restaurante Mongos, que sirve comida andina de la mejor y en porciones suculentas.

Un palacio muy particular

Uyuni es un pueblo pequeño pero muy activo gracias al "turismo de sal". Tiene distintos tipos de alojamiento, pero la verdadera aventura es pernoctar en algún hotel junto al salar. Por ejemplo, en el Hotel Palacio de Sal, en el pueblito de Colchani, a media hora de Uyuni. Fue construido por el arquitecto boliviano Juan Quezada y la Corporación de Agencias de Viaje de la Unión Europea lo ha incluido entre los 20 hoteles más exóticos del mundo. Paredes, piso, muebles y esculturas están hechas de sal. El suelo es de sal gruesa, de modo que los pies se hunden al caminar. Mesas y sillas del comedor están moldeadas en sal, vestidas con aguayos y almohadones de color. Cuenta con 30 habitaciones con baño privado y dos suites presidenciales. Las camas -estructuras de sal con respaldo- tienen sábanas de polar azul marino y frazadas térmicas eléctricas. El lobby se organiza en varios livings, algunos salones privados y una escalera cuyos escalones parecen inmensas pastillas de menta, pegadas unas sobre otras, en curva ascendente. La parte del spa ofrece piscina de salmuera, sauna seco, de vapor, jacuzzi, salas de masajes, sala de baños en lodo, camas de sal y relax de salmuera, entre otros servicios.

El menú es autóctono; sopa de quinoa, carne de llama y papas rústicas, o un pollo... ¡a la sal! No hay teléfono ni señal para celulares. Sólo silencio interrumpido por el crujido de algún muro salino o por el sonido del viento.

Después de un desayuno energético, se impone visitar Colchani o Puerto Seco y comprar algunos recuerdos y artesanías: gorros, medias, guantes o sacos de lana. Durante estos días vimos grupos de alemanes y holandeses, mayores de 70 años, viviendo en hostales sin luz eléctrica, compartiendo almuerzos frugales en mesas comunitarias y durmiendo en habitaciones modestas. "Queremos recuperar lo primitivo y disfrutar de la naturaleza sin tecnología", nos dijo uno de los alemanes, en un buen español.

Menos es más

Estaba con su mujer y otros matrimonios en un hotelito donde nos permitieron usar el baño. Al salir, lo vimos entrar a su cuarto de adobe, dispuesto a disfrutar de una larga siesta. Se despidió de sus compañeros -que seguían de sobremesa riendo con la pareja boliviana aymara dueña del lugar- y, levantando la mano en señal de advertencia, agregó: "Less is more (menos es más)", frase del arquitecto Mies van der Rohe, que, alemán como él, quería deshacerse de lo superfluo. La anécdota ilustra la búsqueda de lo simple como objetivo de viaje, en quienes, probablemente, viven en el primer mundo en casas automatizadas, donde todo funciona apretando un botón.

Siempre en una 4x4, fuimos al caserío de Coquesa, uno de los varios que hay al pie del volcán Tunupa, al borde del salar. El mayor atractivo es una cueva con cinco momias del año 700, que mantienen prácticamente intactos la piel, el pelo y las uñas. Están rodeadas de utensilios y sus descendientes les rinden culto dejándoles, periódicamente, hojas de coca.

Por la ladera del volcán

Al yacimiento arqueológico se accede a pie, trepando la ladera del volcán por un sendero bien marcado. Desde allí se divisa una panorámica del salar y, como si fueran puntos, varias de sus muchas islas.

La más visitada es la Isla del Pescado, que está a 74 kilómetros de Colchani, justo en el medio del salar. Su superficie de granito y tierra orgánica permitió el crecimiento de cactos de hasta 10 ó 12 metros. Son muchísimos y forman no sólo un ecosistema interesante, sino que da gusto contemplarlos con sus blancas flores.

Para conocer el gran salar de Uyuni, con la isla Incahuasi, sus lagunas Amarilla y Celeste; la Reserva Nacional Eduardo Avaroa y sus lagunas Colorada y Verde, los pozos geotérmicos y la fauna endémica donde destaca la soca cornuda (un ave en peligro de extinción), no hace falta mucho tiempo ni dinero.

Lo fundamental es tener un legítimo deseo por tener una experiencia de lo increíble y reportar buen estado físico. Un chequeo básico de salud antes del viaje, y la amplitud de criterio o flexibilidad como para ir resolviendo el viaje un poco in situ, y a la medida del propio asombro, son esenciales. Relájate y anda.

21 octubre 2009

Bolivia: El espíritu de la Chiquitanía

Las melodías del Barroco y el Renacimiento fluyen afinadas desde el escenario hacia las butacas, en la Casa de la Cultura de Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia. Los acordes de las 25 voces del coro Paz y Bien se enriquecen cuando se acoplan diez violines, cuatro cellos y un contrabajo. No puede ser mejor la presentación del Festival de Temporada de Música Americana, que se celebra todos los años entre agosto y septiembre. El ensamble de jóvenes y adolescentes de San Ignacio de Velasco honra así -sin artificios- su pasado de misión jesuítica, aunque no reniega del más lejano origen chiquitano.

Más de 200 km al nordeste de esta ciudad, el avance de la colonización se cruzó con trece naciones originarias y desarrolló una estrategia que priorizaba la creatividad, bien diferente del modelo que alentaba el sometimiento a sangre y fuego. La deslumbrante arquitectura de los templos levantados entre 1691 y 1760 fue acompañada por talleres de música y escuelas de tallado en madera, oro y plata.

Esa herencia, decididamente enfocada en la expresión artística, se refleja hoy en la proliferación de compositores, musicólogos, instrumentistas, luthieres y maestros talladores. Un amplio bagaje de espíritus dedicados a crear.

Punto de partida

En San Javier, primera escala de la Ruta de los Jesuitas -que diez aldeas conforman desde aquí hasta Santo Corazón-, las calles de piedra avanzan empinadas entre gallineros y cercos de caña, hasta converger en la Piedra de los Apóstoles, una colina que amontona rocas bajo el sol demasiado caliente. En el centro de este escenario natural, diez mamas (las señoras mayores de las comunidades indígenas) dan la bienvenida a la Fiesta Grande de la Chiquitanía, un acontecimiento que convoca anualmente a fines de agosto a todo el pueblo y era anunciado desde hacía rato por el golpeteo de tamboritas, colgadas de los esmirriados cuerpos de cuatro ancianos.

"Ahora vamos a bailar", invitan aquellas mujeres de rostros brillantes y oscuros, a las que aquí se debe el mayor de los respetos. A unos pasos, el cacique mayor Francisco, líder del Cabildo Chiquitano, aprueba a mano alzada. Turistas y periodistas aportan sus pasos arrítmicos al yaritús, la danza nativa que la etnia pipoca bailaba desde mucho antes de la llegada de los jesuitas, para rogar una buena cosecha al dios avestruz. El ritual pagano nunca dejó de celebrarse, aunque los lugareños tuvieron que adecuarse a sus visitantes inesperados: San Pedro y San Pablo pasaron a ser los destinatarios de sus mayores plegarias.

Las voces y colores de la Bolivia profunda afloran sin la menor señal del paso del tiempo en 44 comunidades desperdigadas como un collar sin engarzar alrededor de San Javier. Asoman al costado de la ruta 4, en precarios puestitos donde las niñas vocean refrescos, yuca frita, arroz con leche, chicha (jugo de maíz o maní), somó (chicha con semilla), pan marraqueta y chipilo (plátano frito y salado), sin disimular su timidez.

El casco urbano de San Javier es un modesto caserío de tejados a dos aguas, a la sombra de la monumental obra de arte pergeñada por el religioso, músico y arquitecto suizo Martin Schmid en el siglo XVII: el diseño de la iglesia remite a un chalé centroeuropeo, cargado de ornamentación barroca en cedro tallado, tirantes del techo de tejas de cuchi (quebracho colorado), paredes de barro, pila bautismal de bronce y campanario sostenido por troncos del árbol momoqui. Una vistosa joya, replicada apenas con detalles diferentes, a 60 km de San Javier: en Concepción se devela uno de los misterios que la cultura chiquitana ocultó durante tres siglos. Fue otro helvético inquieto, el arquitecto Hans Roth, quien en 1972 se animó a indagar el contenido de unos cofres polvorientos, olvidados en dependencias de las iglesias jesuíticas, que el abandono parecía consumir a fuego lento.

La tarea de restauración de los templos le llevó 27 años, hasta su muerte en 1999. A lo largo de esa gesta llena de contratiempos, Roth descubrió unas cajas de cuero y extrajo los papeles ajados de 3.052 partituras, libros de bautismos, defunciones y matrimonios (el más antiguo está fechado en 1738) y consignó en su diario: "Gran parte están deterioradas, sucias, gastadas y quemadas en las orillas, falta gran parte de las tapas y los cuadernillos son meras hojas sueltas". A partir de la apertura de la Sala de Restauración y la recuperación del material, el panorama que desanimó a Roth fue cambiando, en un minucioso proceso hoja por hoja, todavía inconcluso.

Del silencio a los ruidos molestos

El techo a dos aguas de la Catedral de Concepción dibuja una gigantesca "v" invertida frente a la plaza de Concepción. Sólo las figuras esbeltas de cuatro palmeras -que indican los puntos cardinales- y la cruz central parecen desafiar la opulencia de la obra cumbre. Repentinamente, la atmósfera silenciosa de la Chiquitanía sucumbe ante el paso alocado de las mototaxis.

Sin embargo, no parece haber motor capaz de interrumpir el sueño profundo en el hotel Chiquitos. En lo mejor de ese momento sublime -alrededor de las 4 de la madrugada-, dos golondrinas inoportunas deciden anidar debajo del tejado. Raspan el cielorraso de cañas sin ningún miramiento, se ganan una serie de maldiciones y el descanso se hace trizas, hasta que el canto de un gallo piadoso ordena levantarse.

Unos minutos más tarde, la Chiquitanía y su gente vuelven a prodigar su característica hospitalidad. Osvaldo Parada Achával, el dueño del hotel, se ríe a carcajada limpia del desplante de los pájaros e invita un delicioso paseo por el parque, teñido de los fucsias de algunas de las 627 variedades de orquídea que cultiva.

En las afueras del pueblo, las sesenta familias de la comunidad Guayaba se esmeran por ofrecer el auténtico desayuno chiquitano. Sacudidas por el ritmo de la Banda Guayabera, las mujeres sirven sus masas en una enorme hoja de plátano. Desfilan panes de arroz, masacos (plátano con charque), yuca y roscas de maíz, mientras las tejedoras en liencillo trabajan a la vista y el maestro tallador Sebastián Supayabe le saca lustre a un ángel en madera.

04 septiembre 2009

El Mercado de las Brujas, en Bolivia

Uno de los países mas pequeños de América del Sur es Bolivia. Una tierra con mucha historia que realmente merece tener otro presente y que en un recorrido latinoamericano no puede faltar porque aquí está el Lago Titicaca, Tiwanacu, Cochamababa, La Paz y otra serie de ciudades y sitios que son increíbles.

Precisamente en La Paz tenemos uno de los paseos mas recomendables para los turistas: el Mercado de las Brujas o Mercado de la Hechicería. Este mercado se arma en el cruce de las calles Jimenez y Linares, entre Sagarnaga y Santa Cruz, y aquí los puestos están llenos de objetos, hierbas, ranas disecadas y abalorios varios que forman parte de los rituales aymará.

Este mercado pintoresco está situado en el medio del mercado mas turístico de la ciudad, el Mercado de La Paz, y como os dije apunta a aquellas personas que andan buscando hierbas, remedios caseros y una gran variedad de ingredientes con la intención de manipular a los espíritus de la cosmogonía aymará así que hay insectos, polvos mágicos, plantas, sapos y ranas disecadas y vaya a saber qué más.

De todas formas el producto por excelencia del Mercado de las Brujas es el feto de llama disecado, algo bastante llamativo para el ojo occidental. No deja de resultar un poco espeluznante, pero este tipo de objeto suele comprarse para enterrarlo en la tierra como ofrenda a la diosa Pachamama, especialmente cuando se construye un edificio nuevo o se emprende un negocio. La idea es que la Pachamama proteja a los trabajadores y posteriormente traiga buena suerte al negocio.

Bien, que pasear por el Mercado de las Brujas es toda una experiencia y os vais a cruzar con los yatiri o hechiceros-doctores que están vestidos con ponchos y sombreros negros. ¡A no asustarse!

Información práctica sobre el Mercado de las Brujas: Tomar fotos no está muy bien visto así que conviene ser cliente y preguntar antes de animarse a tomar una.

07 mayo 2009

Bolivia Tan cerca del cielo

Puedo?, ¿cómo se hace?", le pregunta el estadounidense Kevin al guía que va al mando de la 4x4, antes de tomar unas hojas de coca de la bolsita de nailon, para dar sus primeros pasos en el coqueo, esta tradición tan ancestral como necesaria. Ancestral porque aquí, en Bolivia, todo el mundo lo hace desde siempre, con toda naturalidad. Y necesaria, ahora, porque ayuda a soportar la altura, que para cualquier visitante desprevenido puede ser un problema. A más de 3.600 metros sobre el nivel del mar, comprendemos por qué a la Bolivia andina algunos le dicen "el techo de América", y otros "el Tíbet sudamericano". En todo este recorrido nunca estaremos por debajo de los 2.700 metros -llegaremos a rozar los 5.000-, y nos sumergiremos en una cultura milenaria, con raíces que se nutren de quechuas y aimaras, las lenguas que todos hablan por aquí.

Pero volvamos a la 4x4, que comienza a internarse en el blanco eterno del salar de Uyuni, el más grande del mundo, con 10 mil millones de toneladas de sal repartidos en nada menos que 12 mil km2. A 3.650 metros más arriba que el mar, es uno de los paisajes más sorprendentes que la mente pueda imaginar: un inmenso, interminable desierto blanco y duro, que las lluvias inundan por sectores provocando espejismos mágicos, con reflejos que confunden suelo, cielo y nubes, aquí tan cercanas. Es también uno de los destinos más visitados de Bolivia, porque aquí todo sorprende; desde el pequeño poblado de Colchani, donde las familias de los trabajadores de la sal venden artesanías -llamitas, ceniceros, cajitas, todo hecho en sal- hasta los hoteles construidos íntegramente con ladrillos de sal y la Isla del Pescado, pedregosa y poblada de cactos, en medio del espejo blanco.

"Es genial, un experto en todo", dice Kevin sobre Vico -el guía, que maneja, cocina, cuenta historias, cambia cubiertas y, como mecánico, auxilia a otras camionetas que hacen el mismo recorrido-, cuando nos trae el almuerzo que acaba de preparar: bifes de llama acompañados de quínoa, verduras y frutas. El reflejo lastima los ojos, pero las fotos no pueden esperar. Luego será tiempo de volver a la camioneta para salir del salar por el otro lado -más de media hora de viaje recto, a buena velocidad- y pasar la noche en un refugio construido con ladrillos de sal -hay paredes, mesas y bancos de sal- en Chuvica, un puñado de casas de adobe a orillas del mar blanco. Luego de la cena, bajo un cielo tapizado de estrellas, con Damiana, Kevin y su novia Aren, el austríaco Lorenz y la chilena Fernanda, buscamos estrellas fugaces: 4 en pocos minutos. Y el frío nos lleva a la cama.

Son las 4 de la mañana cuando Vico golpea la puerta de la habitación del refugio a orillas de Laguna Colorada, en medio del más árido altiplano, de belleza cruda y flamencos andinos. Los seis integrantes de la excursión nos levantamos refunfuñando y salimos al frío de la mañana - aún noche. Se sienten en los huesos los varios grados bajo cero que escarchan pastos y parabrisas. Dos horas más tarde, cuando el sol empieza a asomar entre las montañas, lelga la recompensa: calzarse el traje de baño y correr -hace mucho frío- a la pileta natural con aguas termales que brotan a casi 40° C del volcán Sol de Mañana, a casi 5.000 metros sobre el nivel del mar.

El valle tapizado de casas

A unas 8 horas en tren desde Uyuni está Oruro, ciudad que supo vivir tiempos de gloria por la minería y que hoy es famosa por su multitudinario y alegre Carnaval. Quien no llega en épocas carnavalescas, sin embargo, puede revivir parte de ese espíritu en la calle de La Paz, donde se suceden los talleres en los que mascadores y bordadores confeccionan los coloridos y costosos trajes para Diabladas, Morenadas y demás.

Y de esta calle a La Paz, pero la ciudad, hay unas tres horas de bus y una bienvenida impactante: se atraviesa el populoso barrio de El Alto, que creció hasta transformarse en una ciudad en sí misma, que custodia La Paz desde los cerros que la rodean. Desde allí, la vista es impresionante: una gran olla que se hunde 400 metros hasta el fondo del valle, completamente tapizado de casas color ladrillo, que parecen trepar los cerros. Al fondo, el Illimani, de más de 6.400 metros; abajo, los altos rascacielos que rodean El Prado, la avenida principal de la ciudad, que la atraviesa de lado a lado: en el Norte, La Paz populosa, ruidosa, siempre movediza, con un tránsito caótico e ininterrumpido de minibuses y con interminables y coloridos mercados callejeros. En el Sur, la ciudad elegante, de altos edificios vidriados, camionetas 0 km y prolijos supermercados.

Conviene tomarse con tiempo La Paz; no sólo porque caminarla exige ir parando de tanto en tanto para recuperar el aliento -los 3.600 metros de altura se sienten-, sino porque al segundo o tercer día el viajero se va acostumbrando a los ruidos -bocinas constantes-, a los aromas -se cocina, y mucho, en las veredas-, a la aventura de cruzar calles con autos y buses que no paran ante nada ni nadie, y se permite disfrutar sin reservas de sus joyas: la calle Linares, con sus mercados de artesanías y brujerías, la colonial calle Jaén y sus museos, la iglesia de San Francisco y los puestos de flores, o la plaza Murillo, con el Palacio Quemado -casa de gobierno- y la Legislatura.

La isla de las escaleras

Pero a sólo tres horas de bus está Copacabana, a orillas del lago Titicaca. En el lago navegable más alto del mundo -a 3.800 metros sobre el nivel del mar-, tomamos la lancha a Isla del Sol, que supo ser centro ceremonial de los incas y hoy está habitada por comunidades indígenas que ofrecen alojamiento -hay varios hostales muy bien puestos-, restaurantes y bares. Las cholas tejen y venden sus artes a los lados de la Escalinata de Yumani -nombre de una de las comunidades de la isla-. Casi 200 escalones de piedra preincaicos, que trepan hasta la cima de la isla, desde donde el paisaje -y el esfuerzo- dejan sin aliento. En toda la isla se preservan las milenarias terrazas de cultivo que, aún hoy, se siguen utilizando.

En el hostal Palla Khasa nos reciben como eso, es decir, como en casa: té de coca para recuperar energías, una mesa al aire libre con vista hipnótica al lago azul, la Cordillera Real coronada por el Illampu -casi 6.400 metros- y las costas de Perú al otro lado.

Más tarde, una ducha caliente ayudará a combatir el intenso frío de la noche. Los senderos, que discurren entre cultivos y llamas que miran fijo, llevan a pequeñas y tranquilas playas y a sitios arqueológicos como la roca sagrada o de los orígenes, de la cual, dice la leyenda, salieron Manco Cápac y Mama Ocllo a fundar la ciudad de Cusco, centro del Imperio Inca. También están la Chinkana o laberinto y el palacio inca de Pilkokaina, único por sus características constructivas. De frente, como agazapada, nos vigila la Isla de la Luna.

El esplendor colonial

Ahora el bus se toma su tiempo: 13 horas de curvas y contracurvas, de subidas y bajadas, para llevarnos de La Paz hasta la ciudad más blanca, limpia y elegante de esta parte de Bolivia: Sucre, la capital constitucional del país, la que aloja al Poder Judicial, la que fue fundada en 1538 como Ciudad de la Plata de la Nueva Toledo y se llamó luego Charcas y Chuquisaca. Declarada Patrimonio de la Humanidad en 1991, es una de las ciudades de arquitectura hispánica mejor conservada en toda América: calles limpias y empedradas, fuentes de granito, antiguas iglesias, una catedral señorial y casas con tejas y paredes muy blancas, que se pintan todos los años. Y especialmente ahora, cuando se prepara para celebrar, en 2010, el bicentenario del primer levantamiento independentista de América. Cerca de la plaza hay varios bares y restaurantes en los que se puede probar un buen pique macho, un plato típico que reúne carne de vaca, pollo y cerdo, salchichas, papas fritas y cebollas rehogadas. Si lo pide picante, aténgase a las consecuencias.

Cuatro horas de un bus que no para de subir y subir van de Sucre a Potosí, a casi 4.100 metros sobre el nivel del mar, una de las ciudades más altas del mundo. Hay que caminarla mucho para disfrutar ese esplendor colonial un tanto marchito pero digno, y recuperar el aliento en algún banco de la Plaza 10 de Noviembre -antigua Plaza del Regocijo-. Todo debe haber lucido muy parecido aquí hace cuatro siglos, cuando Potosí era una de las ciudades más grandes y ricas del mundo -llegó a tener 160.000 habitantes en el siglo XVII, más que París y Londres-, gracias a la plata que se extraía del Cerro Rico, con las minas más famosas de América.

Se dice que con tanto mineral extraído del cerro se pudo haber construido un puente de plata entre Potosí y España. Sí es seguro que esa riqueza permitió dotar a la ciudad de magníficas construcciones coloniales, como las 80 iglesias y monasterios que aún se yerguen en cada cuadra, y la monumental Casa de la Moneda, uno de los edificios coloniales más importantes de América. Tras más de 450 años de explotación, el Cerro Rico sigue dando riquezas, ahora a cooperativas en las que trabajan unas 7.000 personas, en más de 400 bocaminas.

Por esa historia viva que aún no se detiene, la excursión a las minas es en Potosí casi una obligación. Adentrarse en las venas todavía abiertas de América Latina y brindar con los mineros, el Tío -el Diablo, a quien se venera en las minas- y la Pachamama, es una de las experiencias más impactantes que se pueden vivir en esta bellísima Bolivia indígena, en las alturas de los Andes.

28 marzo 2009

Bolivia: Entre anacondas y delfines rosados

Un sueño reparador y en pie a las 7.30 horas para completar un plan sugerente. Ir en busca de la temida anaconda en la selva boliviana. No fue fácil encontrarla. Su cuerpo huidizo y la escasez de charcos en los que viven dificultaron su búsqueda. El brillo del rocío pronto dio paso a un sol que derretía. Dos horas y media de caminata por la sabana tuvo su recompensa. Una anaconda de escasos dos metros se enrolló en las piernas del guía para nuestro disfrute. Pueden matar a un hombre, ésta no, por suerte. Nosotros no pudimos tocarla, los repelentes que usamos para ahuyentar (es un decir) a los mosquitos le mataría. Son muy sensibles al contacto con la piel.

Con el objetivo cumplido, las miradas al regreso pusieron más atención a todo aquello que nos rodeaba, como esa piel mudada de una serpiente, al esqueleto de un mono que yacía sobre el tronco de un árbol, o esa amenazante colmena repleta de abejas. Por el pasto llegamos a una nueva laguna rodeada de azules flores que reposaban sobre el agua. Las sorpresas del día no habían concluido.

De nuevo en el bote, la siguiente parada sería un baño junto a delfines rosados. Por fin tendría la ocasión de verlos e incluso de sentirlos. En una zona donde el río se ensancha en forma de meandro, se detuvo la barca. En ese instante, un caimán que descansaba en la orilla saltó hacia el agua en nuestra dirección de forma estruendosa. ¿Acaso sería allí dónde íbamos a sumergirnos? La respuesta afirmativa del guía no resultó tranquilizadora. “Donde están los delfines rosados, no están los caimanes. No hay nada que temer”.

Esperanzada, pero con recelo de que así fuera, me tiré a al agua. Ese color chocolate del río impedía ver cuál era la ubicación de los delfines, tan sólo sus resoplidos’ alertaban de que estaban muy cerca. Pero pronto se volvían a sumergir y les volvías a perder de vista. Un juego sin fin que duró algo más de una hora. No te tocan, al menos que sientan que eres su amigo’, en ese caso te mordisquean los dedos de los pies. Es cuestión de confianza. La misma que tienes que tener de que los caimanes que te observan desde la orilla no se van a arrojar hacia donde tú estás.

Concluida esta experiencia, el sol iba cayendo. Rojo potente se escondió entre la maleza, iluminando de una forma muy especial el horizonte. Ya por la noche surgió el espectáculo: la vida nocturna de los caimanes estaba a tan sólo dos palmos de nosotros. Iluminar con linternas los cañaverales y las orillas de los ríos fue descubrir esos ojos rojos, amenazantes, ensangrentados, como si de bombillas se tratara. Una exhibición que enmudece las palabras.

Por Mar Peláez

05 diciembre 2008

Consejos sobre seguridad en Brasil

A la hora de plantearse cualquier tipo de viaje, mucha gente se preocupa por diversos factores encontrando siempre la seguridad como uno de ellos, y de los más importantes.

Gran parte de Sudamérica tiene mala fama respecto al tema. Tras dos semanas de viaje y una buena charla con Juan, un amigo colombiano que encontré hace unos días en el hostal de Sao Paulo, cada vez me doy más cuenta del gran poder de persuasión que tienen los medios informativos. El turismo de países como el suyo -Colombia- se ve seriamente afectado por la imagen que se da en los medios de los mismos. Él me comentaba que la gente sigue creyendo que el país está inmerso en una guerra diaria con los narcos y resulta que éso fue hace 10 anos y ahora todo está muy tranquilo. Y no sólo lo dice él, sino también Isa -española-, Jacob -australiano- y Emmo -holandés- con los que he hablado del tema en el último mes (con Isa hace más) y no dudan en colocarlo en el top 2 en sus destinos en toda Centro y Sudamérica.

Brasil no es un país extremadamente seguro y quizás sea justo decir que su estándar de seguridad se encuentra por debajo del que tenemos en la mayoría de países europeos, pero de ahí a las afirmaciones de que no puedes ir ni con un paquete de cigarros a la playa de Copacabana porque te lo roban seguro, hay un trecho.

Hasta ahora hemos pasado unos días en las dos urbes más grandes de brasil: Río de Janeiro y Sao Paulo, sin tener ningún percance en ninguna de ellas.

En ambas te aconsejan que evites los transportes públicos a partir de la caída de la noche y nosotros hemos montado en autobús y metro a las 11 de la noche sin tener ningún asomo de percance. A ver, si te coges el bus que pasa por todas las favelas de la ciudad, claramente multiplicas tus posibilidades de ser robado, pero eso es así en todas partes, imagino.

Por el día, incluso fuera de las zonas más turísticas como el centro de la ciudad o el Barrio de Santa Teresa en Río, o la Praça do Sé en Sao Paulo -donde los vagabundos duermen en la plaza a cualquier hora- no percibimos ninguna situación de peligro.

Sólo tuvimos una anécdota reseñable que fue cuando la policía encerró a un bus en pleno centro de Copacabana y los agentes salieron corriendo pistola en mano tras un tío que escapó del bus. No sé con qué frecuencia ocurren este tipo de cosas pero allí había una cámara para filmar el tema, así que imagino que cierta excepcionalidad tendría.

Eso sí, debes siempre tener cierto cuidado con algunas cosas como:
  • No caminar por alrededores de favelas -u otras zonas que te puedan parecer demasiado solitarias o conflictivas- a partir del anochecer y nunca por dentro de ellas.
  • No dejarte ver como un guiri auténtico por zonas poco turísticas. O sea, no me vayas con el pasaporte asomándote del bolsillo, la cámara y la riñonera. Así te roban en cualquier ciudad, aunque sólo sea por pringao.
  • Intenta no llevar grandes cantidades de efectivo contigo por la calle. Si las llevas, al menos repártelas en diferentes lugares.
  • Cuando vayas a pagar algo no saques un gran fajo de billetes y te pongas a contar delante de la gente. Se entiende que estés un poco oxidado con el tratamiento de moneda nueva, pero eso no quita para que sepas más o menos cuanto dinero llevas y cómo lo tienes repartido. Mírate el tema antes de salir de casa o del hotel.
  • No vayas demasiado asustado. Si vas por la calle apretando la mochila contra ti con cara de tensión, con los tendones marcados y mirando para todos lados, puede que lleves un llavero del Naranjito en la bolsa, pero alguien puede pensar que son los planes del punto débil del Pentágono como mínimo. Lo mismo si cada 10 minutos te ajustas el cinturón donde llevas el dinero justo por debajo de los gayumbos. A este movimiento tan casual le suele acompañar un buen goterón de sudor y una mirada nerviosa del tipo: ¿me habrá visto alguien?
En ciudades más pequeñas nos hemos mezclado con la gente en bares y demás y no hemos tenido ningún problema.

¡Así que haced la mochila y disfrutad!

03 noviembre 2008

Bolivia: En la ciudad de la plata

La primera mirada invita al silencio, a la contemplación minuciosa de los detalles. Potosí, la antigua ciudad de la plata, marcha con un ritmo calmo y guarda aún en sus entrañas las memorias de un tiempo en el que supo ser una de las poblaciones más importantes de América, con 160.000 habitantes en el siglo XVII. Transitar sus callecitas adoquinadas, de veredas casi inexistentes, implica sumergirse en las huellas de la colonia, sobre todo en el aspecto arquitectónico.

Ese pasado de esplendor ya no existe, aunque hoy la ciudad se ilumina con sus múltiples fiestas populares, que rescatan el valor de la tradición y la hermandad de un pueblo esencialmente minero.El departamento de Potosí es uno de los nueve en que se divide Bolivia, al sudoeste del país, en las planicies de la Cordillera Oriental de los Andes.

Declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en 1987, la ciudad se ubica a más de 4.000 msnm, lo que la convierte en la segunda más alta del mundo. Sin embargo, está sumergida en un valle ondulado, lo que le da a sus calles una pendiente permanente. Por eso, para conocerla sin sufrir el rigor de la altura conviene caminar sus calles sin prisa y, de paso, apreciar así cada detalle.

Desde los cerros circundantes se puede observar casi por completo la totalidad de las casitas, los edificios de su centro cívico y la imponente construcción de la Universidad Tomás Frías.

La plaza y los templos

El primer vistazo a la ciudad puede darse desde la plaza mayor, eje central de las fiestas locales y de su riqueza cultural.

A unas cuadras, en los mercados, tejen y venden sus productos las cholitas, vestidas con ropa hecha a mano como sus ancestros quechuas. Algunos de sus descendientes, en cambio, ya se han adaptado al incontenible paso de la modernidad.

En el camino aparecerá alguna de las 80 antiquísimas iglesias, templos y monasterios de la ciudad, algunos con varios siglos de historia. La Torre de la Compañía, con tres cúpulas y 32 columnas salomónicas, es una muestra de la espiritualidad de la época. Poco más adelante (18 kilómetros camino a Oruro), los baños termales de Miraflores y sus sulfurosas aguas proponen un día a puro relax, bajo un magnífico marco natural.

Pero si de recuperar energías se trata, cómo no probar la cazuela de Potosí, una sopa a base de maní, con papas, arroz, carne o pescado; o los chambergos, roscas de harina con azúcar molida. Para los más valientes, el desafío será el picante de pollo, con ají amarillo en cantidades considerables. Pero si la idea es recorrer la ciudad sin pausa, lo ideal no es ingerir comidas pesadas que hagan de la altura un verdadero rival.

Mitos y leyendas

La excursión más requerida, que se puede contratar en alguna de las decenas de agencias del centro de la ciudad, conduce a las minas que, según recientes estudios, aportarán riquezas durante 500 años más.

Mitos y leyendas se entrelazan en torno de su cerro Rico. La más nombrada cuenta que fue el indio Diego Huallpa, buscando una de sus llamas, quien subió al cerro y arrancó unas matas de paja donde brotaba una veta de plata del tamaño de un hombre, como una vena emergente del corazón de la tierra.

Descubierto el tesoro, llegaron los españoles desde Porco, donde ya se trabajaban minas desde la época incaica, para hacer de esa montaña un milagro económico que benefició a Europa.

La extracción de plata, estaño y otros minerales sigue siendo una de las principales fuentes de ingreso de gran parte de la población de Potosí.

Al llegar a la mina se acostumbra comprar hojas de coca para agasajar a los mineros, quienes permiten a los viajeros conocer el lugar que les da y les quita la vida, ya que es difícil que un minero pase los 45 años de edad.

Sólo unos pasos por los estrechos caminos alcanzan para comprender la dureza de su trabajo en los más de 5.000 túneles de la montaña.

Todo el tiempo se habla del "Tío", el espíritu que, según los mineros, habita las minas y es dueño de la riqueza escondida y de la vida de los hombres.

Los mineros brindan a su nombre, le ofrendan hojas de coca y le piden permiso para realizar la extracción de metales. Sus imágenes aparecen en cada uno de los socavones.

Otro de los imperdibles de la ciudad de Potosí es el Museo Casa de la Moneda. Su edificio es para los expertos una de las construcciones más importantes de la arquitectura colonial de Sudamérica. Sus salones atesoran pinturas, esculturas, monedas y hasta momias, que la visita guiada permite observar y admirar.

En el primer piso del Museo, bajo riguroso control, descansan tres inmensos conjuntos de engranajes de madera, como paletas de viejos barcos a vapor: son las maquinarias de laminación para acuñar monedas, que siglos atrás producían para gran parte del mundo.

En su planta baja todavía se puede observar en el piso la marca circular de los animales y las pisadas de los indígenas, que hacían girar los engranajes para convertir el metal en monedas. Vigas de cedro soportan pisos y techos, y sus piezas fueron traídas una a una desde España.

Una importante colección de cuños y troqueles termina por ofrecer la inolvidable experiencia de hacerse una moneda propia, como recuerdo del paso por la ciudad de la plata.

17 julio 2008

Bolivia: Coroico



Es el tesoro turístico de los Yungas, a tan solo tres horas de La Paz, el camino sin ninguna duda es peligroso, no en vano se gano el lúgubre apodo de 'Carretera de la Muerte', por donde el turista puede bajar en bicicleta, considerándolo de este modo como Turismo de alto riesgo, teniendo hoy en día muchos adictos a esta ruta.

Desde paseos y caminatas, hasta trekking, bici de montaña, rafting, kayak en el río y canooping en los bosques de El Jiri en la comunidad de Charobamba, el turista tiene una infinidad de actividades que puede elegir.

Entre los circuitos más promocionados actualmente están los de Coroico-Uchumachi, Coroico-Puente Mururata-Tcaña, Coroico-Vagante, Cascadas y la Cumbre-Coroico, también los caminos del Inca, El Choro y Sillutinkara que se hacen de 3 a 4 días, en el trayecto se atraviesa parte del Parque Nacional y Área de Manejo Integrado Cotapata, la Ecovía Chuspipata, Chovacollo. Coroico, se realiza en dos días.



Posibilidad de disfrutar de un ambiente natural único y acogedor en medio de vegetación y clima tropical, es el lugar más visitado turísticamente de los Yungas. Los Yungas de Coroico son valles tropicales y húmedos con montes elevados cubiertos de tupida vegetación y ríos impetuosos que corren entre ellos. La temporada recomendable es de Junio a Septiembre excepto en época lluviosa.

19 marzo 2008

Bolivia: Tiwanaku

En Bolivia, a unos 70 kilómetros de La Paz, hay unas ruinas llamadas Tiwanaku. Ruinas que atestiguan que ya en el altiplano andino existía orden entre los humanos antes de la clásica Grecia. Culturas que sólo se pueden comparar con las de la Mesopotamia olvidada.


Tiwanaku fue una ciudad, es posible que fuese capital, de una civilización que surgió en el valle Pampa Koani, al sur del lago Titicaca, en la presente Bolivia. Se estima que esta ciudad ya existía cinco siglos antes de Cristo y perduró por más de 1500 años.

Realmente se sabe muy poco de esta civilización y de esta ciudad. En parte porque aun falta mucho por encontrar y reconstruir para poder tener una idea completa. Y en parte porque hasta hace poco todo lo que se encontraba era destruido.

Esta civilización, llamada la de Tiwanaku, tuvo su éxito gracias a sus extensos campos de cultivo. Se estima que su agricultura era capaz de abastecer la población actual de Bolivia. También eran buenos guerreros y llegaron a conquistar todas las otras culturas alrededor del lago y gran parte del altiplano. Mantuvieron comercio con otras regiones, llegando hasta las costas de Chile y las zonas tropicales de la cuenca amazónica.

Esta civilización abandonó sus ciudades y templos en el siglo XII, según la conclusión de los expertos en estos estudios. Existen teorías de terremotos (sin base científica), ataques de otras culturas (¿cuál?), y secas (¿y qué del lago y las montañas nevadas?). Es posible que Tiwanaku haya sido víctima de una de estas desgracias, o es muy posible que haya sido una revolución interna. Todo lo que se toma es un habla bonito que diga que lo existente no es bueno. Cuantas veces hemos oído las promesas de justicia e igualdad, sólo para terminar la gente en la guillotina o el paredón. Y a la historia después se le olvida el cuento.

Par de siglos más tarde surgieron los Incas, con su sede en Cusco. Poco después llegaron los europeos y ahí fue donde todo lo que estaba a la vista en Tiwanaku desapareció. Todo lo que no era de la religión de los evangelizadores era pagano y por tanto fue destruido. Las piedras sirvieron de paredes para las nuevas casas y las iglesias. Por último lo que quedó se dinamitó para ser usado como grava en la línea del ferrocarril.
Sin embargo tal parece que la tierra sabe lo que hace porque gracias al destrozo Tiwanaku ya no es más que una sombra de lo una vez fue. Una sombra que ahuyenta al que sólo quiere mirar y atrae al que de veras quiere apreciar. Sea su viaje científico, turístico, o espiritual, allí encontrará la paz para reflexionar.

En realidad Tiwanacu no son ruinas de piedras para el turismo. Es un templo vivo y como tal nosotros respetamos. Allí se congregan cientos, tal vez miles, de personas los días que la comunidad estima sagrados. El Año Nuevo de la cultura aymará, predominante en esa región, se celebra el 21 de junio. Ese día los rayos del amanecer penetran por la puerta del templo Kalasasaya e iluminan al impresionante Monolito de Ponce. Ese amanecer todo creyente está en Tiwanaku, al menos en alma sino es en cuerpo.

Tras el Monolito de Ponce, hay otro en otra sección del templo, vimos unos altares de piedra. Nos dijeron que en ellos se hacen las debidas reverencias de acuerdo a la ceremonia que se esté efectuando. Los peregrinos traen ofrendas de flores y hierbas santas.
Desde La Paz puede tomar un tour hasta Tiwanaku. Si su visita es simplemente académica en un día puede hacer todo el recorrido. Si es de creencias, le recomendamos que se quede en el pueblo de Tiahuanaco una o dos noches. Existen otros lugares cercanos que también puede visitar.

07 marzo 2008

Bolivia: Copacabana


Copacabana es un pequeño pueblito en Bolivia. Lo encontramos en las orillas del lago Titicaca, en una península que se une a tierra firme en Perú. Porque este majestuoso lago es frontera entre Bolivia y Perú. Mas sin embargo la península se encuentra en el lado del Perú pero pertenece a Bolivia. Para llegar a Copacabana en automóvil desde La Paz, sin pisar territorio del Perú, es necesario cruzar el lago. Lo cual no es ningún problema porque en el Estrecho de Tiquina tienen unas barcazas donde cruzan los ómnibuses llenos de personas.



Tal vez ir a Copacabana no indique tener significado alguno, excepto por las vistas que son increíbles y las truchas del lago que son una exquisitez. Sin embargo es en Copacabana donde está el santuario de la Santísima Virgen de la Candelaria, o como también le llaman, la Virgen de Copacabana. No vamos a entrar aquí en diferencias de religiones pero si quiere ver fe en los creyentes, visite esta iglesia. Dicen que esta imagen de la virgen es sumamente milagrosa.



También nos dijeron que los sábados aquello se llena porque toda persona, incluyendo los residentes de La Paz, que ha adquirido un automóvil esa semana lo trae para bendecidlo frente a la catedral. El pueblito aunque pequeño es muy alegre y está bien equipado para el turismo. Si se llega hasta Bolivia trate de visitarlo, sólo las obras de arte en el templo son suficiente razón para darse el viaje. Nosotros, fuimos a conocer y venerar la Virgen de Copacabana.



fuente: caminandosinrumbo.com

20 febrero 2008

Bolivia lago Titicaca

El hombre siempre ha tratado de narrar lo que de las aguas del Titicaca no se ha podido llevar. Cuentan que bajo su superficie existen ciudades abundantes en oro y plata, pero aun no se han podido encontrar. Dicen que en sus aguas viven sirenas de canto dulce y mortal. Lo cierto es que crecen unas truchas allí de sabor excepcional. Y muchas, muchas leyendas más, que si no son ciertas, por lo menos entretienen toda una noche.




Al Titicaca le llamaban el lago más alto del mundo. Entonces, después de ser desaprobado, le calificaron como 'navegable'. Sólo para más tarde volver a rectificar. Se ha dicho que no tiene fondo, pero los instrumentos modernos hasta una medida le han dado. Y para los que necesitan números exactos, aquí le damos algunos datos, de lo preciso y mundano.
Este lago se encuentra en el altiplano andino, en la frontera entre Perú y Bolivia. La superficie abarca unos 9000 kilómetros cuadrados y descansa a unos 3800 metros sobre el nivel del mar. Su profundidad máxima se estima ser de unos 460 metros. Claro, todas estas medidas aumentan según la ferocidad de las lluvias. El lago actual es una muy pequeña porción de lo que una vez fue un inmenso mar.
Se conoce de varias culturas que por muchos años vivieron en las regiones de los altos Andes. Por lo menos dos de éstas lograron alcanzar el grado de imperios, a los cuales llamaremos civilizaciones para ser menos criticados. La civilización de Tiwanaku y la muy conocida de los Incas. Dos pueblos sumamente religiosos pero también avanzados. Lo interesante es que en la mitología de los dos se presenta el génesis con sus líderes surgiendo de las aguas del lago Titicaca. Muy posible que de verdad sea un lago sagrado.




Para el turista aficionado, no se preocupe usted que ya parte de este encanto está bien comercializado. Hay botes y lanchas de todos tipos y tamaños. Hay unas lanchas que navegan sobre esquíes y hay otras construidas de hierbas como las hacían hace cientos de años. También hay hoteles con saunas y restaurantes sirviendo delicias por platos. Visite el Restauran Panamericana en Huatajata y trate el cebiche y trucha del lago.



Dicen que en invierno, en el mes de agosto, ocurren tormentas en el lago. Nosotros estuvimos en marzo del 2001 después de una abundante temporada de lluvia. El Titicaca estaba crecido, sus aguas cubriendo más allá de sus límites usuales. Aun así, pudimos disfrutar y visitar todo lo que el camino nos indicó.El Titicaca es algo muy especial. Rodeado por montañas, algunas nevadas; de entre sus aguas se elevan islas que no son más que otros picos en la cordillera. En estas islas es donde la magia ocurre, según cuentan las leyendas.
Trate por todos los medios de llegar hasta la Isla del Sol. No sabemos toda su historia pero sí estamos seguros que es más extensa y colorida de lo que cuentan. Por lo menos va a encontrar un manantial de tres fuentes. No se preocupe de buscarlo, a todos los turistas nos llevan hasta allí. Al manantial que nos referimos le llaman la Fuente de la Juventud. De acuerdo al cuento de los guías, quien tome agua de él rejuvenece 10 años. A nosotros no nos interesa rejuvenecer ni un día, pero era tanta el agua que fluía que por absurdo que suene, diremos que fue una de las fuentes quien insistió. Con todo respeto bebimos y todo nos fue de maravilla.

Fuentes: caminandosinrumbo.com

26 enero 2008

Bolivia: La Paz


Es muy difícil describir una ciudad. De inmediato se ven los edificios, las calles, los comercios, pero el alma de toda metrópoli es sus habitantes. Una ciudad se puede recorrer en un día y sí, se puede decir que se estuvo allí; pero de nada vale. Para conocerla hay que disfrutarla, y ya eso se toma no menos de una vida. Sin embargo, en el caso de La Paz tenemos la osadía dado que durante nuestra visita hubo una sensación que no cedió, ni siquiera flaqueó. Si nos obligaran a describirla, no diríamos que es la capital más alta del mundo, o que es una urbe de un millón de almas que crece vertical en las laderas del cañón de un río o que parte de su población aun mantiene costumbres tal vez más antiguas que las de los propios Incas. Simplemente nos limitamos a describirla como la ciudad más romántica que conocemos.




La Paz es una ciudad muy interesante. En realidad no es la capital oficial de Bolivia, tal título le pertenece a Sucre. Pero es en La Paz donde reside el presidente y el poder legislativo. Nos dijeron que la ciudad se encontraba en un valle, mas la impresión que nos llevamos fue que se desplaza sobre las faldas de montañas que bordean un estrecho río. Hoy en día el río está cubierto en gran porción. Sobre su cauce encontramos la calle principal, la cual le llaman por varios nombres, incluyendo El Prado en una sección. El resto de la ciudad es cerro, subidas y bajadas que requieren del caminante piernas de hierro y pulmones de acero.
Hay mucho por ver en esta ciudad. Hay un Museo del Oro y varios de arqueología. Hay rascacielos modernos, bueno La Paz está en el cielo, y parroquias coloniales. Un mercado de artículos de hechicería y otro de artesanías. Pero lo que más nos llamó la atención fue la belleza de la mujer paceña.
Las paceñas caminan con tal porte y suavidad que parecen ir flotando sobre una nube. Muchas de ellas descansan el largo y abundante pelo suelto sobre el vistoso abrigo. Algunas fijan sus penetrantes miradas dentro de los ojos que las admiran, muy serenas y dulces como cuando una madre escucha a su niño. Causan un embeleso tal que se podría calificar de hipnosis, nosotros preferimos llamarle éxtasis. Disculpas pedimos a nuestras lectoras por no describir a los paceños, tal vez cuando regresemos logremos fijarnos un poquito más en la otra mitad de la población. Aunque vagamente recordamos haber visto muchos hombres bien parecidos en trajes muy elegantes.



Carmen, gracias
Un dato muy peculiar. Los dos domingos que estuvimos en La Paz, al mediodía bandas militares tocaron en la Plaza Murillo, frente a la catedral. No sabemos si es así siempre porque como nos despertaron, no queríamos saber de ellos. Sin embargo todos los domingos El Prado lo cierran al tráfico automovilístico y aquello es una gran fiesta todo el día. Allí sí pudimos disfrutar de la música. Tenemos entendido que son muchos los actos culturales que ocurren en la ciudad, muchos de ellos gratis al público en general.

Todas las tardes de la semana se nota mucha actividad en las calles y paseos. Los viernes nadie se queda en casa y por algunas aceras apenas se puede caminar. En los bancos de los parques las parejas sueñan hasta las horas de la madrugada. En los miradores se ven los jóvenes tomados de las manos disfrutando del fresco con tal tranquilidad que parecen no importarles si el mundo existe o no. Y en El Prado las muchachas y muchachos caminan en grupos y parejas, o bien conversando o bien sonriendo.
Tronco de un eucalipto en un mirador de La Paz.



Presenciamos dos casos en los que aparentaba haber surgido una discordia. Uno sucedió en un mini bus, en su mayor parte la población se traslada en mini buses. La muchacha miraba hacia afuera mientras que el muchacho le rogaba y acariciaba la mejilla con suaves palmaditas. Ella, dándose su lugar, lo ignoraba con seriedad. Cuando por sorpresa nos vio observándoles en desánimo. No sabemos si se cansó de ser firme o se compadeció de él, y de nosotros. Sus ojos le dieron una vuelta al mundo, soltó una alegre carcajada, volteó la cara, y le besó. Nosotros seguimos nuestro camino. En el otro caso tal parece que el muchacho le había gritado a la muchacha. Lo cierto es que muchas personas los estaban mirando. Tanto así que el público insistió en que un renuente policía tomara parte en el asunto. Cuando el oficial se les acercó, ellos se abrazaron y la intranquilidad se terminó
Para muchos de ustedes estos incidentes tal vez no tengan ninguna importancia. Nosotros conocemos lugares donde son sumamente raros. Para aquellos que saben de lo que hablamos, considérenos testigos de que en La Paz, Bolivia, aun existen valores humanos.

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