Desde el primer km de la ruta 234, que une San Martín de los Andes con Villa La Angostura, Neuquén, pareciera que la melodía que emerge del paisaje forma parte de un disco de música “new age”: el piar de los pájaros, el agua de un lago manso golpeando sobre la orilla y el leve movimiento de los árboles producido por la brisa invernal.
El paisaje –lleno de colores ocres, fuertes y contrastantes–emociona, relaja y hace feliz. Esta mezcla de sentimientos de bienestar convierte al Circuito de los Siete Lagos en un lugar para volver una y otra vez, ya que en los distintos momentos del año muestra una cara diferente. Se trata de un circuito turístico ideal para buscar aventura con mochilas cargadas en la espalda, dada la cantidad de opciones que ofrece: los lagos Lácar, Machónico, Falkner, Villarino, Escondido, Correntoso y Espejo Grande.
También vale la pena aprovechar los senderos sugeridos en los parques nacionales Nahuel Huapi, Lanín y Arrayanes. La ruta serpentea entre los hermosos espejos de agua que se complementan con cascadas, pequeñas bahías y pueblitos de ensueño. Conviene realizar el paseo en auto, para poder detenerse en cada mirador y lugar encantado. También es posible realizarlo en bicicleta o a pie, aunque para disfrutarlo sin complicaciones conviene tener un buen estado físico.
Las condiciones de la ruta son irregulares y se están llevando a cabo tareas de pavimentación. Durante los momentos más intensos del invierno, Vialidad Nacional suele tomar la decisión de cortar la ruta por precaución, de acuerdo a la cantidad de nieve. El tramo más complicado es el de 45 km de ripio entre Pichi Traful y el cruce de las rutas 234 y 231. Los restantes 65 km están pavimentados. Para evitar inconvenientes, lo mejor es informarse a través de la Secretaría de Turismo de San Martín de los Andes, llamando al teléfono (02972) 427-347.
Los colores del bosque
El primer lago a visitar es el Lácar, cuya orilla llega al casco urbano de San Martín de los Andes. De color azul verdoso, que según la hora del día refleja los árboles y las montañas, el lago se abre lugar entre la Cordillera y el bosque de cipreses. Si el visitante tiene tiempo y hace el circuito sin un cronograma ajustado, puede desviar en el km 5, donde aparece la entrada a la playa Catritre. Cien metros más adelante, la ruta 108 conduce hasta Quila Quina, donde habita la comunidad mapuche Curruhuinca. Aquí se levantan viviendas residenciales, un muelle desde donde se obtiene una vista muy distinta del Lácar. Frente a esta escollera, tienta una confitería, ideal para probar una picada de trucha, ciervo, jabalí y otras exquisiteces regionales, arropados por el fuego del hogar mientras ventanas afuera sopla un viento que se hace cada vez más frío con el correr de la tarde.
Volviendo hacia la ruta, se observa el cordón Chapelco de frente, mientras el camino asciende por el bosque de roble pellín y se llega al mirador Pil Pil. Desde aquí se obtiene una panorámica sobre el Lácar, con los cerros Vizcachas, Sabana y Colorado. Apenas un kilómetro hacia la izquierda aparece el desvío para ir al centro de esquí Chapelco. Fuera de la temporada invernal, se puede practicar trekking y otros deportes de aventura. Pero, quién sabe, quizás durante el otoño se produzca alguna nevada impensada que permita calzarse los esquís. No sería raro.
Cinco kilómetros más adelante, en el mirador del arroyo Partido, hay que detenerse para observar la belleza de la vista panorámica y los dos brazos del arroyo. Uno va a desembocar en el Atlántico y el otro, en el Pacífico. El izquierdo se convierte en el arroyo Culebra, que serpentea las aguas del río Hermoso, mientras que el derecho se convierte en el Pil Pil. Unos metros más adelante hay un cruce de caminos. Hacia la izquierda, la ruta conduce a Bariloche, pasando por el lago Meliquina y el Paso Córdoba, mientras que el Circuito de los Siete Lagos sigue a la derecha. La siguiente parada es el lago Machónico, delimitado por estepas y bosques. Unos 7 km más adelante, luego de tomar un pequeño desvío, se llega al lago Hermoso, que hace honor a su nombre. Entre la vegetación, aparece la cascada Vuliñanco, para volver a detenerse unos minutos, sacar fotos y seguir viaje. Con las nieves eternas que controlan desde lo alto, los siguientes dos lagos aparecen en simultáneo. A la izquierda, se encuentra el Falkner y, a la derecha, el Villarino, que ofrece otra vista mágica, con los tibios rayos de sol atravesando los árboles, destacando los colores intensos del bosque.
Tal como indica su nombre, el lago Escondido se oculta entre la vegetación, aunque un cartel lo delata. Al estar frente a frente, se distingue su profunda tonalidad verde esmeralda. Antes de llegar a La Angostura, aparecen los lagos Espejo y Correntoso. El primero cuenta con una de las vistas más lindas del paseo. Llamado así por la transparencia de sus aguas, el Espejo es el más concurrido por los mochileros. El Correntoso, en cambio, es ideal para pescar salmónidos. En este lago nace el río homónimo, uno de los más cortos del mundo, que desemboca en el lago Nahuel Huapi. Al final del circuito, un cruce de caminos invita a girar a la izquierda, e ir en busca de una taza de chocolate caliente en alguno de los encantadores cafés de Villa La Angostura y repasar, al abrigo del fuego, las imágenes de un paseo distinto, pero igualmente fascinante.
El paisaje –lleno de colores ocres, fuertes y contrastantes–emociona, relaja y hace feliz. Esta mezcla de sentimientos de bienestar convierte al Circuito de los Siete Lagos en un lugar para volver una y otra vez, ya que en los distintos momentos del año muestra una cara diferente. Se trata de un circuito turístico ideal para buscar aventura con mochilas cargadas en la espalda, dada la cantidad de opciones que ofrece: los lagos Lácar, Machónico, Falkner, Villarino, Escondido, Correntoso y Espejo Grande.
También vale la pena aprovechar los senderos sugeridos en los parques nacionales Nahuel Huapi, Lanín y Arrayanes. La ruta serpentea entre los hermosos espejos de agua que se complementan con cascadas, pequeñas bahías y pueblitos de ensueño. Conviene realizar el paseo en auto, para poder detenerse en cada mirador y lugar encantado. También es posible realizarlo en bicicleta o a pie, aunque para disfrutarlo sin complicaciones conviene tener un buen estado físico.
Las condiciones de la ruta son irregulares y se están llevando a cabo tareas de pavimentación. Durante los momentos más intensos del invierno, Vialidad Nacional suele tomar la decisión de cortar la ruta por precaución, de acuerdo a la cantidad de nieve. El tramo más complicado es el de 45 km de ripio entre Pichi Traful y el cruce de las rutas 234 y 231. Los restantes 65 km están pavimentados. Para evitar inconvenientes, lo mejor es informarse a través de la Secretaría de Turismo de San Martín de los Andes, llamando al teléfono (02972) 427-347.
Los colores del bosque
El primer lago a visitar es el Lácar, cuya orilla llega al casco urbano de San Martín de los Andes. De color azul verdoso, que según la hora del día refleja los árboles y las montañas, el lago se abre lugar entre la Cordillera y el bosque de cipreses. Si el visitante tiene tiempo y hace el circuito sin un cronograma ajustado, puede desviar en el km 5, donde aparece la entrada a la playa Catritre. Cien metros más adelante, la ruta 108 conduce hasta Quila Quina, donde habita la comunidad mapuche Curruhuinca. Aquí se levantan viviendas residenciales, un muelle desde donde se obtiene una vista muy distinta del Lácar. Frente a esta escollera, tienta una confitería, ideal para probar una picada de trucha, ciervo, jabalí y otras exquisiteces regionales, arropados por el fuego del hogar mientras ventanas afuera sopla un viento que se hace cada vez más frío con el correr de la tarde.
Volviendo hacia la ruta, se observa el cordón Chapelco de frente, mientras el camino asciende por el bosque de roble pellín y se llega al mirador Pil Pil. Desde aquí se obtiene una panorámica sobre el Lácar, con los cerros Vizcachas, Sabana y Colorado. Apenas un kilómetro hacia la izquierda aparece el desvío para ir al centro de esquí Chapelco. Fuera de la temporada invernal, se puede practicar trekking y otros deportes de aventura. Pero, quién sabe, quizás durante el otoño se produzca alguna nevada impensada que permita calzarse los esquís. No sería raro.
Cinco kilómetros más adelante, en el mirador del arroyo Partido, hay que detenerse para observar la belleza de la vista panorámica y los dos brazos del arroyo. Uno va a desembocar en el Atlántico y el otro, en el Pacífico. El izquierdo se convierte en el arroyo Culebra, que serpentea las aguas del río Hermoso, mientras que el derecho se convierte en el Pil Pil. Unos metros más adelante hay un cruce de caminos. Hacia la izquierda, la ruta conduce a Bariloche, pasando por el lago Meliquina y el Paso Córdoba, mientras que el Circuito de los Siete Lagos sigue a la derecha. La siguiente parada es el lago Machónico, delimitado por estepas y bosques. Unos 7 km más adelante, luego de tomar un pequeño desvío, se llega al lago Hermoso, que hace honor a su nombre. Entre la vegetación, aparece la cascada Vuliñanco, para volver a detenerse unos minutos, sacar fotos y seguir viaje. Con las nieves eternas que controlan desde lo alto, los siguientes dos lagos aparecen en simultáneo. A la izquierda, se encuentra el Falkner y, a la derecha, el Villarino, que ofrece otra vista mágica, con los tibios rayos de sol atravesando los árboles, destacando los colores intensos del bosque.
Tal como indica su nombre, el lago Escondido se oculta entre la vegetación, aunque un cartel lo delata. Al estar frente a frente, se distingue su profunda tonalidad verde esmeralda. Antes de llegar a La Angostura, aparecen los lagos Espejo y Correntoso. El primero cuenta con una de las vistas más lindas del paseo. Llamado así por la transparencia de sus aguas, el Espejo es el más concurrido por los mochileros. El Correntoso, en cambio, es ideal para pescar salmónidos. En este lago nace el río homónimo, uno de los más cortos del mundo, que desemboca en el lago Nahuel Huapi. Al final del circuito, un cruce de caminos invita a girar a la izquierda, e ir en busca de una taza de chocolate caliente en alguno de los encantadores cafés de Villa La Angostura y repasar, al abrigo del fuego, las imágenes de un paseo distinto, pero igualmente fascinante.