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10 marzo 2010

Viajes: Ahora, Google Earth no sólo nos traslada en el espacio, sino en el tiempo

Seguramente más de un ávido viajero sueña con la posibilidad de viajar en el tiempo además de en el espacio. Google Earth no cumple el deseo, pero se acerca un poco.

Es que la aplicación de Google que funciona como un mapamundi digital y nos permite ver imágenes satelitales de casi cualquier rincón del mundo, ahora nos deja ver cómo era ese mismo sitio unas cuantas décadas hacia atrás.

Es absolutamente interesante ver las imágenes no sólo de la actualidad, sino de cómo era una ciudad hace varias décadas, y mejor aún comparar ambas imágenes: la histórica y la actual. Es lo que hace posible el Google Earth en su versión 5.0.

Así, podemos ver un sector de la ciudad de San Francisco (EEUU) en 1946 y cómo es actualmente, tal como revela la fotografía.

En el vídeo, podemos acceder a un archivo de imágenes que da cuenta del entorno de la construcción del estadio Allianz Arena en Munich, Alemania. Es tan sólo una de las nuevas posibilidades de la aplicación.

09 marzo 2010

Viajes: Esa música de los valles

No en balde se ganó Tucumán, desde antiguo, el título de "Jardín de la República". Su reducida geografía -en la que todo queda cerca- reúne fértiles llanuras, donde verdes mares de caña de azúcar suceden a doradas huertas de limoneros, con montañas que lucen a lo lejos de un plácido azul que se revela intrincada nuboselva al treparlas. Y, detrás de ellas, luminosos valles de altura cercados por cumbres vertiginosas que custodian vestigios de las más antiguas culturas indígenas del país. Tan contrastantes paisajes rodean a la más populosa ciudad del norte argentino, centro geopolítico, económico y cultural de la región.

San Miguel de Tucumán

Para el visitante, la capital provincial es, ante todo, una ciudad histórica en la que han tenido lugar hechos decisivos de la vida nacional, y que guarda orgullosa el recuerdo de ellos en sus monumentos y museos. El más importante es, desde luego, el Museo Histórico Casa de la Independencia, el reconstruido sitio donde, en 1816, un soberano Congreso General Constituyente declaró a las Provincias Unidas de Sudamérica "una nación libre e independiente".

Allí desemboca el Paseo de la Independencia, un recorrido urbano de tres o cuatro cuadras que nace en la Plaza Independencia. Es la principal de la ciudad y en su centro se erige una estatua de la Libertad tallada en mármol por Lola Mora. Alrededor hay edificios significativos como la Casa de Gobierno, la iglesia y convento de San Francisco, la Casa Padilla, el Jockey Club, la Casa Nougués, el Palacio de Hacienda, la Casa Rougés y la iglesia Catedral, inaugurada en 1856 y en la que puede verse la Cruz de la Primera Fundación de San Miguel.

El paseo sigue por calle 24 de Setiembre hasta la iglesia de Nuestra Señora de la Merced, monumento nacional donde se conserva el bastón de mando que Manuel Belgrano usó en la Batalla de Tucumán (1812) y entregó luego a la Virgen en agradecimiento por el triunfo patriota sobre los realistas.

Por calle Congreso se pasa por la Casa de Nicolás Avellaneda, que alberga hoy el Museo Histórico Provincial y el Museo de Arte Sacro para llegar a la cuadra de la Casa de la Independencia, en cuyas esquinas hay dos plazoletas. Una, llamada de los Congresales, es ocupada por artesanos. La otra es un amplio espacio, con paneles que digraman una línea del tiempo que sitúa 1816 en el devenir histórico previo y posterior, y que sirve de escenario, además, de una recreación teatral de la vida cotidiana de Tucumán en la época de la Independencia.

La ciudad posee varios otros lugares llenos de historia, como el Parque 9 de Julio, inaugurado en el Centenario de la Independencia, donde se mantiene en pie la casa del obispo Colombres, congresal de 1816 y fundador de la industria azucarera. Y exhibe además una potente vida cultural en torno a las actividades de las cuatro universidades locales, los cuerpos artísticos estables (orquestas, cuerpos de teatro, ballets), los teatros y salas de exposición de la provincia, de la Municipalidad y de la Universidad Nacional de Tucumán, y los grupos independientes. La oferta gastronómica va desde los platos típicos locales hasta distintas variedades de la cocina internacional. Es notable también la intensidad de la vida nocturna.

Circuito de las Yungas

Algunas de las mayores bellezas naturales que ofrece Tucumán están apenas a un paso de la ciudad.

Tal es el caso del dique El Cadillal, un enorme espejo de agua encajado entre cerros, a sólo 25 kilómetros al nordeste, donde es posible bañarse, navegar y practicar deportes acuáticos. En el lugar se puede acampar, hay una confitería y funciona un Museo Arqueológico provincial. Además, está prevista la inauguración próxima de una aerosilla.

Al doble de distancia, en dirección noroeste, a 1.100 metros y atravesada por un río, está la villa turística de Raco, el lugar que Atahualpa Yupanqui eligió para vivir varios años de su juventud y donde se levanta un monumento en su memoria. Un poco más adelante, por el mismo camino, está El Siambón, donde se erige un monasterio benedictino. Los monjes se dedican a la agricultura, la apicultura y la ganadería y son muy apreciados la miel y los dulces que producen y venden.

San Javier está al oeste de la capital, a sólo 25 km, sobre la sierra del mismo nombre dominada por un Cristo bendicente de 28 metros de altura, a la que se trepa por un camino de cornisa que serpentea por la selva. Hay hosterías y restaurantes. La vista de la ciudad abajo es magnífica. Sobre el mismo cerro, hacia el sur, está Villa Nougués, otrora lugar de residencia de las familias más aristocráticas de la provincia, que se caracteriza por sus espléndidas mansiones de estilo normando. Posee la cancha de golf más alta del país.

Valles Calchaquíes

Detrás de la sierra de San Javier y de los cerros del Aconquija, a unos 2.000 metros de altura, está Tafí del Valle, puerta de entrada a los Valles Calchaquíes, que continúan en su parte tucumana (tienen también su parte salteña) en Amaicha del Valle, Quilmes y Colalao del Valle.

A Tafí se llega yendo primero hacia el sur por la ruta nacional 38 hasta Acheral y luego hacia el oeste por la provincial 307, que es un camino de cornisa que bordea la quebrada del río Los Sosa. Son en total 107 kilómetros.

Antes de Tafí está el pueblo de El Mollar, donde han sido reunidos en un parque más de un centenar de los singulares menhires (grande piedras alargadas de hasta 3 metros de altura, en algunos casos labradas y pintadas) que en el pasado estuvieron repartidos por toda la zona y que fueron levantados hace unos 2.000 años por la cultura más antigua que habitó el territoria argentino.

El Mollar está separado de Tafí del Valle por el lago del dique La Angostura, en el cual se pesca pejerrey y se practican deportes náuticos. Tanto en uno como en otro pueblo hay una variada hotelería y sitios de camping. Hay turismo de estancia y circuitos de excursiones de aventura que ascienden a las altas cumbres o van más allá, hasta lugares como Chasquivil, Anfama y Mala-Mala.

El producto típico de Tafí son los quesos, famosos desde el siglo XIX por su sabor único, que algunos comparan al Cantal francés.

Unos 60 km más adelante, por la misma ruta, y luego de trasponer el Abra de El Infiernillo, a unos 3.000 metros de altura y volver a bajar a los 2.000, se descubre un paisaje distinto -más árido, rara vez llueve. Estamos en Amaicha del Valle, pueblo de comuneros indígenas célebre por su Fiesta de la Pachamama (Madre Tierra) que coincide con el Carnaval, a la que asisten miles de personas de todo el mundo.

Un poco más al norte, a 20 km por la provincial 357 y la nacional 40, están las Ruinas de Quilmes, un impactante rastro de lo que fueron las culturas originarias de la región. Allí, encaramada en las estribaciones del cerro Alto del Rey, se reconstruyó lo que fue la fortaleza de una gran poblada y centro de la mayor resistencia indígena al colonizador español en toda América durante las Guerras Calchaquíes del siglo XVII.

Tras la rendición del baluarte, en 1666, los quilmes fueron desterrados, obligados a caminar hasta cerca de la ciudad de Buenas Aires, donde se los confinó en una reducción. De allí el nombre de la actual localidad bonaerense.

Siguiendo hacia el norte por la nacional 40, a la vera del río Santa María o Yokavil, está el pueblo de Colalao del Valle, donde hay hosterías y pensiones. Los productos locales son la nuez, los dulces, el vino patero y el aguardiente. A 8 km, hacia el oeste, se halla el caserío de El Pichao y, junto a él, otro grandioso monumento de las antiguas culturas precolombinas: las Ruinas de Condorhuasi.

Colalao y los caseríos de la zona son habitados por la Comunidad India de Quilmes, que mantiene su organización ancestral en comunidades de base, un consejo de ancianos y una jefatura que ejerce un cacique elegido periódicamente.

Lo dicho: más que bien merecido tiene Tucumán el título de "Jardín de la República". Aquí el viajero percibirá los perfumes y los ecos de un paisaje mágico, impregnado de historia, que nunca termina de asombrarlo.


Grandes veleros históricos en Buenos Aires

Los viajeros que se encuentren hasta el martes día 9 de marzo en Buenos Aires no pueden perderse la oportunidad única de visitar muchos de los grandes veleros escuela más importantes del mundo.

El 31 de enero de 2010, en la ciudad de Río de Janeiro, comenzó la regata de la amistad “Velas de Sudamérica” que es una de las actividades que conmemora el 200 aniversario de Argentina como nación independiente. La amistosa competición finalizará en Veracruz a fines de junio de este mismo año.

Aproveché la tarde de ayer para recorrer algunas de estas majestuosas e históricas embarcaciones. Caminar sobre la cubierta de estos enormes veleros es una experiencia que nos transporta en el tiempo. Uno puede imaginar con facilidad lo que supondrá el viajar despacio, tan solo mecido por las aguas del océano y empujado por las fuerza volátil del viento.

Se pueden visitar por ejemplo la fragata “Libertad” y “Bernardo Houssay” de Argentina, “Juan Sebastián Elcano” de España, “Cisne Blanco” de Brasil, “Gloria” de Colombia, “Sagres” de Portugal, ...

Turismo: Llegó al Mundo Encantado de Harry Potter el Expreso de Hogwarts

Los Estudios Universal de Orlando continúan ultimando detalles para una de las aperturas más esperadas en parques temáticos de los últimos tiempos, como lo es el Mundo Encantado de Harry Potter que se prepara en Orlando, Florida (EEUU).

Ahora, ya ha llegado al parque lo que es uno de los íconos de la historia: el Expreso de Hogwarts, el tren que parte desde el (imaginario) andén 9 ¾ de la estación King Cross de Londres, y que lleva a los estudiantes de magia a la escuela de Hogwarts.

Cuando los visitantes lleguen al recreado Hogsmeade – pequeña localidad cercana a la escuela, donde se encuentra la estación ferroviaria –, serán recibidos por este tren a vapor, al que no le faltan detalles incluyendo el vapor. Como se ve en la foto, se ha recreado la temporada invernal en este imaginario Hogsmeade, ya que vemos los techos nevados a pesar de encontrarse en plena Florida.

Cada semana, falta menos para que los fanáticos de la historia puedan sumergirse en el sitio más parecido en la vida real que encontrarán, donde revivir los pasajes de la saga.

02 marzo 2010

Turismo: Lugares olvidados Potosí, el otro "dorado"

Hay lugares en el mundo que han quedado en el olvido. Ciudades que un día se vistieron del mayor esplendor y que hoy sobreviven a duras penas bajo el rodillo del tiempo. En Bolivia se encuentra una de estas ciudades y hoy vamos a desentrañarla.

Así como se desarrolló la fiebre del oro en el norte, siglos después en Potosí, Bolivia surgiría otro “dorado”, esta vez uno muy real. Tanto es así que en la lengua castellana para designar que algo tiene valor se utiliza en ocasiones la expresión: “esto vale un potosí”...

“Soy el rico Potosí, del mundo soy el tesoro, soy el rey de los montes y la envidia soy de los reyes”. Así rezaba la inscripción del escudo que otorgó Carlos V con el título de Villa Imperial a Potosí. En 1573 era tan grande como Londres y mayor que Sevilla, Madrid o París.

Pero la historia de Potosí no había nacido con los españoles. Tiempos antes de la conquista, el inca Huayna Cápac había escuchado hablar a sus vasallos sobre el Sumja Orcko o cerro hermoso. Cuando por fin contempló aquel monte que orgulloso se alzaba sobre la serranía desprendiendo destellos rojizos, quedó estupefacto.

Visita a la fábrica de Boeing en Seattle

Los fanáticos de la aviación no deberían dejar pasar la oportunidad de dirigirse al noroeste de los Estados Unidos, más precisamente a la ciudad de Seattle ya que a unos pocos kilómetros se encuentra la fábrica de Boeing, que hace los famosos aviones y que ofrece unas completas visitas guiadas.

En un espacio de casi 40 hectáreas se despliega esta imponente fábrica desde la que han salido algunos de las naves más importantes que han revolucionado la forma de viajar por el mundo. Así, veremos varios 747, 767 y 777 en diversas etapas del proceso de producción, incluyendo las pruebas finales de vuelo.

El tour dura poco más de una hora, la guía es sólo en inglés, y hay que tener en cuenta que no se permite llevar ningún artículo electrónico, ni siquiera apagado.

Al principio, se proyectarán dos vídeos para los visitantes que explican diferentes partes del proceso de producción, y luego se procederá a visitar las diferentes secciones de la fábrica.

Viajes: Ese gran desierto blanco del Altiplano boliviano

Diez mil kilómetros cuadrados en el altiplano boliviano, a más de 3.600 metros sobre el nivel del mar: Uyuni a la vista. Este desierto salino -el más grande del mundo- guarda en sus entrañas 71.000 millones de toneladas de sal y es, a los ojos del viajero, un infinito resplandor. Quien llegue a esta región, en el departamento de Potosí, puede creer con fe y crear con imaginación que frente a sus ojos hay un escenario prodigioso, una superficie blanca que enceguece cuando es tiempo de seca, que está cuarteada en curiosos hexágonos que forman una red de exacta geometría. Parece un cuadro inmenso del Op-Art (Optical Art), que genera una ilusión óptica y nos hace diminutos protagonistas de ese ilusionismo.

Al pisar el salar de Uyuni, acostarse con los brazos abiertos sobre la telaraña poligonal es un gesto imperioso. De belleza surrealista, la planicie desértica soporta temperaturas extremas. El sol -violento, impiadoso- sale después de ráfagas de viento helado; cuando cesan, la piel se quema y recalienta con los rayos potenciados por el reflejo salino.

Hay que experimentar la irrefrenable tentación de echarse al suelo y mirar el cielo. Es un momento glorioso en el que uno está consigo en cuerpo y alma. Quizá, sea para algunos el encuentro con el "uno mismo".

Géiseres, formaciones rocosas y pozos volcánicos remiten al visitante a la época de la formación de la Tierra.

Por eso todo se revive como en un cuento de ciencia ficción. Conducir sobre este lago de sal es una experiencia fascinante, sobre todo en invierno, cuando el azul intenso del cielo contrasta con la blancura fosforescente del salar. Pero es preciso conocer bien el terreno, por lo que resulta apropiado contratar un guía.

Es fácil perderse, salirse del camino seguro y encontrarse con los ojos de agua del salar, de hasta dos metros de profundidad, que conectan con ríos subterráneos y son de aguas surgentes. El peligro de pisar las capas más débiles de sal es análogo al de hundirse al quebrarse el hielo fino de cierta topografía polar.

Tierra y cielo

Orillando a Uyuni están también los respiraderos, donde se forman piletones de agua saladísima (diez veces más que la del mar). Quien se arrime demasiado corre el riesgo de empantanarse. Para los lugareños, seguir las huellas y conocer las entradas y salidas de este gigante blanco es fundamental. Cuando está nublado se produce el efecto white-out, donde la línea del horizonte se difumina hasta desaparecer y es imposible distinguir tierra y cielo.

El viento siempre sopla del noroeste, ya que la corriente del Pacífico -a la altura de Perú- pasa la cordillera andina y se encajona en el salar. Un buen dato para orientarse, pero no para fiarse.

Varias vías conducen a Uyuni. Se puede partir desde San Pedro de Atacama, en Chile; desde La Quiaca, en la Argentina, cruzando a Villazón y de allí en tren a Uyuni (ocho horas); en avión hasta Sucre y luego 300 kilómetros en bus o automóvil, o desde La Paz en micro a Oruro y luego tren El Expreso del Sur, que tarda siete horas. Esta última opción es interesante, ya que en Oruro, si es tiempo de carnaval, se puede hacer escala y participar de la fiesta de La Diablada y almorzar en el famoso restaurante Mongos, que sirve comida andina de la mejor y en porciones suculentas.

Un palacio muy particular

Uyuni es un pueblo pequeño pero muy activo gracias al "turismo de sal". Tiene distintos tipos de alojamiento, pero la verdadera aventura es pernoctar en algún hotel junto al salar. Por ejemplo, en el Hotel Palacio de Sal, en el pueblito de Colchani, a media hora de Uyuni. Fue construido por el arquitecto boliviano Juan Quezada y la Corporación de Agencias de Viaje de la Unión Europea lo ha incluido entre los 20 hoteles más exóticos del mundo. Paredes, piso, muebles y esculturas están hechas de sal. El suelo es de sal gruesa, de modo que los pies se hunden al caminar. Mesas y sillas del comedor están moldeadas en sal, vestidas con aguayos y almohadones de color. Cuenta con 30 habitaciones con baño privado y dos suites presidenciales. Las camas -estructuras de sal con respaldo- tienen sábanas de polar azul marino y frazadas térmicas eléctricas. El lobby se organiza en varios livings, algunos salones privados y una escalera cuyos escalones parecen inmensas pastillas de menta, pegadas unas sobre otras, en curva ascendente. La parte del spa ofrece piscina de salmuera, sauna seco, de vapor, jacuzzi, salas de masajes, sala de baños en lodo, camas de sal y relax de salmuera, entre otros servicios.

El menú es autóctono; sopa de quinoa, carne de llama y papas rústicas, o un pollo... ¡a la sal! No hay teléfono ni señal para celulares. Sólo silencio interrumpido por el crujido de algún muro salino o por el sonido del viento.

Después de un desayuno energético, se impone visitar Colchani o Puerto Seco y comprar algunos recuerdos y artesanías: gorros, medias, guantes o sacos de lana. Durante estos días vimos grupos de alemanes y holandeses, mayores de 70 años, viviendo en hostales sin luz eléctrica, compartiendo almuerzos frugales en mesas comunitarias y durmiendo en habitaciones modestas. "Queremos recuperar lo primitivo y disfrutar de la naturaleza sin tecnología", nos dijo uno de los alemanes, en un buen español.

Menos es más

Estaba con su mujer y otros matrimonios en un hotelito donde nos permitieron usar el baño. Al salir, lo vimos entrar a su cuarto de adobe, dispuesto a disfrutar de una larga siesta. Se despidió de sus compañeros -que seguían de sobremesa riendo con la pareja boliviana aymara dueña del lugar- y, levantando la mano en señal de advertencia, agregó: "Less is more (menos es más)", frase del arquitecto Mies van der Rohe, que, alemán como él, quería deshacerse de lo superfluo. La anécdota ilustra la búsqueda de lo simple como objetivo de viaje, en quienes, probablemente, viven en el primer mundo en casas automatizadas, donde todo funciona apretando un botón.

Siempre en una 4x4, fuimos al caserío de Coquesa, uno de los varios que hay al pie del volcán Tunupa, al borde del salar. El mayor atractivo es una cueva con cinco momias del año 700, que mantienen prácticamente intactos la piel, el pelo y las uñas. Están rodeadas de utensilios y sus descendientes les rinden culto dejándoles, periódicamente, hojas de coca.

Por la ladera del volcán

Al yacimiento arqueológico se accede a pie, trepando la ladera del volcán por un sendero bien marcado. Desde allí se divisa una panorámica del salar y, como si fueran puntos, varias de sus muchas islas.

La más visitada es la Isla del Pescado, que está a 74 kilómetros de Colchani, justo en el medio del salar. Su superficie de granito y tierra orgánica permitió el crecimiento de cactos de hasta 10 ó 12 metros. Son muchísimos y forman no sólo un ecosistema interesante, sino que da gusto contemplarlos con sus blancas flores.

Para conocer el gran salar de Uyuni, con la isla Incahuasi, sus lagunas Amarilla y Celeste; la Reserva Nacional Eduardo Avaroa y sus lagunas Colorada y Verde, los pozos geotérmicos y la fauna endémica donde destaca la soca cornuda (un ave en peligro de extinción), no hace falta mucho tiempo ni dinero.

Lo fundamental es tener un legítimo deseo por tener una experiencia de lo increíble y reportar buen estado físico. Un chequeo básico de salud antes del viaje, y la amplitud de criterio o flexibilidad como para ir resolviendo el viaje un poco in situ, y a la medida del propio asombro, son esenciales. Relájate y anda.

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