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16 abril 2010

Turismo: El rincón de las buenas artes

En el paseo costanero de la ciudad de Formosa en Argentina, frente al río Paraguay, el viajero se topa con los amplios pabellones de la "Casa de la Artesanía" dependiente del Instituto de Comunidades Aborígenes de la provincia.

Aquí se venden obras originales de los tobas, wichis y pilagás. Esas son las tres etnias formoseñas: treinta mil personas que cotidianamente trabajan en los obrajes y en el campo, en los aserraderos y hornos de ladrillos. Muchos de ellos son, también, buenos tejedores, escultores o alfareros. En los salones de la "Casa de la Artesanía" -ubicada en San Martín 802- es posible enterarse de los secretos de su trabajo: ellos mismos, los artesanos, cuentan lo que hacen ante los turistas dispuestos a oír sus historias y a no regatear por la compra.

Aquí hay cestería pilagá hecha con hojas de palma, carandillo y totora. Abundan los tapices wichis tejidos en lana de oveja coloreada con tinturas naturales, que hacen recordar los diseños del arte abstracto. No faltan las tallas wichis de figuras humanas en madera perfumada de palo santo con incrustaciones de hueso o las tradicionales "yicas", que son bolsos de mano tejidos con "chaguar", una fibra vegetal que crece en la orilla de los ríos. Los tobas se destacan por sus cacharros de cocina en arcillas y cerámicas -con figuras de búhos, palomas y tucanes- de color blanco y negro. También hacen estupendos arcos de caza.

Técnicas ancestrales

A la hora de definir la compra, es bueno que el turista sepa todo el trabajo que hay detrás de una artesanía para apreciarla en su real valor. Por ejemplo: conseguir veinte tiras de fibra de "chaguar" para hacer un ovillo lleva todo un día. Un bolso de mano -una "yica"- necesita tres ovillos de distintos colores, pero además la tarea de hilar y tejer lleva una semana de trabajo cuando el bolso es de gran tamaño. Colorear el tejido también lleva su tiempo, se hace con resina de algarrobo y semillas de guayacán. Las tallas en madera de palo santo con formas de pájaros -como los colibríes, cardenales y calandrias- se lijan a mano, igual que los encastres de hueso. Y además el lustrado de la madera se hace con cera silvestre que debe buscarse en el monte. El resultado final es, entonces, el fruto de la paciencia.

En la provincia de Formosa hay 110 comunidades estables de aborígenes: 32 son tobas y viven en el este del territorio, en la zona que va desde el río Paraguay hasta Pozo del Tigre.

En el centro de la provincia viven 15 comunidades pilagás, ubicadas en Pozo del Tigre, Las Lomitas y Fortín Soledad. Al oeste, hacia Salta, existen 63 comunidades wichis. Hay mucha influencia guaraní en el este formoseño, algo que se destaca en las comidas a base de mandioca, maíz, batatas y zapallos, o en el popular "tereré" -que es el mate frío- o en el uso de ropas de lona para entrar al monte, o en las polcas y chamamés.

En cambio, hacia la región salteña y santiagueña pesa en Formosa la cultura quechua: hay comidas a base de carne, se usan ropas de cuero -polainas, guardamontes- y la música trae aires de bagualas, coplas, zambas y chacareras.

Claro que, como ocurre en las culturas aborígenes, hay roles bien marcados: tejer es cosa de mujeres, tallar la madera es cosa de hombres.

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