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25 julio 2009

Argentina: Ushuaia, el fin del mundo o donde todo comienza

Kenai mira con insistencia, ansioso, a Martín, el conductor de un trineo a punto de partir tirado por una formación de ocho perros huskies siberianos y alaskanos, en Llanos del Castor, un centro invernal cercano a Ushuaia, en Tierra del Fuego. Kenai sigue mirando fijamente hasta que Martín grita la esperada orden: "¡Okeeeeyyyy!" Entonces sí, se da vuelta y, junto a sus siete compañeros, arrastra con inacabable energía el trineo rumbo al bosque de lengas, donde se dibujan varios circuitos para estas divertidas excursiones de trineos tirados por perros.

Esta es una de las actividades con la que los centros invernales de Tierra del Fuego reciben a los visitantes que disfrutan del espectáculo único de la naturaleza más austral del continente: montañas y bosques de lengas y coihues cubiertos de blanco, ríos y arroyos a medio congelar que bajan suavemente las laderas, la Cordillera de los Andes que aquí, en el fin del mundo -o el comienzo de todo, como prefieren llamar al lugar los fueguinos-, desciende y se hunde en el Canal de Beagle. Un escenario tan espectacular como perfecto para realizar gran cantidad de actividades que en invierno, claro, se basan en el contacto con la nieve.

Esquí y cordero a la cruz

Son al menos 14 los sitios para practicar actividades invernales en Ushuaia, pero sin dudas la estrella es Cerro Castor, uno de los centros de esquí más nuevos y modernos de Sudamérica, 26 km al nordeste de la ciudad, por la ruta nacional 3. El pasado 9 de julio Castor festejó su 10° aniversario, con novedades como nueva telesilla, nueva pista y dos alfombras transportadoras -novedosos medios de elevación- en la cota 480. Así el centro suma ya 24 pistas y una temporada que por la latitud, el clima y la disposición geográfica -las pistas prácticamente no reciben sol en forma directa, por lo que la nieve se conserva más tiempo con excelente calidad-, se extiende desde junio hasta mediados de octubre.

Aquí las estrellas son el esquí y el snowboard, claro, pero también la buena mesa, sobre todo en el restaurante Morada del Aguila. Entre sus mesas, en torno de un gran fogón, el deporte favorito es contemplar el bosque nevado a través de los grandes ventanales. Bueno, al menos hasta que llega una suculenta y humeante cazuela de cordero. Además del cordero -que también se puede saborear asado a la cruz-, el otro gran distintivo de la gastronomía fueguina es la centolla, que en Cerro Castor se puede degustar incluso en sushi, en el cálido refugio de Cota 480, en medio de la montaña blanca.

Bajando del cerro, la ruta 3 surca, sinuosa, el Valle de Tierra Mayor, donde varios complejos invernales ofrecen aprender y perfeccionarse en actividades como caminatas con raquetas, excursiones en motos de nieve, trineos con perros y esquí de fondo. Y ya que Ushuaia es la "Capital Nacional del Esquí de Fondo", hay muchas pistas para elegir, e incluso travesías de más de un día, pasando la noche en carpa. El tercer fin de semana de agosto, la tradicional travesía de esquí de fondo "Marcha Blanca" une los distintos centros de este valle. Varios de ellos, además, ofrecen excursiones nocturnas por la nieve, que combinan raquetas, motos de nieve y trineos, y finalizan con una suculenta cena.

Cuando estamos por irnos de Llanos del Castor, un zorro colorado se acerca temeroso y curioso, resulta una víctima repentina de mil fotografías, y demora nuestra partida. A los "forasteros" este contacto con la fauna puede parecernos raro, pero es otro gran atractivo de la zona. También se ven guanacos, conejos, patos, carpinteros patagónicos y, claro, castores, especie introducida en la década del 40 que se transformó en plaga. Y aunque en invierno hibernan, una de las caminatas con raquetas aquí propone visitar una cercana castorera habitada.

"El tren de los presos"


"Aquí finaliza la Ruta Nac. N° 3. Buenos Aires, 3.079 km. Alaska, 17.848 km". El cartel, en el ingreso a la Bahía Lapataia, extremo sudoeste del Parque Nacional Tierra del Fuego, es sin dudas uno de los más fotografiados de todo el país. La foto con la señal tallada en madera de lenga parece un paso obligado de los turistas que bajan a contemplar la bahía en la que desemboca el río Lapataia, palabra de origen yámana -etnia originaria de la zona- que se traduce como "Bahía de la buena madera".

La nieve y el hielo obligan a caminar con cuidado por las pasarelas de madera que cruzan la turba -típico suelo de la zona, muy utilizado como abono natural-, y las nubes bajas y borrascosas ayudan a que por momentos el paisaje parezca en blanco y negro. Tan distinto a la primavera y el verano, cuando aquí todo es verde, flores y pájaros. El Parque Nacional tiene 63.000 hectáreas de extensión, y es el único del país que combina costa, bosques y montañas.

Una buena opción para adentrarse en el Parque es tomar el Tren del Fin del Mundo, un ferrocarril turístico, con pintorescas locomotoras a vapor, que hace el mismo recorrido que décadas atrás -desde comienzos del siglo XX hasta 1952- hacía el tren que transportaba a los presos del presidio de Ushuaia, hoy convertido en museo. Los numerosos troncos de árboles talados que se ven en los alrededores de las vías, enmarcadas por el río Pipo y el monte Susana, son el recuerdo del trabajo que debían realizar los reclusos de entonces: conseguir madera para la cocina y la calefacción del presidio.

Sobre el Cabo de Hornos

El atardecer siempre tiene un encanto especial en la Patagonia, y ni qué hablar si se disfruta desde una piscina climatizada con vista al Canal de Beagle, o desde un comedor con grandes ventanales, chocolate humeante de por medio. Todo esto es posible en el hotel Los Cauquenes, en un nuevo barrio de la ciudad que casi "se moja los pies" en el Beagle.

Hacia el otro lado se divisa la Cordillera, en uno de cuyos rincones el pequeño centro de esquí Glaciar Martial, que ofrece más actividades en la nieve -incluyendo un circuito de canopy en el bosque- y también una de las vistas más espectaculares de la ciudad de Ushuaia, el canal y, detrás, las cimas nevadas de Chile.

Con esa vista seguramente sólo pueden competir las que se consiguen desde el Pipper Cherokee que realiza vuelos de bautismo desde el aeroclub local. Hay distintos circuitos para elegir: se puede volar sobre lagos, montañas, estancias como Harberton o Rivadavia, el Canal de Beagle y el faro Les Eclaireaurs. O llegar hasta el mítico Cabo de Hornos, ese encuentro de océanos responsable de tantos naufragios. El aeroclub está armando un nuevo espacio de turismo cultural: el museo aeronáutico más austral del planeta. Ya cuenta con un viejo DC3 restaurado, y recientemente inauguró una réplica del emblemático "Cóndor de Plata", aquel biplano que, al mando del alemán Gunther Plüschow, pasó a la historia por ser el primero en sobrevolar estas tierras frías y ventosas, allá por 1928.

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