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02 mayo 2008

El pueblo de las calles empedradas


Con su festival cultural y aires de otros tiempos, Suchitoto es una joya colonial de Centroamérica.

Con apenas 20.792 kilómetros cuadrados -menos que la provincia argentina de Tucumán- El Salvador es el país más pequeño de Centroamérica, sembrado de volcanes (25 en total), cafetales y playas sobre el Pacífico. Y ostenta algunas perlas que merecen ser visitadas, como la ciudad colonial de Suchitoto, nombre que, en lengua nahuatl, significa "lugar de pájaro y flor". Y, la verdad, parece un sitio ideal tanto para uno como para la otra. Suchitoto se asienta a orillas del lago Suchitlán, el más grande del país, y es sin dudas un pueblo especial, un toque mágico de calles empedradas y magníficos balcones que cuelgan de viejas casonas con aires a otros tiempos.

La zona fue habitada por los indios pipiles desde mucho antes de la llegada de los españoles, pero fueron éstos quienes le aportaron el ambiente colonial que la ciudad ostenta actualmente. Y que se preservó casi intacto, en parte, por una gran tragedia nacional: Suchitoto fue una ciudad prácticamente fantasma durante la guerra que ensombreció el país (1980-1992), pero dicen que fue justamente el éxodo que la dejó casi deshabitada el que permitió preservar las antiguas construcciones, y mantener este aire a tiempo detenido.


El balcón sobre el lago

Pisando suave sobre antiguos pisos de piedra y cruzando un par de arcadas de ladrillo, llegamos de pronto hasta un altísimo balcón desde el que se contempla, imponente, el enorme lago Suchitlán, cruzado por lanchas de turismo, kayaks y ferries con autos en sus barrigas. "Cruzando el lago se puede cortar camino para ir hasta Chalatenango o, un poco más allá, a Honduras, donde se ven aquellas cimas", señala el guía, desde este balcón de La Posada de Suchitlán. Mientras a pocos metros dos mujeres cocinan pupusas -tortillas de maíz rellenas con queso, frijoles o chicharrón molido, el plato más popular de El Salvador-, varios paseantes desafían el sol del mediodía centroamericano para desandar las calles empedradas y visitar la iglesia Santa Lucía, uno de los mejores ejemplos de arquitecturas antiguas del país, y el mercado de artesanías de la plaza.

La ciudad es también una buena base para hacer ecoturismo, con salidas a sitios cercanos de gran belleza, como el muy pintoresco salto Los Tercios, una cascada que se derrama desde la cima de una pared vertical formada por bloques hexagonales de piedra;. también a Ciudad Vieja y Hacienda La Bermuda, donde en 1528 fue fundada la capital del país, San Salvador -luego trasladada a su actual ubicación en el Valle de las Hamacas-; al volcán Guazapa y sus vistas panorámicas, o a la serie de pequeñas cascadas del salto Los Limones.

El cineasta Alejandro Coto ha sido siempre, sin dudas, uno de los mayores promotores de Suchitoto. El hombre que ahora habla de su tierra y se emociona hasta las lágrimas donó su propia casa para crear un museo de cine, e impulsó hace ya varios años un festival permanente de arte y cultura, que se realiza cada año. Una visita a su casa es una experiencia inolvidable para el turista, pero también parece serlo para el propio Alejandro, que habla con nostalgia y amor de su discoteca, de la hemeroteca, la biblioteca o la colección de pinturas de artistas salvadoreños y extranjeros. Un momento emotivo para despedir a esta perla colonial salvadoreña, con ese sol cayendo como una redonda moneda de cobre tras las verdes montañas.

Fuente: www.diarioclarin.com

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