Es que al ingresar al lugar, los viajeros recibirán un folleto explicando las características generales de la ciudadela con un mapa y, claro, todo aquello que se no se debe hacer o llevar.
De este modo, las recomendaciones que se le dan al visitante al ingresar a esta joya del Patrimonio Histórico de la Humanidad son las siguientes:
- No llevar alimentos
- No portar envases descartables
- No arrojar basura
- No portar mochila mayor a los 20 litros
- No subir a los muros
- No llevar bastones
- No fumar
- No escribir en los muros o pisos
- No perturbar la flora y la fauna
- No contaminar las fuentes de agua
- Conducirse por los circuitos señalizados
Si bien algunos de los puntos no se cumplen todo tiene una explicación. La gente suele llegar muy temprano en la mañana a Machu Picchu para disfrutar de una larga visita. Es así que llevan en sus mochilas agua para beber y alimentos para poder soportar el cansancio que sugiere subir y bajar, caminar y recorrer la ciudadela.
Así, aunque en el reglamento se especifique que no pueden llevarse alimentos ni envases descartables como los del agua, puede verse gente comiendo, descansando y bebiendo sin ocultarse. Todo ello siempre que se dé en un marco de respeto para con el lugar y sin arrojar los restos en el suelo u ocultarlos entre las piedras.
En tanto, los bastones también son moneda corriente en Machu Picchu debido a que el terreno no es plano, hay piedras, barro, subidas y bajadas que pueden llegar a ocasionar accidentes y más aún si se trata de personas mayores.
Como ya he dicho, no es cuestión de romper las reglas sino de moverse por el lugar con respeto hacia el Patrimonio de la Humanidad y el prójimo. Y para ello existen personas cuya labor es controlar el accionar de los visitantes y de llamarles la atención en caso de que alguien comenta alguna falta.
Por tal motivo no es extraño escuchar un silbato, que es la señal de alerta de los empleados hacia algún turista que se encuentre haciendo algo fuera de lugar como lo es treparse a los muros… sin dudas la acción más común junto con recorrer zonas no señalizadas ni abiertas al público.
Cabe destacar que, al ingresar, nadie revisa a los visitantes. Una cuestión de confianza que se devuelve con respeto.