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04 agosto 2009

Algunos consejos para salir de vacaciones “conectados”

Cada vez se impone más la tendencia de ir de vacaciones con el ordenador portátil y continuar “on line”, ya sea por cuestiones de trabajo o simplemente a través de las redes sociales, blogs y demás, en donde vamos dando cuenta de nuestros días de descanso.

La compañía informática Asus reveló, a partir de una investigación, que el 56% de los españoles salió de vacaciones con el ordenador en la maleta. Un 62% de ellos revelan que lo necesitan para navegar por la Red.

En principio, sería útil estar al tanto de las tarifas de conexión en los sitios en los que estemos – para evitar facturas siderales –, dejar el router desconectado cuando no está en uso y mantener el equipo actualizado.

Pero otro aspecto de este fenómeno tiene que ver con las redes sociales y con informar en las mismas que no estamos en casa. Si nuestros contactos saben la fecha de salida y llegada de nuestro viaje, o la dirección de nuestra casa porque lo informamos en la red social, podemos sufrir un disgusto ya que algún aprovechado podría aprovechar para robarnos: “La ocasión hace al ladrón”.

Otro dato a tener en cuenta es verificar la seguridad si usamos un ordenador público, para evitar que alguien se infiltre, por ejemplo, en nuestro correo electrónico o en la cuenta bancaria.

Mantener el router apagado evitará que alguien utilice nuestra conexión cuando no estamos, y lo que es peor, se infecte la red con software malicioso.

Mantener al día la seguridad del ordenador, realizando las tediosas actualizaciones puede evitar muchos problemas en el futuro.

Por último, hay que prestar atención a correos desconocidos que ofrecen vacaciones de ensueño a precios irrisorios, porque muchas veces tienen por finalidad solamente obtener nuestros datos o infectar nuestro equipo.

Vía: El Mundo

Argentina: El camino de las maravillas

Una duna gigante y blanca parece interrumpir la ruta. Unos metros más adelante, la ilusión óptica se desvanece al alcanzar una curva cerrada hacia la derecha. De lejos, parecía el portal de entrada a un mundo fantástico. Como muchos de los sitios escondidos en la misteriosa Puna catamarqueña, no tiene nombre. Es un buen augurio: los indicios que deparan grandes aventuras suelen presentarse así, de repente y sin nombre.

Ese recodo de la mítica ruta nacional 40 abre las puertas al rincón más remoto del noroeste de Catamarca, entre salares, volcanes, desiertos e inesperadas lagunas.

El pueblo El Peñón, un puñado de casas de adobe rodeadas de álamos ralos, es el punto de partida de este impactante recorrido. Para llegar hay que transitar 490 kilómetros desde San Fernando del Valle de Catamarca, en los que el terreno trepa hasta los 4.000 metros de altura.

Los altísimos cardones de la Quebrada de la Sébila dan la bienvenida a la aridez, apenas matizada por débiles cursos de agua de vertiente, que se esfuman entre las rocas al tomar la ruta 60.

En un tramo que se interna naturalmente en el norte de La Rioja, el camino lleva a los olivares de Aimogasta hasta el empalme con la ruta 40. Rumbo a Hualfin, donde haremos noche, comienzan a dibujarse las primeras constelaciones en el cielo rosado.

Por rincones secretos

Todavía es de noche cuando partimos hacia El Peñón por un sinuoso camino de ripio. Son las 7.30 y sólo la calefacción de las camionetas 4x4 nos devuelve el alma al cuerpo. Nuestra actitud aletargada se desvanece con el entusiasmo del guía, Fabrizio Ghilardi, un economista italiano que decidió abandonar Milán tras unas vacaciones en la Puna. Sus exploraciones en la zona hicieron posible el acceso a sitios deslumbrantes, aún no invadidos por el turismo masivo.

Al final del tramo no asfaltado está la ruta 137-36. Así son las cosas por aquí: o no tienen nombre o tienen más de uno. La cuestión parece esconder algún misterio o la intención de que unos pocos descubran las maravillas que esperan más adelante.

Es una sola ruta pero depende de la dirección que se tome -al oeste o al norte- se convertirá en una u otra. Elegimos la 36, que asciende hacia el norte hasta los 3.400 metros. Es el inicio de la Puna, el reino de las vicuñas, que nos vigilan a distancia.

El suelo llano y los cerros rosados quedan atrás cuando una duna de arena blanquísima domina el paisaje en un recodo de la ruta 40. Sin nombre en los mapas, los lugareños la llaman Cuesta de Randolfo, acaso en homenaje al primer hombre que se topó con este tótem de arena que, de no ser por unas pisadas que ascienden hasta la cima, podría decirse que es el límite entre este mundo y otro deshabitado. Algo de eso debe haber, porque al costado de la ruta se suceden las apachecas, piedras apiladas, una ofrenda de los viajeros a la Pachamama en agradecimiento por haber dejado atrás un sitio para llegar a otro. Así que cumplimos con el rito y seguimos viaje.

El suelo comienza a cubrirse de burbujas de sal. Primero, unos copos entre el pasto ralo hasta formar una capa blanca uniforme. Es el ingreso a Laguna Blanca, una Reserva de Biósfera creada para proteger a los cisnes de cuello negro, que flotan a lo lejos.

También se ven cisnes rosados, patos y guares pero es imposible acercarse porque el suelo, muy húmedo y resbaloso, hace que nuestros pies se hundan como si se tratase de un pantano. Todo el valle está cubierto de colpa -salitre muy denso-, a la que los pueblos originarios de la región le atribuían valores sagrados y curativos. La consideraban beneficiosa para conciliar el sueño y para armonizar ambientes donde la energía estaba "estancada".

El almuerzo en El Peñón es una buena pausa para aclimatarnos a la altura. Con un té de rica-rica, una hierba local, mitigamos los primeros síntomas del "soroche" o mal de altura.

Ciudad de arena y piedra

Poco después emprendemos una expedición hacia uno de los sitios más deslumbrantes de la Puna catamarqueña. El camino asciende hasta los 3.600 metros por una huella de arena y sal abierta por el espíritu explorador de Fabrizio. Y aparece un inesperado Sahara en plena Puna: dunas blancas, gigantes, se recortan en diagonales tajantes contra el cielo azul.

Este universo blanco, que unos pocos descubrieron para practicar sandboard, es también un exótico mirador desde el que se divisa un paisaje sorprendente o, acaso, un espejismo: un mar de crema en el que flotan copos de merengue. Arena y piedras calcáreas conforman esta ciudad fantasmal -de 25 km por 10 km de extensión- que es el Campo de Piedra Pómez.

Los últimos rayos del sol proyectan las sombras de las deidades porosas, que se multiplican hasta el infinito. Sin decir palabra, nos echamos a correr entre los médanos en distintas direcciones.

Desafío en zig zag

La luz de la mañana va ganando brillo en un nuevo día que en una prometedora excursión nos lleva hacia Antofagasta de la Sierra.

La altura, junto a la escasez de agua, hace que los árboles brillen por su ausencia en esta zona de la puna catamarqueña. Sólo unos hilos de agua de vertiente crean pequeños oasis, como un espejismo, donde el pasto ralo atrae a mulas y llamas que dejan de pastar y parecen posar para las fotos. A poco de andar, los modestos pastizales son reemplazados por roca volcánica. El suelo se viste de negro, apenas matizado con racimos de rica-rica, que visten de copos redondos y dorados el horizonte, donde se recorta la silueta triangular del volcán Antofagasta.

Tras atravesar a pie el campo de lava, el viento y las laderas empinadas del gigante avisan que llegar a los 3.500 metros de altura será un verdadero desafío. El recorrido está delineado por cinco zig-zag, una huella trazada por otros hombres, a fuerza de voluntad, en un suelo muy resbaloso, ya que está compuesto únicamente de pilis (pequeñas rocas de lava solidificada).

Esos senderos, que desde abajo parecen las pinceladas de un artista, deben respetarse de modo fiel, con pausas necesarias para recobrar el aire.

Al alcanzar la cima, apenas queda aliento para gritar ¡Eureka!. Sin embargo, además de las nubes, el viento parece haber borrado de un soplo el cansancio y el mal de altura: en primer plano se ven las lagunas azules del volcán, y lejos, el Campo de Piedra Pómez.

Final del juego

Bordeando hacia la derecha la cumbre -el volcán tiene dos picos, separados por una lomada ondulada, que indica la división del cráter en dos partes-, la vista se extiende hasta el volcán Alumbrera.

El último alto de esta travesía nos lleva a un pueblo donde los carteles que señalizan las calles sólo tienen impresos signos de interrogación. Desconcertados, preguntamos por los nombres, impulsados por la necesidad racional de colocarle a todo un rótulo.

¿Qué importa dónde estamos?

Las deliciosas casitas de adobe, las voces amables, el viento y ese aroma de la leña quemada nos provocan una extraña atracción de las cosas que nos resultan incomprensibles, pero que recibimos sin preguntar, porque hemos aceptado su misterio.

31 julio 2009

El Museo de Eva Perón

Días atrás se cumplieron 57 años de la muerte de Eva Duarte de Perón, más conocida como Evita. Una mujer que vivió sus pocos años muy rápido, marcó un estilo y, tras su muerte, se convirtió en un mito. Si bien en su país natal, la Argentina, cuenta con tantos fanáticos como detractores, no puede negarse de que se trata de una de las mujeres más importantes del siglo pasado. Es por ello que, en Buenos Aires, Evita tiene su propio museo.

El mismo abrió sus puertas en 2002 el día del 50° aniversario de su muerte y quienes deseen saber un poco más de la vida y la obra de esta mujer, podrán visitarlo en el barrio de Palermo, en una antigua casa de comienzos del siglo XX en la que funcionó el Hogar de Tránsito número 2 de la Fundación de Ayuda Social María Eva Duarte de Perón.

Pues ahora, el edificio alberga muestras permanentes y exposiciones temporarias en las que se refleja la vida, la obra y el pensamiento de Evita. Un recorrido por los distintos momentos de su vida y, en consecuencia, de parte de la historia argentina.

Así, la muestra permanente se encuentra dividida en tres grandes bloques: Eva Duarte (prólogo, mito, Eva actriz, Encuentro con Perón), Eva Perón (17 de Octubre, el casamiento, Primera Dama/Viaje a Europa, Hogar de Tránsito N°2, voto femenino, Constitución del 49, Fundación Eva Perón) y Un final inesperado (el renunciamiento, la enfermedad, la muerte y su cuerpo, la razón de mi vida).

De este modo, en las salas podrán apreciarse objetos que pertenecieron a Evita, fotografías y documentos, entre otras cosas. Además, el establecimiento cuenta con la Biblioteca del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas-Museo Evita en la que se recopila todo el material bibliográfico existente sobre su vida y su obra.

Completan las instalaciones de este Museo un auditorio, un restaurante y la correspondiente tienda de recuerdos.

Cabe destacar que el sitio se encuentra abierto de martes a domingos, de 11 a 19 horas y que el precio de la entrada es de alrededor de 2,20 euros al cambio sin guía o de 3,35 euros la visita guiada.

Sitio Oficial: Museo Evita

Perú tendrá su primer hotel All Inclusive

La cadena Thunderbird Hotels desembarca en Perú constituyendo lo que será el primer establecimiento Todo Incluido de este maravilloso país. Se trata del hotel Thunderbird Resort El Pueblo, ubicado en el distrito de Ate.

A un precio único, el huésped podrá disfrutar de todos los servicios del hotel, que incluyen bebidas alcohólicas y no alcohólicas, aperitivos a cualquier hora del día, servicios de entretenimiento como cine, karaoke, bolera, discoteca, espectáculos, entre otros, además de diversos juegos para niños. Se incluye además la práctica de deportes como tenis, fútbol, golf, squash, voley, basquet. También encontraremos un gimnasio, saunas, ducha española y jacuzzi.

Además, en este resort hay servicio de comidas 22 horas al día. Está diseñado según la arquitectura de los pueblos de la serranía peruana.

Frances Marti, gerente general de Thunderbird fue quien se ha complacido en anunciar a la prensa la novedad, aseverando que todos los visitantes pagarán el mismo precio para acceder a la totalidad de los servicios.

Vía: Expreso

Chile: Una ciudad sobre el Estrecho de Magallanes

Lo primero que hay que hacer en Punta Arenas, en el extremo sur de Chile, es pararse en la plaza Muñoz Gamero, corazón de la ciudad, para mirar alrededor. De un lado se huele el mar, los muelles del puerto y los barcos. A pocas cuadras, el Cerro de la Cruz tiene la mejor vista hacia el casco histórico: los techos rojos típicos, a orillas del Estrecho de Magallanes y, a lo lejos, la costa de la isla de Tierra del Fuego. Alrededor de la plaza, los palacios y monumentos hablan del esplendor de una ciudad que -allá por 1906- era frecuentada por los barcos de diez líneas interoceánicas -no existía el Canal de Panamá- y se enorgullecía de su red de teléfonos y luz eléctrica, su teatro de ópera, el hipódromo y las filiales bancarias. Aún hoy se pueden ver frente a esta plaza los imponentes palacios afrancesados de los "reyes sin corona" de la Patagonia de comienzos del siglo XX, como José Menéndez, Mauricio Braun, Jean Blanchard y Adolfo Stubenrauch, entre otros.

Así es, tanta magnificencia se explica porque hasta la década de 1920 -cuando se derrumbó la cotización mundial de la lana de oveja y se abrió el Canal de Panamá- esta ciudad fue la capital comercial, política y cultural de la Patagonia. "Es una Montevideo del sur", dijo el escritor argentino Roberto J. Payró en 1899 cuando visitó Punta Arenas para hacer la crónica del encuentro de los presidentes de Chile y Argentina, Errázuriz y Roca. Un testigo de aquellos años domina hoy la plaza Muñoz Gamero, es el monumento al navegante Hernando de Magallanes, que pasó por aquí en 1520 rumbo al Océano Pacífico. El monumento fue pagado por José Menéndez y ahora los turistas, por cábala, le tocan el pie al indio que acompaña a Magallanes en el bronce: así, se dice, seguramente se repetirá la visita.

Leyendas sureñas

Después de Magallanes pasaron muchos otros marinos. En 1671 el inglés John Narborough la bautizó "Sandy Point" -punta arenosa, origen del nombre actual- contento de encontrar en las solitarias aguas del estrecho un puerto natural, agua potable, carbón, buena caza y tehuelches amigos. Darwin y Fitz Roy navegaron en 1832 con el bergantín "Beagle" los canales fueguinos y vivieron para contarlo. De aventuras está hecha la historia de Punta Arenas, que se inició en 1848 cuando el gobierno de Chile estableció allí una colonia penal cerca del viejo Fuerte Bulnes. Desde entonces, chilenos e inmigrantes europeos llegaron a Punta Arenas atraídos por sucesivas "fiebres": la caza de lobos marinos y ballenas en 1860, el descubrimiento de oro en 1880, el auge de la cría de ovejas entre 1884 y 1920, la fiebre del petróleo desde 1945 y luego la pesca, el carbón y el turismo.

Otro testigo de aquel esplendor es el céntrico Museo Regional Braun Menéndez, ubicado en el edificio de estilo francés construido en 1905 para Sara Braun. A pocas cuadras, el Museo Salesiano cuenta la vida de los indios de la región en la implacable Patagonia de finales del siglo XIX, un tema que inspiró relatos del popular escritor chileno Francisco Coloane. Punta Arenas es hoy una moderna ciudad de 120.000 habitantes, pero su mitología vuelve de muchas maneras. Por caso, en estos días culmina el Carnaval de Invierno, un desfile de carrozas, murgas y comparsas con temas del folclore local. La época pionera revive en el Museo del Recuerdo -con carruajes y objetos del siglo XIX- creado por el historiador Mateo Martinic en el Instituto de la Patagonia, de la Universidad de Magallanes.

Por cierto, habrá turistas fascinados con las ofertas de la Zona Franca local: son trece hectáreas de locales comerciales, visitados diariamente por miles de personas que pueden hacer compras sin impuestos, o deleitarse ante un plato de centollas, cordero o salmón. No faltan los turistas europeos fascinados por el cementerio de la ciudad: sus bóvedas barrocas, como la de Sara Braun, recuerdan a la Recoleta. Y están los turistas que se preparan para navegar por canales fueguinos con los cruceros Australis - que van y vienen entre Ushuaia y Punta Arenas- tras las huellas patagónicas de Darwin y Fitz Roy.

El Milodón y las montañas

Hay más para ver, si se aprecian las leyendas. Bruce Chatwin cuenta en su libro "En la Patagonia" que su fascinación con el sur nació al oír la historia de la Cueva del Milodón, un animal prehistórico -algo así como un oso gigantesco- que hace 15.000 años vivió en la zona de Puerto Natales, bien al norte de Punta Arenas. En 1895 el explorador sueco Nordenskjold recorrió la cueva, que hoy es un sitio turístico en un desvío del camino al parque Torres del Paine.

En 1898 el científico argentino Ameghino dijo que aún debía haber un Milodón vivo. Desde Londres llegaron los científicos del British Museum y los periodistas. Nadie encontró un Milodón vivo pero muchos se maravillaron con las Torres del Paine, un paisaje de montañas, lagos, ríos, glaciares y bosques que hoy visitan los entusiastas del trekking. Así es, Punta Arenas también se ha construido con leyendas.

27 julio 2009

El Chaltén, la estrella argentina del senderismo



Ubicado en el sudoeste de la provincia de Santa Cruz y dentro del Parque Nacional Los Glaciares, el pequeño pero pujante pueblo de El Chaltén es sin dudas una de las joyas de la Patagonia Argentina - un destino de por sí imperdible. Su principal encanto reside en su maravilloso entorno natural verdaderamente exhuberante. Este es un breve repaso como para invitarlos a descubrir en las imágenes algunas de sus actracciones naturales más impactantes.

Como lo indica el nombre de esta área protegida, la estrella son los glaciares. A alguno de ellos es posible llegar en embacaciones -como en el caso del Viedma a través de una navegación por el lago que lleva su mismo nombre- y otros como el Glaciar de los Tres, el Torre, el Piedras Blancas se encuentra a algunas horas de caminata partiendo desde el pueblo, ideales para aquellos amantes del senderismo ya que con una exigencia intermedia se llega a las mejores panorámicas de la zona.

Entre ellas sin dudas hay que mencionar al famoso mundialmente monte Fitz Roy, un imponente cerro de 3405 mts que es posible contemplar realmente desde muy cerca (junto con su glaciar) desde la Laguna de Los Tres, maravillándonos de su inmensidad.. algo verdaderamente inolvidable.

Muy cerca de allí, y también luego de un trekking -en este caso algo más sencillo- se encuentra el majestuoso cerro Torre, con sus agujas y su “hongo” de hielo en la cima que lo ha convertido en uno de las rutas de escalada más dificiles del mundo entero. Al pie del cerro, un vez más encontramos un majestuoso glaciar y su respectiva laguna, y a muy pocos metros de allí se emplaza un camping libre, ideal para los cultores del campamentismo que tendrán la oportunidad unica de ver al gigante Cerro Torre recortado con el fondo de los mágicos colores de la puesta del sol. Además quienes disfrutan del Turismo Aventura, pueden hacen un Trekking sobre Hielo sobre el glaciar y practicar también escalada en hielo.

Pero esto es sólo una pequeñisima parte de lo que ofrece el Chaltén a todos los amantes de la naturaleza.. otros bellísimos atractivos son las estancias patagónicas, el bosque andino patagónico, la Laguna Capri, el Lago del Desierto, el Río de las Vueltas, y el Hielo Continental Patagónico (una travesía de alta exigencia para trekkers expertos). Un lugar único y realmente imperdible para los que quieran descubrir a fondo la Patagonia Argentina.

¿Dónde se quiere más a los americanos?

Muchos son los tópicos que circulan por el mundo sobre los ciudadanos de los Estados Unidos. En algunos lugares, los turistas americanos no se sienten bien recibidos por diversas razones. Pero ¿dónde se les quiere más?

Se ha realizado una encuesta en 21 países para saber dónde son mejor recibidos, que cultura o país los acepta tal cual son y sienten afinidad con ellos.

Hay muchos estereotipos que circulan por ahí: que se creen el centro del mundo, que ignoran todo del resto del mundo, que no saben apreciar culturas distintas, que no se esfuerzan por aprender otro idioma, que no se integran, etc.

Veamos, a pesar de todo ésto, dónde son bien acogidos:

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