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09 julio 2010

Turismo: Las mejores playas de Cuba

Cuba es uno de los mejores destinos de vacaciones de verano por los que puedes optar en el Mar Caribe. Es sensacional pues tiene de todo bastante: bastante de naturaleza hermosa, bastante de playas soberbias y bastante de rica e interesante historia. Pero bien, que si se trata de vacaciones de verano no hay como estar acostado en una playa de arenas blancas mirando el mar turquesa manso como una piscina, ¿no es cierto? Por eso, hice una selección de las mejores playas de Cuba:

. Playa Paraíso y Playa Sirena: estas dos playas están conectadas y son espectaculares. Son lenguas de arenas blancas sobre la costa de Cayo Largo del Sur, en el extremo occidental y protegido de la isla. Sobre la playa Paraíso hay un simple restaurante y el hecho de que no hay nada más solo le suma privacidad y encanto.

. Varadero: imposible no nombrar este destino. Es la playa premier que ofrecen todas las agencias. Eso sí, por eso mismo siempre tiene mucha gente, mucho hotel y mucho de todo. Pero es una buena opción ya que está muy cerca de La Habana y tiene una extensión de 21 kilómetros de playa ininterrumpida. Hermoso.


. Playa Ensenachos y Playa Mégano: ambas están situadas en Cayo Ensenachos, una isla muy pequeña que es parte de la Cayería del Norte. Es ideal para nadar porque se forma una piscina natural de casi 100 metros de extensión.

. Playa Ancón: otro clásico. Se trata de una fabulosa playa de arenas blancas que está realmente muy cerca de uno de los mayores tesoros de Cuba: la ciudad de Trinidad. Cultura colonial y naturaleza, una genial combinación.

. Cayo Coco y Cayo Guillermo: mis favoritos. Estos pequeños cayos son lugares hermosos, sobre la costa norte, y están separados de la isla mayor por una carretera artificial que se mete en las aguas, como si viajaras derecho al Paraíso. Son sitios geniales para disfrutar del sol y hacer snorkel y buceo.

. Cayo Sabinal: otro pequeño cayo pero esta vez sobre la costa noreste. Sus playas resplandecen, tiene arrecifes de corales y no hay facilidades para el turismo pero sí una rica flora y fauna.

. Guardalavaca: es un balneario muy bonito y bastante visitado aunque no tanto como Varadero. Hay una interesante zona de arqueología precolombina, mucha vegetación tropical, arenas blancas y aguas color turquesa.

06 julio 2010

Un hotel de lujo para mascotas en Disney World de Florida

Quienes tenemos mascotas domésticas sabemos del cariño y fidelidad que estos animalitos nos brindan y por ello se merecen lo mejor. Ahora, quienes elijan el centro de diversión Disney World de la Florida como destino de vacaciones y viajen junto a sus mascotas, tendrán la oportunidad de alojarlos en un establecimiento a todo lujo para nuestros queridos amigos.

Se trata del hotel Best Friends Pet Care Resort que muy pronto será inaugurado en el Walt Disney World Resort, en Florida, y que será manejado por la compañía Best Friends Pet Care Inc, fundada en 1991, la cual ya cuenta con más de 40 centros de cuidado de mascotas en 18 estados de Estados Unidos, como también cinco hoteles para perros en Walt Disney World Resort, que serán sustituidos con la inauguración del nuevo centro vacacional de mascotas.

El nuevo Hotel Best Friends Pet Care Resort tendrá más de 4.000 metros cuadrados con caminos, áreas de juego y espacio para alojar a hasta 270 perros y 30 gatos por una noche, así como pequeñas mascotas como hámsters, cobayos, conejos y hurones. Pero para animales que les gusta el confort, el hotel también contará con cuatro habitaciones VIP con televisor, camas en alto y patios privados, un parque acuático sólo para caninos de 121 metros cuadrados, un salón de aseo, camas ortopédicas, y atenciones especiales, tales como helados o atún para picar.

Viajes: Bahía, la de los mágicos rincones de Brasil

La emoción y la certeza de llegar a un lugar único se experimenta ya al sobrevolar Salvador de Bahía . Aunque toque el asiento del medio en la fila de tres, la ventanilla del avión dispara la primera impresión de esta ciudad que es puerta de entrada al nordeste de Brasil : un mar brillante por el sol del mediodía y algunos barrios de casas bajas, parejitas, interrumpidos por morros de arena blanquísima.

Una vez en tierra, golpean los 32 grados de sensación térmica. Recién llegados, nos sumergimos en los relatos de Jorge, que además de guía es cantante aficionado y tiene, para cada rincón de Salvador, versos apropiados. Al llegar a la playa de Itapuã , se despacha con un estribillo de Vinicius: “É bom passar uma tarde em Itapoã/ Ao sol que arde em Itapoã/ Ouvir o mar de Itapoã/ Falar de amor em Itapoã”.

Recorremos la costanera y descubrimos esa influencia portuguesa, por ejemplo, en las veredas de piedras blancas y negras. Ese contraste cromático también está en la gente: Bahía tiene un 80% de población negra y la influencia africana es muy fuerte. El sincretismo religioso es una de las pruebas de ello, por el que conviven el catolicismo y los dioses del afrobrasileño culto candomblé. Esas mujeres bahianas con sus vestidos impecablemente blancos, sus collares coloridos, sus pañuelos en la cabeza y esos hombres fibrosos que hacen capoeira son una fiesta.

Luego subimos al Pelourinho, el corazón de Salvador, su casco histórico, en la parte alta de la ciudad. Allí las calles son empedradas y empinadas, por momentos más angostas, por momentos más anchas, como cuando uno se topa con el edificio celeste de la Fundación Jorge Amado, el escritor bahiano que eligió ese paisaje para su novela “Doña Flor y sus dos maridos”.

Casas a dos aguas con muchas ventanas de marcos blancos y vidrio partido, cada una de un color diferente son foco de las fotos mientras algunos vendedores abordan a los turistas: tienen sus brazos llenos de collares, eligen uno para regalar y te lo cuelgan del cuello. El primero te lo regalan, el segundo te lo venden, claro. La tarde va cayendo entre artistas callejeros y negocios de artesanías y souvenirs.

Los pasos desembocan en la iglesia de San Francisco, del siglo XVIII. Su interior está íntegramente trabajado en oro y es realmente deslumbrante. Las iglesias compiten en belleza; cada una con su encanto particular.

El programa indica que hay que ir despidiéndose de Salvador porque Praia do Forte espera, 60 km más al norte. Es hora de volver a la ciudad baja en el Elevador Lacerda, un ascensor público de estilo art decó que recorre los 72 metros que separan a la ciudad alta de la baja. Ya abajo, frente al puerto, el sol desapareció y no ilumina las fachadas coloniales, desperdigadas en esa muralla natural que cae abruptamente sobre la bahía.

Tras una seguidilla de pueblitos por la llamada Ruta de los Cocoteros, Praia do Forte recibe con su brisa húmeda y su esplendoroso horizonte marino del atardecer.

Al día siguiente, este pueblo de pescadores, hoy bastión del turismo ecológico, revela su hermosura al calor del sol. Recostada sobre el mar de agua transparente, “la vila” consta de unas pocas callecitas, con una peatonal principal repleta de árboles, negocios, restaurantes y bares con mesas afuera.La modesta iglesia de San Francisco, con sus dos pequeñas arcadas en la entrada y sus ventanitas que dan a la playa, es otro de los puntos más pintorescos de Praia do Forte, al lado de la arena.

Esa misma iglesia, cuando la noche ya haya caído, se verá iluminada en todo su contorno con pequeñas lucecitas mientras un grupo de mujeres vestidas de blanco canten a cappella con el cura para recordar, una vez más, que la alegría es brasileña.

Pero antes de eso hay una visita al Castillo García D’Avila, uno de los sitios arqueológicos más importantes de Brasil y el lugar que le da nombre al pueblo. Es una casa fortificada que comenzó a ser construida en 1551 y se terminó en 1624, ubicada en la parte más elevada del terreno, a 3 km del mar. Los arqueólogos realizan allí un importante trabajo de restauración de la casa, la iglesia y de más de 30.000 objetos hallados.

De vuelta en Praia do Forte, llegamos al Proyecto Tamar, que protege a las tortugas marinas. Existen siete especies en el mundo y cuatro desovan en estas playas. Además de la preservación de las tortugas, el objetivo del centro es educar sobre la amenaza que representa para estos animales la contaminación de su hábitat.

A las 4 y media de la tarde, nos dirigimos hasta la arena porque es hora de liberar al mar a 23 tortuguitas marinas. Los turistas filman y sacan fotos. Se desplazan con esfuerzo y, cuando la primera llega al mar, se escuchan aplausos y gritos.

También en la vila está el Instituto Baleia Jubarte (ballena jorobada), ligado a la conservación de esos cetáceos. Otro de los encantos del lugar son las piscinas naturales que se forman cuando la marea baja y son ideales para practicar snorkel.

Praia do Forte está inmersa en la gran Mata de São João , ese paraíso tropical que tiene su versión más salvaje en la cercana Reserva de Sapiranga , unas 600 ha protegidas en las que vale la pena internarse para hacer una caminata o un paseo en cuatriciclo para terminar tirándose en una tirolesa sobre el río.

Aunque las actividades de aventura abundan, Praia do Forte también es “o lugar perfeito para fazer absolutamente nada”, sobre todo en este resort 5 estrellas que lleva el nombre del pueblo y en el que todo es perfecto. La estructura en armonía con la naturaleza, las piscinas que son una continuación del océano y un espléndido spa.

Y uno vuelve trayendo esa botella de cachaça con la firme esperanza de revivir aquellos días bahianos, pero, claro, fracasa. Por más que suene el CD de Vinicius y uno le ponga mucha onda a la preparación de la caipirinha, no es lo mismo. Habrá que volver.

Turismo: Coyoacán, bohemia a la mexicana

No fue sino hasta mediados del siglo XX cuando el barrio de Coyoacán quedó inmerso en la Ciudad de México y se convirtió en el corazón bohemio y cultural del DF. De ser la villa de descanso de las familias ricas trasmutó en epicentro mágico de artistas e intelectuales.

Coyacán es, además, el lugar donde nació, amó y murió la pintora Frida Kahlo, un laberinto de calles con aires coloniales donde abundan las librerías, galerías de arte, centros culturales, cafés, restaurantes con terrazas que huelen a tortillas y un zócalo donde la Catedral y el ayuntamiento dan cuenta del barroco mexicano. Grandes mansiones remiten a una fundación franciscana y en una sola calle, la Francisco Sosa, hay al menos 65 edificios que son patrimonio histórico.

Por sus calles empedradas, las caminatas se hacen una aventura a cada paso: aquí, las casonas pintadas de púrpura y amarillo vibrante; allí los jardines con verdes intensos y fuentes de agua. Museos, espectáculos de danza, foros de teatro independiente, el mercado y las tiendas que expresan el ser mexicano en cada detalle impregnan el aire de fiesta. Rico en eclecticismos, se vislumbra en una esquina el fantasma de León Trotsky y en otra, el del poeta Octavio Paz, ambos vecinos ilustres del barrio.

Desde un bar, suena la música del mariachi Vargas. Más adelante –ya cerca del centro– la voz de la gran Chavela Vargas sale de una radio que un viejo sentado en la vereda sostiene contra la oreja. No sólo emociona por su profundo canto. Ella fue testigo de los tiempos en que la Casa Azul, donde vivía el tempestuoso matrimonio de Frida Kahlo y el muralista Diego Rivera, era centro de tertulias ilustradas.

En el refugio de Frida

En la esquina de Londres y Allende está la vivienda –hoy museo– que compartieron estos dos grandes artistas mexicanos. Tras las paredes azul cobalto, con aberturas verdes y ventanas anaranjadas, ellos construyeron su mundo público y privado. Porque su intimidad era, si se quiere, frágil: siempre estaban rodeados de huéspedes o con reuniones a las que concurrían magnates como Nelson Rockefeller, músicos de la talla de George Gershwin, actrices mexicanas como María Félix y Dolores Vidal, así como Chavela Vargas, en el último tiempo.

Aquella época gloriosa acabó con la muerte de Frida, a los 47 años en 1954. Sin embargo, la impronta de la turbulenta y apasionada vida conyugal, así como las costumbres de la sociedad de entonces, están en toda la casa. En el centro está el jardín, repleto de estatuillas con ídolos precolombinos y una exuberante vegetación. El salón y la cocina están decorados con un purísimo estilo mexicano. El dormitorio está junto a la cocina y en un perchero cuelga la ropa de trabajo del gran muralista. Sobre la cama, hay un almohadón bordado por Frida donde reza: “No me olvides, amor mío”. A un costado, el caballete que le regaló Rockefeller y, por todos lados, gran profusión de espejos a los que acudía para pintar sus autorretratos. Su sillón de ruedas está en el estudio, que da al jardín. Cuadros suyos y de Rivera se exhiben junto a películas que proyectan algunos pasajes de su vida, marcada por el compromiso político.

Al menos otras dos casas despiertan gran curiosidad: la de la Malinche y la de Hernán Cortés. La primera está justo enfrente del Jardín de la Conchita, y fue erigida en el siglo XVI. Tiene muros rojos y gruesos, y grandes ventanales con barrotes de hierro. Le dicen “La Colorada”. Se cree que allí vivieron durante un año, hacia 1521 o 1522, Hernán Cortés y su compañera tabasqueña. Actualmente está habitada por los pintores mexicanos Rina Lazo y Arturo García Bustos que abren las puertas al visitante. Está entre las calles Vallarta e Higuera.

La casa de Cortés es la Casa Municipal ubicada en el zócalo, con reformas realizadas en el siglo XVIII. Museos interesantes resultan el de Anahuacalli, ideado por Pedro Rivera, que recrea el mundo prehispánico y el Nacional de Culturas Populares.

El barrio de la cultura

¿Pero cuál es el punto ideal para iniciar el descubrimiento de Coyoacán? Sin duda, la plaza principal llamada Jardín Hidalgo, con su glorieta de cúpula vidriada y, sobre un costado, la parroquia de San Juan Bautista y sus siete capillas. Este es el epicentro de la vida social del barrio. Cerca están las ferias de artesanías y los espacios verdes como el Parque de los Viveros, con su bosque de acacias, el parque Xicotencati, próximo al museo de las Intervenciones y al Centro Nacional de las Artes. También aquí está el Campus de la Ciudad Universitaria –la UNAM, la mayor de América Latina– en la zona Los Pedregales, con un Centro Cultural muy activo.

Con las primeras sombras se encienden las luces de las cantinas, como La Guadalupana, que está en la esquina de Higuera y Caballocalco. Los grupos se van reuniendo y entran a beber cervezas con botanas, nombre que se les da a los platillos que componen una picada a la mexicana. No faltan los taquitos y las enchiladas, los nachos y el guacamole.Pura algarabía, especialmente de viernes a domingo, con peñas donde canta el que quiere y hay músicos que tocan, por ejemplo, “Adiós, muchachos” haciendo caso omiso al 2x4 y convirtiendo el tango en un lamento digno de Cuco Sánchez.

Por las tardes, un buen programa es visitar la Cineteca Nacional con filmes mexicanos de antología. Otro es revisar la cartelera del Centro Nacional de las Artes (CNA) donde dan espectáculos de buen nivel. Puede ocurrir que entre el público veamos a la escritora Ángeles Mastretta o, tal vez, a otra pluma consagrada como Laura Esquivel.

Cuando es época de la Feria del Libro, aunque se monta en el zócalo del DF, Coyoacán se contagia: sus librerías y puestos callejeros de libros y revistas usados, sacan “tesoros” de las estanterías. Para comprar recuerdos está la feria de artesanías, por la calle Aguayo hacia el sur. Allí hay de todo: pintorescos árboles de la vida inspirados en el Génesis, que aunque son originarios de Metepec, a 50 km, son piezas tan típicas como únicas. Otra opción son los amates, tapices coloridos o dorados pintados sobre la parte interna de la corteza de los árboles. Los hay muy delgados, como el papel, y son ornamentos que usaban los aztecas.

Después de un fin de semana coyoacanense, el cuerpo pide una tregua. Debería haber, en alguna parte, un cartel que advirtiera: “Coyoacán, un lugar intenso. Como el buen tequila, bébase con moderación”.

03 julio 2010

Correa de cuello solar para que la cámara no se quede sin batería

¿A quién no le ha sucedido alguna vez durante un viaje, qué justo cuando desea tomar varias fotografías de un lugar de ensueño la batería está agotada? A mi personalmente me ha ocurrido en unas cuantas ocasiones.

A partir de ahora y gracias al diseñador Weng Jie, podremos contar con una correa de cuello solar para nuestras cámaras de fotos.

Esta correa aprovechará las muchas horas que normalmente pasan bajo los rayos del astro rey durante nuestras excursiones.

Quizás las pequeñas placas solares instaladas en la correa no logren recargar por completo la cámara, pero si consiguen mantener la batería y de este modo impiden que llegado el momento nos quedemos sin la posibilidad de continuar sacando fotografías.

Esperemos que este diseño no se quede en un cajón olvidado y un fabricante se lance a producir, la Solar Camera Strap, como ha sido bautizada por su creador.

Turismo: La Habana, tocada por la música

"Echale salsita, échale salsita”, repite la canción, pegadiza como la miel. El quinteto acaba de acomodarse en un rincón del restaurante y ya obliga con su música a mover los pies debajo de las mesas. Estamos en un restorancito frente a la Plaza de la Catedral, que hemos elegido un poco al azar para nuestra primera comida en Cuba y que, según el cartel de la entrada, se llama Don Giovanni pero, según el menú, Doña Isabel.

Días después parecerá que esa elección fue lo que podría llamarse un signo. No por haber sido ésa la primera comida, sino por ser el primer tema musical que escuchamos en Cuba. Echale salsita lo escribió y lo tocó por primera vez en 1933 Ignacio Piñeiro con el Septeto Nacional y hoy muchos le atribuyen a ese título el origen de la palabra “salsa”, que une, entre otros ritmos, merengue, mambo, chachachá, rumba, y desune y confunde a cubanos, dominicanos, venezolanos, estadounidenses de origen latino y todas las nacionalidades que tengan relación con el Caribe. Salsa –me quedo con ésta entre todas las explicaciones que circulan– es una palabra que empezó usándose para marcar cierto sabor de la música del Caribe y que por extensión terminó nombrando de manera imprecisa a una cantidad de ritmos que lo tienen, o presumen de tenerlo.

Como sea, “échale salsita” es la instrucción perfecta en Cuba, la que todos los cubanos aceptan con ganas. Para la comida, para la música, para el baile, para el amor, para la vida. “Salí de casa una noche aventurera, buscando ambiente de placer y de alegría”. Así comienza Echale salsita. Y los cubanos siguen esos versos casi como un mandamiento. Cada noche miles, salen a cumplirlo en las calles de La Habana.

Eso lo sabe uno la primera noche que pisa las calles de la ciudad y se encuentra con pequeñas multitudes reunidas alrededor de la música en el Malecón (la costanera), en los bares, en las plazas o en los cabarets.

Pero antes, durante el día, ha recorrido las maravillas de la Ciudad Vieja, en plena restauración de su patrimonio arquitectónico, y se ha enterado de que la música también reina de día.

Es que todo el tiempo hay grupos –buenos grupos– tocando sones o guajiras en la calle, en los bares y restaurantes, en las plazas. Hay mejores y peores, pero todos tienen nivel profesional. Durante el día, la música de esas decenas de bandas flota en el aire de la ciudad como un aroma, al que no se puede ser indiferente. Nadie pasa por La Habana sin ser tocado por la música.

Así, con ese sonido que, a veces parece la música en off de una película, uno recorre el centro histórico de la ciudad –fundada en 1559 con el nombre de San Cristóbal de La Habana–, unos dos kilómetros cuadrados donde viven 61.000 habitantes. El recorrido por esas maravillas tiene siempre escalas musicales, frente a un grupo que toca en una esquina o en una plaza o siguiendo a una comparsa que desfila por una calle empedrada.

El paseo puede empezar en la Plaza de San Francisco de Asís, frente a la antigua iglesia de San Cristóbal, hoy lugar de conciertos de música clásica. Y dejarse llevar por el oído. Cuando se necesite un descanso del calor y la humedad agobiante, hay varios bares imperdibles. Está la famosísima Bodeguita del Medio, muy cerca de la Plaza de la Catedral, donde se toman los mejores mojitos. Allí, en los dos lugares, seguro hay música: en la Bodeguita y frente a la imponente Catedral.

Pero el lugar donde siempre se quiere volver es el Floridita, el hermoso bar y restaurante donde Hemingway tomaba sus daikiris y ahora lo reemplaza una escultura de bronce, con sonrisa canchera y un brazo apoyado en la barra con su copa cónica de daikiri. Nadie pasa por allí sin sacarse una foto con él. Ahí también hay música, desde luego.

La restauración de La Habana Vieja es un proyecto hoy muy vinculado con el crecimiento del turismo occidental, que comenzó en Cuba en 1993. Hoy, la isla recibe dos millones y medio de turistas cada año, que ya son la principal fuente de ingresos.

Hay sobre todo tres zonas de la ciudad donde se alojan y que recorren los turistas: Miramar y Vedado, dos barrios residenciales, y la Habana Vieja. Y es también en esos barrios donde por la noche se escucha música y se baila. Las opciones para conocer ese circuito son innumerables, y el siguiente es sólo un recorrido posible.

Casa de la Música Miramar (con sows en vivo y baile)
Sobre todo para jóvenes. Conviene llegar antes de las 12 de la noche para encontrar mesa, pero el show en vivo empieza cerca de la una. Aquí, el principal contratiempo es el volumen de la música, que llega a doler en los oídos. Antes del show, todo ocurre en las mesas, donde se charla, se fuma, se toma sobre todo ron. La voz del DJ anima el ambiente con informaciones y saludos entusiastas: “¡Hoy nos acompaña Boris, el tecladista de los Van Van! ¡Hay una mesa de argentinos, saludos para la Argentina! ¡Por allá está Bernardo, el único negro rubio de La Habana!” Después llega la música en vivo, generalmente grandes bandas de jazz latino. Casi todo el mundo baila, sobre todo los cubanos, que son mayoría. Después del show en vivo lo que más suena es el reggaeton. Hora de irse. Calle 20 N° 3308 esq. 35, Miramar, teléfono: (537) 204 6147. La entrada cuesta US$ 15.

La Zorra y El Cuervo (conciertos de jazz y cocteles)
Es un sótano bien de jazz que abrió en 1997, muy tranquilo, con ambiente de pub inglés, muy buen sonido, una barra y alrededor de veinte mesas ocupadas por mayoría de turistas y una minoría de intelectuales, estudiantes, músicos y artistas. Hay un show de 11 a 12.15 y otro una hora más tarde. Nos tocó escuchar al grupo Bellita & Jazz Tumbatá. Bellita es una excelente cantante y tecladista. Buen daikiri, aunque más flojo que el de La Floridita. Calle 23 entre M y N, Vedado, teléfono: 833 2402. La entrada sale US$ 10 e incluye dos tragos.

Habana Café (cenas, boleros y espectáculos de danza)
Dirigido principalmente a los turistas, es un restaurante y café donde se cena a la carta y se escucha excelente música cubana en vivo, con un ambiente que recrea el de La Habana de los años 50, la de los años previos a la Revolución. La decoración incluye una antigua motocicleta Harley-Davidson, un Buick de 1957 y hasta una avioneta, además de antiguos carteles publicitarios (inclusive de Coca-Cola), una rareza en Cuba, donde la publicidad está prohibida por ley. El público es en general mayor de 30 años. Además de música, hay espectáculos de danza y varieté. Nos tocó ver a Racatán, ungrupo de danza de una destreza deslumbrante y a Los Diéguez, una pareja que hizo un espectáculo de circo que podría llamarse “Todo lo que un hombre y una mujer pueden hacer sobre una bicicleta y Ud. ni imaginaba”. Después llegaron la Havana Jazz Band, orquesta de unos veinte experimentados músicos de boleros. Un problema de este lugar: el volumen de la música que hace imposible cualquier conversación. La música llena el espacio. Lo demás es silencio.
Habana Café. Hotel Meliá Cohíba. Paseo y 3a, Malecón, tel: 833 3636. La entrada es de US$10 e incluye dos tragos.

Gato Tuerto (restaurante, boleros y café-concert)
De lo mejor en la noche de La Habana: una antigua casona que resulta un poco chica para la gente que atraen su música y sus artistas. Un lugar para la bohemia de los cubanos y muy amigable para los turistas. Tuvimos la suerte de escuchar a una de las mejores voces de Cuba, la mulata Osdalgia, que llenó la noche de boleros. Pero, sobre todo, de asistir al show de una leyenda viviente de Cuba: Juana Bacallao, una negra de 90 años que a fuerza de canto, humor, presencia magnética y un dominio absoluto de la escena y del público, se hace querer en minutos. Cuando termina su magia, se saca la peluca verde y deja el escenario ayudada por sus músicos, convertida otra vez en una anciana encorvada. Calle 0 esq. 19, Vedado, teléfono: 836 0212. La entrada es de US$ 5 e incluye un trago. Jazz Café (cena, baile y bandas de jazz latino)
Está entre los preferidos por los cubanos de entre 25 y 35 años. Se puede cenar y a las 11 tocan grupos de jazz, sobre todo latino, y se baila. Calle Paseo y 3a, Vedado, tel: 838 3302. La entrada es de US$ 10 e incluye consumición.

Tropicana (shows con músicos, cantantes y bailarinas)
Un cabaret de fama mundial, similar a lo que son en París el Lido o el Crazy Horse, que es una tradición cubana desde su creación en la década del 30. Se lo identifica por su escenario a cielo abierto, –“un paraíso bajo las estrellas”– y por su arco de cristal. Actuaron allí estrellas como Nat King Cole, Josephine Baker o Libertad Lamarque. En el show participan 200 músicos, cantantes y bailarinas de primer nivel. Pero en este siglo le falta un toque de ironía, que le permita sostener esa estética un poco Carmen Miranda, de brillos, flores y frutas en la cabeza. www.cabaret-tropicana.com, tel. (537) 267 1717. Entrada, de US$ 70 a 90, según ubicación.

Extraordinaria muestra de momias comienza en Los Ángeles

Los amantes de la arqueología deben comenzar a estar atentos, puesto que la ciudad de Los Ángeles es la primera en el mundo en albergar una impresionante muestra de momias, que reúne cuerpos momificados accidental o artificialmente de seres humanos y animales.

En total, habrá unas 140 momias humanas que van desde un bebé peruano de 6.500 años de antigüedad, pasando por un noble alemán, una familia entera de Budapest, varios animales egipcios hallados junto a sus dueños, entre otros.

La muestra “Mummies of the World” – Las Momias del Mundo – comenzará a recorrer una serie de ciudades, de manera que no hace falta estar en Los Ángeles para verla sino que hay que esperar a que esté más cerca de casa.

La exhibición además cuenta con espacios multimedia donde se explican los numeroso métodos y técnicas científicos que se utilizan para estudiar estas momias sin deteriorarlas. Así, se puede conocer la antigüedad de cada una de ellas, las causas de la muerte, edad exacta al momento de morir, entre otras cosas que son de utilidad para la ciencia.

Hay momias y piezas procedentes de casi todos los rincones del mundo: Sudamérica, Europa, Asia, Oceanía y Egipto.

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