Se trata del edificio Fuller, llamado popularmente Flatiron, haciendo referencia en inglés a lo que parece su fisionomía: una plancha delgada – de las que se usaban por entonces para la ropa –.Al momento de su inauguración en 1902 era uno de los rascacielos más altos y emblemáticos de la ciudad.
Se trata de un edificio de estilo Beaux Arts diseñado por un arquitecto de la escuela de Chicago, Daniel Burnham.
Tiene unos 22 pisos, que puede que no sean tanto para los estándares de rascacielos de hoy en día, pero en su época fue un verdadero hito, y el uso del acero permitió que alcanzase sus 87 metros finales: una innovación que fue una bisagra en la arquitectura y que dio lugar a muchos otros rascacielos, cada vez más altos.
El vecindario circundante recibe el nombre de Flatiron en su honor, y en su extremo redondeado la torre triangular tiene sólo 2 metros de ancho; desde una vista superior, las fachadas que se juntan en ese vértice abarcan tan sólo un ángulo de 25 grados.
Algunos datos curiosos: la gente pensaba que por su particular forma, el edificio no resistiría el viento y se derrumbaría – cosa que claramente no ha ocurrido –. Sin embargo, su forma aerodinámica hace que se produzca un efecto túnel en las calles laterales, y el viento sea realmente fuerte en esa zona.
En la época de su inauguración ver los tobillos de una mujer eran una picardía, y por ello los mirones se ubicaban en las aceras los días de viento para poder echar un vistazo bajo las faldas de las damas alcanzadas por las ráfagas.
Por ello, si tienes la posibilidad de viajar a Nueva York no dejes pasar la visita y la foto de rigor a este emblemático rascacielos de la Gran Manzana.