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03 noviembre 2009

¡Que viva LasVegas!

¿Cómo visitar Las Vegas, la ciudad de los mil rostros? Cada metrópoli ofrece sus sorpresas y misterios, pero la mayor parte de las veces estos pueden rastrearse, contarse y fijarse. En Las Vegas (Estado de Nevada, casi dos millones de habitantes) esto es casi imposible. La ciudad arrancada al desierto de Mojave, que se localiza en una zona rodeada de montañas con un terreno completamente árido con viento polvoriento y suelo rocoso cambia cada día, es la viva representación -por momentos delirante- de un rasgo central de la cultura norteamericana: las posibilidades ilimitadas de la vida, la energía, la movilidad.

Casi 90 años atrás, era un pequeño pueblo que había conseguido agua potable del río Colorado hasta que en 1931, con la legalización del juego, inició su fama que se afianzó con la construcción de varios grandes hoteles en 1941. Lo demás fue una escalada hacia la gigantografía, las inversiones monumentales, la puesta en escena glamorosa de lo que algunos consideran pecados y otros, placeres: el juego, la bebida, las mujeres, la vida nocturna. Las Vegas es una ciudad en la que tres millones de personas se alojan al mes en sus hoteles, el doble que en Nueva York; Las Vegas tiene 1.700 salas de juego, decenas de shows de primer nivel (aquí cantaban en forma permanente Elvis Presley y Frank Sinatra), es una ciudad febril donde la mayoría de sus habitantes vino de otro lado, un lugar visitado por 35 millones de personas cada año de las cuales el 85 por ciento -según una encuesta- apostó a algo y gastó un promedio de 532 dólares en las mesas de juego, un sitio en el que se organiza el principal torneo de póquer del mundo (el año pasado participaron 58.720 jugadores de 124 países y se repartieron 180 millones de dólares).

En el Gran Cañón

Con esos antecedentes y una escenografía urbana por momentos delirante, Las Vegas se recicla permanentemente e intenta ofrecer a sus visitantes otros atractivos que excedan los juegos de azar con una doble apuesta de más restaurantes de primer nivel, más paseos, más shows espectaculares, más aventuras, más placeres que se alimentan de todos los sentidos que los humanos puedan imaginar.

Se puede citar, por caso, un paseo en helicóptero al Gran Cañón del Colorado, considerado una de las maravillas naturales del mundo. Hay otras variantes para llegar al que es considerado como uno de los lugares más bellos de la tierra, pero el vuelo en alguno de los 15 helicópteros de la empresa Papillon y los 16 aviones de Grand Canyon Airlines marca la diferencia y ofrece la suntuosa posibilidad de volar en el medio de la escarpada garganta de colores indescriptibles del Gran Cañón creado por el río Colorado, cuyo cauce socavó el terreno durante millones de años. Aunque está situado en el estado de Arizona, ya es un paseo clásico de los turistas que visitan Las Vegas.

De ese turismo aventura alejado de las mesas de póquer participa otro de los recorridos que promocionan las autoridades de la ciudad: el Tour a Eldorado Canyon con los curiosos Pink Jeep Tour. Esta es una travesía por los alrededores de la ciudad en lujosos vehículos todo terreno. O sea, una visita al impiadoso desierto pero visto desde la modernidad: vehículos modernísimos tapizados en cuero, con reproductores de DVD, grandes ventanas con vidrios polarizados y carrocerías aisladas que no sólo posibilitan un paseo más silencioso, sino que mantienen una agradable temperatura ajena a las inclemencias extremas.

La ciudad hirviente

Estas propuestas alternativas corren paralelas al perfil que siempre ha caracterizado a Las Vegas como la ciudad hirviente, la ciudad que no duerme, que cambia y crece cada día de manera abismal, la representación viva de un mundo azaroso, efímero y a la vez eterno en la medida en que siempre existirán apostadores en esta tierra, un mundo que esquilma la lucidez de un croupier en unas pocas horas y el aguante de un apostador en menos, un mundo vertiginoso en el que las luces, los autos lujosos y los decorados duran más que las personas, casi todas obsesionadas por un sueño: ganarle al caprichoso azar.

Entre cientos de estas atracciones que la han hecho famosa, solamente la cita de algunas demuestra que, en este terreno, Las Vegas es incombustible. Visitas obligadas pueden ser una cena en cualquiera de los restaurantes de los imponentes y lujosos hoteles Wynn y Encore: Alex,Bartolotta Ristorante di Mare, Daniel Boulud Brasserie, SW Steakhouse, Botero, cuyos celebrados chefs extranjeros incluyen a Alessandro Stratta, Daniel Boulud, David Walzog, Rene Lenger, Masa Ishizawa, Philippe Rispoli, Richard Chen, Paul Bartolotta, Mark LoRusso, Stephen Kalt y Hisham Johari. O en el Aureole, en el Mandalay Bay Hotel, que posee una impresionante lista de vinos respaldada por un inventario de más de 55.000 botellas, muchas de las cuales se muestran en una torre de vinos de cuatro pisos a la que escalan acróbatas y gimnastas con la ayuda de unos cables para buscar cada botella conservada cuidadosamente en un medio ambiente de temperatura controlada. Para darse una idea: la botella más cara de la colección en Aureole es una Petrus de 1900 de 42.000 dólares.

Otros imperdibles son los hoteles y sus casinos. El MGM Grand que simula una ciudad en miniatura con más de cinco mil habitaciones; el Bellagio con su famoso espectáculo de las fuentes que se puede ver en el filme "La gran estafa"; el Caesars Palace, uno de los más clásicos y antiguos de la ciudad que refleja el alma de Las Vegas con su diseño romano, sin excesos, o con ellos, pero más solemne; el Wynn Las Vegas que abrió sus puertas en 2005, con campos de golf profesionales y miles de habitaciones tras su frente dorado que reluce con el último sol del atardecer; el Mandalay Bay Hotel, con su enorme y exótica pirámide que alberga centenares de cuartos; el The Mirage, que tiene un Jardín Secreto con tigres blancos reales, leones blancos, panteras negras, tigres dorados y un leopardo de las nieves y un festival con delfines.

Tampoco el viajero puede perderse una visita al centro comercial de Fremont Street, el lugar elegido por los turistas por sus más de sesenta restaurantes, diez casinos, bares y los intrépidos vendedores ambulantes. Todas las noches, un gran espectáculo de luz y
sonido se apodera de aproximadamente cinco manzanas. Ahí están concentradas, en el Down Town, las luces y la esencia de Las Vegas. Hay un espectáculo de luz y sonido en su bóveda techada de cinco cuadras que comienza a las 20.30 y tiene lugar cada hora entre las 21 y las 24 Es una de las principales atracciones que se puede disfrutar con toda la familia.

El espectáculo interminable

Si pocas ciudades en el mundo concentran una diversidad de razas semejante, esa variedad también se da en la cantidad de espectáculos simultáneos anunciados en marquesinas que hasta un miope vería con nitidez.

Entre tantos, uno de los más exitosos es The Lion King show (Mandalay Bay Hotel), idéntico a los demás que se presentan en todo el mundo con una puesta en escena con la misma música, escenografía y vestuario que lo han convertido en un fenómeno mundial. Otro show imperdible es Le R&eciric;ve ("El Sueño" en francés), en el Wynn Theater de Wynn Las Vegas. Le Reve tiene como escenario una piscina con capacidad para un millón de litros de agua, que es la escenografía para los más de 70 artistas que se mueven, entran y salen mientras los espectadores pueden optar por un paquete VIP que incluye, además del espectáculo, servicio de champán, fresas cubiertas de chocolate, monitores de video privados.

La lista de las presentaciones (y artistas) sería interminable, como las orquestaciones de piedra, pavimento, vidrio y luces que definen de manera inconfundible el perfil de la ciudad: Cher, Barbra Streisand, Bette Midler, Barry Manilow, José Feliciano, David Copperfield, Cirque du Soleil, los magos más famosos, decenas de espectáculos para adultos como los que enseñan a las espectadoras a aprender pasos de baile del strip-tease o dibujan el erotismo de las Sin City Bad Girls.

Y está, finalmente, el espectáculo humano. Los rostros y gestos encendidos en las inmensas salas de juego contrastan con los miles de turistas que circulan en bermudas por el principal boulevard de Las Vegas con la mirada azorada frente a esa –por momentos delirante– mezcla de estilos.

Columnas, esculturas inverosímiles, grabados, millones de luces, autos en movimiento y carteles con toda la oferta que uno se pueda imaginar conviven allí, en ese gran escenario plantado artificialmente en medio del desierto. Por momentos, se tiene la impresión de que Las Vegas siempre es igual y siempre es cambiante como las dunas que empuja el desierto de Mojave que está ahí, al lado de la ciudad hirviente.

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