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30 mayo 2009

Argentina: Entre Rios a todo lujo, entre el río y las lomadas

El toc-toc del pájaro carpintero impregna la atmósfera del parque de la estancia Las Colas, cerca de Gualeguay, Entre Ríos. El oído se agudiza y la vista busca entre álamos, palmeras, araucarias y robles, hasta dar con el responsable del sonido. Es media mañana y, desde los cómodos sillones de la galería descubierta del casco, el paisaje campestre invita a bajar las pulsaciones.

Es el primer contacto con este campo de 2.500 hectáreas, ubicado a dos horas de la ciudad de Buenos Aires. La casona de estilo renacentista casi no se distingue desde la ruta 11. Pero aparece, imponente, entre una variada arboleda, luego de recorrer mil metros por un camino de tierra.

Los anfitriones, Marta y Mario, reciben a los recién llegados y enseguida desaparecen entre bambalinas, para que la sensación de estar "como en casa" sea aún mayor. La maciza puerta de entrada da paso al hall y al comedor, con hogar a leña y piso de pinotea. En sus dos plantas, Las Colas tiene siete habitaciones, con una decoración austera pero pintoresca, aire acondicionado, camas cómodas y baños enormes.

Además del comedor, en el casco hay un living, mesa de juegos y biblioteca. El piso superior es luminoso, con ventanales que dan al parque, pisos de madera, muebles antiguos y reproducciones de Molina Campos.

Actividades y buena mesa

Luego de una primera recorrida, la galería, con piso de cerámicas blancas y negras, como un tablero de ajedrez, se lleva los elogios. A las virtudes de ese rincón de la casa se suma la picada de fiambres y quesos caseros. El almuerzo suele servirse en el comedor, pero, a pedido de los visitantes, el asado puede ser disfrutado en la galería.

El reposo después de la comida es un paso obligado que se repetirá durante toda la estadía. Los platos son caseros, abundantes y deliciosos, gracias a las manos de Marta y de Mario, en su rol de experimentado asador.

En Las Colas, ninguna actividad está programada. Hay mucho para elegir: canchas de tenis y fútbol, piscina, bicicletas y juegos infantiles. Durante la tarde, los caballos están ensillados y listos para largarse a una cabalgata por el campo. Empiezan a andar un rato con desgano, antes de entrar en ritmo, mientras varias bandadas de pájaros aparecen en el cielo en perfecta formación.

Enfrente de la caballeriza, un museo de antigüedades guarda máquinas agrícolas y carruajes de época. Para saber el porqué del nombre de la estancia, hay que remontarse a 1904, cuando Juan Mihura compró el campo de 6 mil hectáreas originales y cuyo dibujo en el plano semejaba un animal. La fracción donde está el casco era "la cola" del campo. Por una deformación a través de los años, el lugar pasó a ser conocido como "Las Colas". La estancia tuvo varios dueños y huéspedes famosos, como el ex presidente Marcelo Torcuato de Alvear.

La merienda en la galería se extiende entre charlas, mate, porciones de pasta frola y pan casero. Casi sin advertirlo, llega la noche y los bichitos de luz asoman como diminutos faros en la oscuridad del parque. Un rato después llegan los ñoquis a la bolognesa de Marta: el premeditado plan de descansar y comer rico se cumple a la perfección. Al día siguiente habrá tiempo para una caminata y un paseo en carro, con la infaltable foto delante de la casona.

27 mayo 2009

En la morada de los cóndores

La reserva natural Quebrada de los Cóndores es uno de esos lugares recónditos y poco conocidos que hacen de La Rioja un lugar sorprendente. Allí, en el puesto rural Santa Cruz de la Sierra, se ofrece alojamiento y cabalgatas a una espectacular saliente montañosa próxima a la morada de un centenar de cóndores que planean a metros del visitante. Si la estadía en Santa Cruz de la Sierra es de dos o tres días, el avistaje se puede combinar con paseos por circuitos alternativos, como la visita a pinturas rupestres y pesca de truchas en unos piletones naturales de agua cristalina.

El viaje a Quebrada de los Cóndores se realiza en vehículos doble tracción, y parte desde Tama -un pueblito ubicado a 180 kilómetros de la ciudad de La Rioja- con rumbo a Sierra de Los Quinteros.

Esta extraña y sorprendente serranía de rocas de granito -cubiertas de pastizales, pequeñas quebradas y cactos en flor- protege al 80 por ciento de esta comunidad de cóndores andinos, formada por 150 ejemplares. Una especie que en todo el continente está al borde de la extinción.

Por un camino de cornisa

El camino, que dura aproximadamente tres horas, asciende con suavidad por algunas cornisas de la quebrada hasta llegar a los altos de una meseta. Allí está el puesto rural de Santa Cruz de la Sierra, una posta para alcanzar la Quebrada de los Cóndores. La cordialidad y la hospitalidad de José de la Vega, quien recibe con silencioso entusiasmo, es una de las más gratas impresiones que se lleva el visitante.

La posada está preparada para brindar alojamiento a diez personas en habitaciones dobles provistas de baño privado, y cuenta con un comedor rústico donde la comida es en sí misma un verdadero motivo que justifica el viaje. Entre las delicias de la cocina riojana se sirven cazuela de gallina, cabrito al horno de barro, locro, empanadas, puchero de cabra y frutas silvestres cosechadas in situ por el mismo visitante.

También suelen realizarse fogones criollos, en los que los baqueanos narran con mucha calma y entusiasmo la rutina de la vida en este lugar.

Antes de partir, un sol radiante augura que la excursión que comienza con una caminata hasta el lugar donde nos esperan los caballos, superará las expectativas más ambiciosas.

Desde el mirador

La cabalgata que se avecina dura un poco más de hora y media; ese es el tiempo necesario para atravesar los cuatro kilómetros hasta el mirador natural de la Quebrada de los Cóndores.

El ascenso es lento y hay que hacerlo con mucha precaución, dada la evidente dificultad de este terreno. El recorrido sortea pequeños arroyos y nacimientos de vertientes que brotan entre las inmensas rocas de granito, hasta llegar al desfiladero que conduce al "Mirador de los Cóndores", un gigantesco peñasco que sobresale del acantilado unos tres o cuatro metros, a más de 1.800 de altura sobre el nivel del mar.

Después de transitar una angosta huella serpenteando la montaña, se accede a la cima de esta saliente que domina el paisaje. Desde allí la panorámica es conmovedora: se divisan hileras de montañas cubiertas de verde, varios riachuelos que marcan un trazo profundo entre las quebradas y el camino hasta la posta.

La abrumadora presencia del acantilado, escogido por estos reyes del aire para establecer su morada, causa un poco de impresión. Tal vez por ello, desarrollaron la capacidad de vivir en estas inmensas y recónditas montañas, cuyos recovecos y pequeños relieves sirven para constituir y proteger sus nidos.

Encuentro cercano

La escena es tan espectacular que, absortos el paisaje, en un primer momento no percibimos que más de cuarenta cóndores planean sigilosos a pocos metros de nuestras cabezas. Pero el encuentro es hipnótico y emocionante; pareciera que los cóndores están tan asombrados por nuestra presencia como nosotros por la de ellos.

Así, como en un ritual silencioso, permanecemos sentados en la cima de la montaña durante más de dos horas, viendo cómo las aves pasan una y otra vez, en círculos y en línea recta, hasta esconderse en sus nidos, entre las fisuras de las rocas.

Al emprender el regreso es cuando nos damos plena cuenta del efímero pero mágico momento que acabamos de disfrutar en la Quebrada de los Cóndores. Por el oeste, el sol se empieza a esconder entre una cortina de nubes, mientras el aire puro y la brisa silban suavemente, como en señal de despedida.

Reloj de agua para viaje

No lleva baterías.
No consume electricidad.
No contamina.
Es pequeño, portátil, liviano, útil y funciona con agua.

Sí, ya sé que hoy por hoy pocos llevan un reloj alarma cuando salen de viaje. Los teléfonos móviles, PDAs y hasta las videoconsolas nos pueden despertar a tiempo para no perder el avión.

¡ Pero no me dirán que no es precioso !

Además, me parece el una idea brillantemente sostenible. Todo lo qua hay que hacer para que este relojito funcione es llenalo con agua con unas gotas de jugo de limón (!).

Los electrodos toman la energía del agua (¿algún voluntario que nos explique cómo ?) que sólo es necesario cambiar muy de tanto en tanto, y agregar un poco de jugo de limón cada 5 a 7 semanas. Tiene además una memoria que te cuenta cuándo fue la última vez que lo cargaste de H2O.

Es de Bedol donde también tienen todo tipo de objetos eco-friendly incluyendo bolsos y varios modelos de relojes de viaje, radios y estaciones meteorológicas portátiles. Pero este chiquitín me pareció una joyita de diseño verde. Cuesta 16 dólares.

¿El plástico con que parece estar hecho, será reciclado?

Via: elproximoviaje

La Habana: una ciudad inolvidable

Visitar Cuba es asistir a un momento histórico. Siempre. Es una cualidad de Cuba. En estos días que abren todas las puertas a un nuevo tiempo, el turista es testigo de una restauración impactante. "Recuerda Cuba", nos dicen los carteles desde que ponemos un pie en tierra de Martí. Recuerda los hoteles fastuosos, aquellos automóviles espléndidos que rodaban en los 50, el ron duro, el humo de los habanos y las mulatas deslumbrantes. Recuerda aquella música casera y prodigiosa, los cubanos de amistad irresistible. Recuerda el mar como un brillante espejo de jade, las arenas finas, las palmeras soñolientas y el cielo intacto. No es un nuevo perfil, es algo que nunca dejó de ser Cuba.

Recuerda el formidable Hotel Nacional, cíclope arquitectónico del Caribe. Nos impresiona su tamaño cuando nos acercamos y en el lobby sentiremos la presencia de los potentados que vestían trajes perfectos y perdían fortunas en el casino. No nos asombraría que en el ascensor que nos lleva a nuestra habitación Nat King Cole les haga un chiste a los duques de Windsor. Frank Sinatra tomaría un mojito mirando el mar desde los inmensos sillones de reyes en unas galerías frescas junto a un jardín opulento y ahora estamos sentados allí, sintiendo el bienestar del mismo mojito.

Los jardines acaban en una avenida por la que marchan con parsimonia unos coches magníficos. A los habaneros siempre les gustó la buena vida. Usaban esos autos formidables, un Dodge King Way 57, un Cadillac Serie 62 modelo 55, pero con la Revolución se frenó la compra de modelos actualizados, de modo que aquellos se volvieron hierros viejos. Sin embargo, la nobleza que los preservó los ha convertido en clásicos. No habrá forma de que nos saquen de esta isla sin habernos trepado a una de esas joyas, destellos de un pasado que no ha de volver.

¿Nostalgia? En Cuba la nostalgia es un mal que se cura con fiesta. Nos escaparemos del tour y conoceremos a alguien que nos invitará al Café Habana, temático de aquella gloriosa posguerra. Justo en el momento en que estemos a punto de extrañar, sonará un estrépito de trompetas y tumbadoras que nos harán olvidar todo. Los deseos hay que dárselos en vida: saldremos y nos treparemos a un Ford Sunliner convertible del 54, rojo como una cereza intergaláctica, y corriendo por el Malecón sentiremos el aire fresco y dulzón del océano y reiremos y terminaremos en el Tropicana, donde el show estará haciendo reventar la noche. Allí acabaremos de recordar aquella Cuba a puro ron, habanos, la mejor música del mundo y las mujeres más consistentes que ha dado la raza.

Habana Vieja y remozada

El emblema de la Restauración es La Habana Vieja y el Malecón, en todo su recorrido frente al mar. La Habana Vieja es el centro histórico donde hace 500 años se erigieron la Catedral y su plaza, la plaza de Armas y los antiguos palacios, moriscos, barrocos. Resistieron cinco siglos las mansiones, los portales empedrados y los estrechos callejones adoquinados que conducen a las cinco plazas. Es un pequeño barrio que concentra 242 manzanas y unos 3.500 edificios habitados por 70.000 habaneros.

Igual que los autos, La Habana vieja y sus edificios, los más señoriales del Caribe, estuvieron a punto de caerse a pedazos pero hoy son remozados para gloria de la arquitectura y declaración de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO mediante. Los trabajos comenzaron en 1994 y dicen que llevarán aún muchos años, pero ver en su segundo esplendor el edificio Emilio Bacardí, el Gómez Vila y la antigua Lonja del Comercio, amerita el viaje.

Nos vamos a caminar por la reflorecida Calle de los Mercaderes. Todo es incitante. A unas mujeres que crearon una cooperativa para vender lo que siempre hicieron les compramos un vestido al crochet por 25 dólares, entramos al Mercado de Oriente, a la Librería Boloña, al Café Columnata. Entramos a todas partes, ¡Cuba es nuestra! Dimitri Camejón, hijo de un mecánico que una vez tuvo una vida en Rusia, nos hace sentir en casa dándonos charla en su pequeña galería de arte. Nos podríamos quedar allí toda la vida, pero el mismo Dimitri nos lleva a un local de artesanías para que compremos un reluciente cangrejo de madera por tres dólares. Por la calle andan los niños con sus uniformes bordó y blanco de la escuela, riendo a carcajadas y sus maestras retándolos, y luego riendo ellas también, la gente que charla de balcón a balcón, los tres hombres que arreglan un auto, el ejército de mujeres y hombres vestidos con el overol de la Restauración. En cada cuadra se están refaccionando tres, cuatro antiguas mansiones y cada dos cuadras hay un taller donde se reúnen los trabajadores.

Sabemos que serán unos días muy especiales aquellos en que nos alojamos en un hotel de la Restauración en 2009. Son una veintena y en ellos la atención a los turistas tiene su mayor concentración. Salimos de la Calle de los Mercaderes y a media cuadra, por la Calle Teniente Rey entramos al Hostal Los Frailes. Los botones y las recepcionistas nos recibirán vestidos de monjes y una vez adentro, nos atrapará un patio mágico que contiene la luz que emanan las plantas, la frescura íntima de la humedad de los musgos de siempre, un perfume de helechos y jazmines y el aire que alegran las voces de los chicos. De esos edificios recuperados de la carcoma y los huracanes rebrota un pasado que es el de Cuba pero que también es el nuestro.

Nos hemos emocionado con "Por quién doblan las campanas", y andando por la Calle de los Mercaderes, allí está, en la esquina con la Calle del Obispo, el Hotel Ambos Mundos, el lugar donde fue escrita. Y está la habitación que siempre ocupó Hemingway, convertida en un pequeño museo. No nos privamos de ir a sus bares preferidos, la Bodeguita del Medio y La Floridita, donde dejaremos que el tiempo se nos escurra. Como en todas partes, allí también hay cubanos con quienes hablar, del Che, de lo malo de la Revolución, de Elián, de Raúl, del Bloqueo, de lo prodigioso de la Revolución, de Diego, de los milagros de la medicina cubana, de Fidel. Nunca se detiene la charla en La Habana Vieja.

Abandonados a la placidez de la tarde que huye en secreto, nos sumergimos en los libros de una feria que rodea una plaza. Abrazados como a un tesoro perdido de una primera edición de Los fundadores del alba, que ganó el premio Casa de las Américas en 1969, entramos al restaurante La Mina para comer un plato de ajiaco criollo al que era aficionado Julio Cortázar.

Entre las mesas al aire libre andan dos pavos reales y el espacio está embriagado de la música que toca la orquesta. Uno cae en la cuenta de que en cada bar, en cada restaurante, en los lobbies de los hoteles y en las plazas, hay orquestas tan buenas que, si la más humilde viniera a nuestra ciudad, daría un concierto en uno de los teatros principales y pagaríamos una suma importante para oírla en vivo.

La Habana es la primera entrada a la isla turística; la segunda es la forma más placentera del paraíso silvestre: las playas en que se unen la isla y el mar. En Varadero la Restauración del Caribe que comenzó cuando Cuba se restituyó para el gran turismo internacional, continúa construyendo hoteles e instalando servicios.

23 mayo 2009

Santiago de Chile, “el legado inca”

La zona de providencia es otro de los lugares de copas y diversión, sobre todo para los trabajadores y turistas. Una de sitios más de moda es la zona de Nuñoa, con locales modernos y a también locales donde disfrutar de una copa tranquilamente.

La edad mínima para consumir alcohol es de 18 años, no hay una etiqueta de vestimenta preestablecida aunque algunos locales suelen exigir vestimenta un poco elegante para entrar. La mayoría de los locales no cobran entrada exceptuando algunas discotecas que cobran un precio mínimo por la entrada.

La ciudad dispone de un casino donde poder realizar sus apuestas. Hay que ser mayor de edad y vestir elegantemente. Para los extranjeros es requerido el pasaporte para el acceso. El Casino Viña del Mar es el más conocido de la ciudad.

Para escuchar música en directo puede ir hasta el Boomerang Pub, en la calle General Holley 2285 o al Santiago Jazz Club para escuchar artistas locales e internacionales. Y para ver como se vive una tradición española en otro país puede ir a El Tablao, donde podrá disfrutar de espectáculos de flamenco en directo.

Y para los más pequeños (y los no tanto) Santiago de Chile posee un gran parque de atracciones, Fantasilandia, único en su tipo en toda América latina. Con más de 8 hectáreas de terreno y que recibe más de un millón de visitas anualmente.

Y ya como actividad más relajada siempre podrá ir hasta el Parque Metropolitano, el parque más grande de Chile y uno de los más grandes del mundo. Con unas infraestructuras adaptadas para todo el mundo, zona de pic-nic, piscinas, ludotecas, miradores, senderos para pasear y hasta un zoológico.

Indudablemente Santiago de Chile es un lugar que suele pasar desapercibido en las agendas de los viajeros pero que esconde muchas sorpresas que están esperando a ser descubiertas.

Via: actualidadviajes

Nuevo sistema de seguridad aeroportuario capaz de “leer” nuestra mente

Cada vez es mayor el número de aeropuertos que incrementan su tecnología con el objeto de optimizar las medidas de seguridad contra el terrorismo y ofrecer mejores servicios a los pasajeros que transitan por las terminales aéreas.

Tal es el caso de un nuevo dispositivo que se llama MALINTENT que se encuentra en fase experimental en Estados Unidos y que según ha trascendido se trata de un escáner que podría “leer la mente” de los turistas.

Claro que en realidad no es capaz de meterse en nuestros pensamientos sino que el flamante aparato detecta la temperatura corporal, el pulso y mediante un micro escáner facial lee los movimientos de los músculos de la cara, con lo cual se detecta si la persona se encuentra atravesando una situación de tensión lo que la colocaría automáticamente en bajo sospecha.

Aunque ya se ha probado con algunos voluntarios y al parecer el sistema necesita de algunas mejoras, de comprobar su funcionalidad y efectividad se utilizaría en otros ámbitos donde se congrega un gran número de personas como por ejemplo centro comerciales y también estadios de fútbol.

Por supuesto que no han faltado las críticas hacia el MALINTENT que ha generado la polémica de si se trata de una tecnología que viola la privacidad de las personas. En fin, no se puede conformar a todo el mundo.

Vía: 20 Minutos

El restaurante del futuro


En Ámsterdam existe un restaurante muy especial, ya que se trata de un verdadero laboratorio: se lo llama El Restaurante del Futuro. Lo que lo hace tan particular es que mientras comemos, científicos estudian diferentes cosas utilizando a los comensales como conejillos de indias, por ejemplo, qué nos motiva a elegir entre ciertos platos en detrimento de otros.

El Restaurante del Futuro tiene por copropietaria a la Universidad de Wageningen, y a través de varias cámaras de vídeo estudian el comportamiento de las personas a la hora de comer, para luego elaborar conclusiones y conocer más profundamente estos mecanismos.

Por lo demás, es como cualquier cafetería de las modernas, con suaves luces, grandes ventanales y variadas mesas de buffet donde servirnos lo que más nos guste. Sólo que para servirnos debemos completar un formulario. Luego nos pesan en la caja registradora de una forma muy discreta, y finalmente un empleado se fija cuánto dejamos en el plato y qué alimentos no comimos – o si comimos todo. Todo queda registrado para uso científico.

Vía: Npr


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