Días después parecerá que esa elección fue lo que podría llamarse un signo. No por haber sido ésa la primera comida, sino por ser el primer tema musical que escuchamos en Cuba. Echale salsita lo escribió y lo tocó por primera vez en 1933 Ignacio Piñeiro con el Septeto Nacional y hoy muchos le atribuyen a ese título el origen de la palabra “salsa”, que une, entre otros ritmos, merengue, mambo, chachachá, rumba, y desune y confunde a cubanos, dominicanos, venezolanos, estadounidenses de origen latino y todas las nacionalidades que tengan relación con el Caribe. Salsa –me quedo con ésta entre todas las explicaciones que circulan– es una palabra que empezó usándose para marcar cierto sabor de la música del Caribe y que por extensión terminó nombrando de manera imprecisa a una cantidad de ritmos que lo tienen, o presumen de tenerlo.
Como sea, “échale salsita” es la instrucción perfecta en Cuba, la que todos los cubanos aceptan con ganas. Para la comida, para la música, para el baile, para el amor, para la vida. “Salí de casa una noche aventurera, buscando ambiente de placer y de alegría”. Así comienza Echale salsita. Y los cubanos siguen esos versos casi como un mandamiento. Cada noche miles, salen a cumplirlo en las calles de La Habana.
Eso lo sabe uno la primera noche que pisa las calles de la ciudad y se encuentra con pequeñas multitudes reunidas alrededor de la música en el Malecón (la costanera), en los bares, en las plazas o en los cabarets.
Pero antes, durante el día, ha recorrido las maravillas de la Ciudad Vieja, en plena restauración de su patrimonio arquitectónico, y se ha enterado de que la música también reina de día.
Es que todo el tiempo hay grupos –buenos grupos– tocando sones o guajiras en la calle, en los bares y restaurantes, en las plazas. Hay mejores y peores, pero todos tienen nivel profesional. Durante el día, la música de esas decenas de bandas flota en el aire de la ciudad como un aroma, al que no se puede ser indiferente. Nadie pasa por La Habana sin ser tocado por la música.
Así, con ese sonido que, a veces parece la música en off de una película, uno recorre el centro histórico de la ciudad –fundada en 1559 con el nombre de San Cristóbal de La Habana–, unos dos kilómetros cuadrados donde viven 61.000 habitantes. El recorrido por esas maravillas tiene siempre escalas musicales, frente a un grupo que toca en una esquina o en una plaza o siguiendo a una comparsa que desfila por una calle empedrada.
El paseo puede empezar en la Plaza de San Francisco de Asís, frente a la antigua iglesia de San Cristóbal, hoy lugar de conciertos de música clásica. Y dejarse llevar por el oído. Cuando se necesite un descanso del calor y la humedad agobiante, hay varios bares imperdibles. Está la famosísima Bodeguita del Medio, muy cerca de la Plaza de la Catedral, donde se toman los mejores mojitos. Allí, en los dos lugares, seguro hay música: en la Bodeguita y frente a la imponente Catedral.
Pero el lugar donde siempre se quiere volver es el Floridita, el hermoso bar y restaurante donde Hemingway tomaba sus daikiris y ahora lo reemplaza una escultura de bronce, con sonrisa canchera y un brazo apoyado en la barra con su copa cónica de daikiri. Nadie pasa por allí sin sacarse una foto con él. Ahí también hay música, desde luego.
La restauración de La Habana Vieja es un proyecto hoy muy vinculado con el crecimiento del turismo occidental, que comenzó en Cuba en 1993. Hoy, la isla recibe dos millones y medio de turistas cada año, que ya son la principal fuente de ingresos.
Hay sobre todo tres zonas de la ciudad donde se alojan y que recorren los turistas: Miramar y Vedado, dos barrios residenciales, y la Habana Vieja. Y es también en esos barrios donde por la noche se escucha música y se baila. Las opciones para conocer ese circuito son innumerables, y el siguiente es sólo un recorrido posible.
Casa de la Música Miramar (con sows en vivo y baile)
Sobre todo para jóvenes. Conviene llegar antes de las 12 de la noche para encontrar mesa, pero el show en vivo empieza cerca de la una. Aquí, el principal contratiempo es el volumen de la música, que llega a doler en los oídos. Antes del show, todo ocurre en las mesas, donde se charla, se fuma, se toma sobre todo ron. La voz del DJ anima el ambiente con informaciones y saludos entusiastas: “¡Hoy nos acompaña Boris, el tecladista de los Van Van! ¡Hay una mesa de argentinos, saludos para la Argentina! ¡Por allá está Bernardo, el único negro rubio de La Habana!” Después llega la música en vivo, generalmente grandes bandas de jazz latino. Casi todo el mundo baila, sobre todo los cubanos, que son mayoría. Después del show en vivo lo que más suena es el reggaeton. Hora de irse. Calle 20 N° 3308 esq. 35, Miramar, teléfono: (537) 204 6147. La entrada cuesta US$ 15.
La Zorra y El Cuervo (conciertos de jazz y cocteles)
Es un sótano bien de jazz que abrió en 1997, muy tranquilo, con ambiente de pub inglés, muy buen sonido, una barra y alrededor de veinte mesas ocupadas por mayoría de turistas y una minoría de intelectuales, estudiantes, músicos y artistas. Hay un show de 11 a 12.15 y otro una hora más tarde. Nos tocó escuchar al grupo Bellita & Jazz Tumbatá. Bellita es una excelente cantante y tecladista. Buen daikiri, aunque más flojo que el de La Floridita. Calle 23 entre M y N, Vedado, teléfono: 833 2402. La entrada sale US$ 10 e incluye dos tragos.
Habana Café (cenas, boleros y espectáculos de danza)
Dirigido principalmente a los turistas, es un restaurante y café donde se cena a la carta y se escucha excelente música cubana en vivo, con un ambiente que recrea el de La Habana de los años 50, la de los años previos a la Revolución. La decoración incluye una antigua motocicleta Harley-Davidson, un Buick de 1957 y hasta una avioneta, además de antiguos carteles publicitarios (inclusive de Coca-Cola), una rareza en Cuba, donde la publicidad está prohibida por ley. El público es en general mayor de 30 años. Además de música, hay espectáculos de danza y varieté. Nos tocó ver a Racatán, ungrupo de danza de una destreza deslumbrante y a Los Diéguez, una pareja que hizo un espectáculo de circo que podría llamarse “Todo lo que un hombre y una mujer pueden hacer sobre una bicicleta y Ud. ni imaginaba”. Después llegaron la Havana Jazz Band, orquesta de unos veinte experimentados músicos de boleros. Un problema de este lugar: el volumen de la música que hace imposible cualquier conversación. La música llena el espacio. Lo demás es silencio.
Habana Café. Hotel Meliá Cohíba. Paseo y 3a, Malecón, tel: 833 3636. La entrada es de US$10 e incluye dos tragos.
Gato Tuerto (restaurante, boleros y café-concert)
De lo mejor en la noche de La Habana: una antigua casona que resulta un poco chica para la gente que atraen su música y sus artistas. Un lugar para la bohemia de los cubanos y muy amigable para los turistas. Tuvimos la suerte de escuchar a una de las mejores voces de Cuba, la mulata Osdalgia, que llenó la noche de boleros. Pero, sobre todo, de asistir al show de una leyenda viviente de Cuba: Juana Bacallao, una negra de 90 años que a fuerza de canto, humor, presencia magnética y un dominio absoluto de la escena y del público, se hace querer en minutos. Cuando termina su magia, se saca la peluca verde y deja el escenario ayudada por sus músicos, convertida otra vez en una anciana encorvada. Calle 0 esq. 19, Vedado, teléfono: 836 0212. La entrada es de US$ 5 e incluye un trago. Jazz Café (cena, baile y bandas de jazz latino)
Está entre los preferidos por los cubanos de entre 25 y 35 años. Se puede cenar y a las 11 tocan grupos de jazz, sobre todo latino, y se baila. Calle Paseo y 3a, Vedado, tel: 838 3302. La entrada es de US$ 10 e incluye consumición.
Tropicana (shows con músicos, cantantes y bailarinas)
Un cabaret de fama mundial, similar a lo que son en París el Lido o el Crazy Horse, que es una tradición cubana desde su creación en la década del 30. Se lo identifica por su escenario a cielo abierto, –“un paraíso bajo las estrellas”– y por su arco de cristal. Actuaron allí estrellas como Nat King Cole, Josephine Baker o Libertad Lamarque. En el show participan 200 músicos, cantantes y bailarinas de primer nivel. Pero en este siglo le falta un toque de ironía, que le permita sostener esa estética un poco Carmen Miranda, de brillos, flores y frutas en la cabeza. www.cabaret-tropicana.com, tel. (537) 267 1717. Entrada, de US$ 70 a 90, según ubicación.