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21 julio 2009

Chile: Diario de viaje "Al otro lado de los Andes"

El viaje a Chile cobra sentido antes de llegar a destino. En el preciso instante en que el avión sobrevuela los picos nevados de los Andes, uno siente que para describir la sensación de volar sobre esta maravilla natural no alcanzan las palabras. O sobran. Y después de un sinfín de reflexiones, comienza una compulsión por fotografiar las montañas. ¿El resultado? Imágenes preciosas, con el sol dorando las nieves eternas, que aparecen como una maqueta pintada a la perfección sin lograr hacerle justicia al paisaje real.

Es posible que esta vista -la aérea- sea la más espectacular e intimidante, pero lo cierto es que la Cordillera estará en todo momento en el horizonte de Santiago. Una ciudad marcada por los contrastes entre su casco histórico y los barrios modernos; con próceres familiares -empezando por el mismísimo San Martín- y los anuncios de festejos para el Bicentenario en 2010; y la gran demanda del turismo de negocios y convenciones. Pero al mismo tiempo, la capital chilena funciona como la puerta de entrada para la mayoría de los destinos turísticos, con rutas que parten hacia el desierto del norte, los lagos del sur, los cercanos centros de esquí y la diversidad que presenta el Valle Central, con sembrados agrícolas y viñedos, desde las montañas hasta la costa marina.

Aun para quienes ya conocen la ciudad, lo mejor es recorrer primero el Centro Cívico de Santiago. Se trata del área donde se concentran las principales dependencias y edificios de gobierno, como el emblemático Palacio Presidencial La Moneda de cara a la Plaza de la Constitución. En tanto, frente a la fachada sur de La Moneda -como se lo llama en forma coloquial- se sitúa la Plaza de la Ciudadanía, en cuyo subsuelo fue inaugurado un centro cultural, que posee exposiciones permanentes e itinerantes.

A pocos metros se encuentra la histórica Plaza de Armas -surgió con la fundación de Santiago de Nueva Extremadura, en 1541-, flanqueada por la Catedral Metropolitana y el Museo Histórico Nacional. Imperdible, su recorrido se remonta a la Conquista Española y termina en una vitrina con los restos de los anteojos de Salvador Allende y la portada del diario El Mercurio de 1973: "Junta militar controla el país".

Muy recomendable, para conocer el Parque Metropolitano hay que tomar un funicular y subir por el cerro. La primera estación es el zoológico, y luego, sigue hasta la cima. Allí encontramos una cantidad insospechada de ciclistas, contemplando la panorámica de la ciudad y mezclados con extranjeros que compran souvenirs y el típico mote con huesillo.

En plena hora "del taco" (hora pico) y un tránsito caótico, llegamos a Sanhattan. Así llaman los chilenos a la zona más moderna de la ciudad, proponiendo un juego de palabras entre Santiago y Manhattan. Un ejemplo de esta cara santiaguina es el flamante hotel W, con un concepto innovador, urbano y sofisticado. En el rubro gastronómico se destaca Puerto Fuy, que ofrece detalles como cata de cervezas y de sales, una carta de aguas, ocho tipos de azúcar y perfumes para postres.

Hacia Viña del Mar y Valparaíso

En una hora y media de auto llegamos a Viña del Mar, moderna, alegre, balnearia, soleada. En "la ciudad jardín" (siempre hay flores) se respira un aire de veraneo permanente, aunque estemos en invierno. También junto al Pacífico se encuentra Valparaíso, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Recuerda a Nueva Orleans, a las construcciones sobre los morros de Río de Janeiro, a la bahía de San Francisco, a Nápoles... Tiene algo de todos y de nadie que la hace única. Como los ascensores para subir o bajar de los cerros, las calles de los ateliers, el Paseo Atkinson y el famoso Café Turri. Aquí -como en La Chascona de Santiago, o en Isla Negra-, están presentes las huellas de Pablo Neruda. La Casa Museo La Sebastiana tiene escaleras angostas, objetos personales, rarezas -hasta un caballo de calesita en el comedor- y ventanales hacia las casas coloridas y el mar.

Entonces, un fragmento del autor de "Una casa en la Arena" lo resume todo: "El Océano Pacífico se salía del mapa! No había dónde ponerlo. Era tan grande, desordenado y azul que no cabía en ninguna parte. Por eso lo dejaron frente a mi ventana".

Se asciende al parque metropolitano de Santiago en funicular, y desde la cima se aprecia la ciudad con la Cordillera de fondo.

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