Viajar es una experiencia enriquecedora. Se supone que debe ser relajante y que debemos encarar un viaje con la mejor predisposición. Pero cuando se trata un viaje en pareja, hay que tener cierto cuidado porque el estrés de viaje puede trasladarse a la relación y…. ¡peligro!
El tiempo de viaje es escaso, e intentamos sacar el mayor provecho. Pero cuidado, el cansancio del recorrido (o el hambre, o el haber dormido en una cama diferente, o el traqueteo del tren, o…) pueden ponernos muy hipersensibles… vamos, de mal humor.
Aquí van unos consejos personales que nadie me pidió pero que, de acuerdo a mi experiencia (no siempre positiva), pueden servirnos para vivir un viaje en pareja y no volver divorciados.
Definir el dónde, cómo y cuándo
Parecerá obvio, pero no lo es. En ocasiones, cuando una parte de la pareja (no importa cual) delega en la otra la organización del viaje, suele enterarse del dónde, cómo y cuándo, cuando ya está todo el pescado vendido.
Hagamos de los preparativos un motivo mas de acercamiento, no de fricción. Habrá que combinar fechas e intereses, obligaciones de uno y otro de tal forma que ninguna de las dos partes salga perjudicada.
Negociemos
Sí, señoras y señores. Se trata de negociar. Uno quiere ir a una gran ciudad, otro sueña con descansar en una playa. Pues bien, antes que se llamen a los abogados, será mejor que nos sentemos mapa en mano (Googlemaps o lo que quieras) y encontremos ese lugar mágico donde ambos puedas tener cubiertas sus espectativas.
Seguramente existe. Y si teneis dudas, consulten con nuestro buscador donde hay miles de posts esperándoles.
Los tiempos
Mea culpa. Aquí debo reconocer que en muchas ocasiones voy por los destinos a la máxima velocidad que mis piernas viajeras me lo permiten y no siempre ha sido bueno.
Tomemos conciencia que cada uno tiene su ritmo, sus tiempos para absorber toda la información del lugar. Que “la otra parte” puede querer sentarse a tomar un latte machiatto en plena Piazza para ver el espectáculo humano desfilar frente a vosotros, mientra a ti sólo te interesa llegar al museo o a la tienda antes de que cierren.
Despeguémonos
Lo anteriormente dicho me lleva a este consejo. Viajar juntos es maravilloso, pero no es imprescindible que hagamos todo juntos. Si tú quieres, cariño, quédate en el café mirando la gente pasar mientras yo recorro la calle comercial adyacente buscando los regalitos para el regreso.
Y no pasa nada. Al reunirnos, cada uno habrá satisfecho un rato personal con lo que mas le gusta y nuestras pilas estarán recargadas con un poco de “independencia” para volver a compartir otro trecho del camino.
El tiempo de viaje es escaso, e intentamos sacar el mayor provecho. Pero cuidado, el cansancio del recorrido (o el hambre, o el haber dormido en una cama diferente, o el traqueteo del tren, o…) pueden ponernos muy hipersensibles… vamos, de mal humor.
Aquí van unos consejos personales que nadie me pidió pero que, de acuerdo a mi experiencia (no siempre positiva), pueden servirnos para vivir un viaje en pareja y no volver divorciados.
Definir el dónde, cómo y cuándo
Parecerá obvio, pero no lo es. En ocasiones, cuando una parte de la pareja (no importa cual) delega en la otra la organización del viaje, suele enterarse del dónde, cómo y cuándo, cuando ya está todo el pescado vendido.
Hagamos de los preparativos un motivo mas de acercamiento, no de fricción. Habrá que combinar fechas e intereses, obligaciones de uno y otro de tal forma que ninguna de las dos partes salga perjudicada.
Negociemos
Sí, señoras y señores. Se trata de negociar. Uno quiere ir a una gran ciudad, otro sueña con descansar en una playa. Pues bien, antes que se llamen a los abogados, será mejor que nos sentemos mapa en mano (Googlemaps o lo que quieras) y encontremos ese lugar mágico donde ambos puedas tener cubiertas sus espectativas.
Seguramente existe. Y si teneis dudas, consulten con nuestro buscador donde hay miles de posts esperándoles.
Los tiempos
Mea culpa. Aquí debo reconocer que en muchas ocasiones voy por los destinos a la máxima velocidad que mis piernas viajeras me lo permiten y no siempre ha sido bueno.
Tomemos conciencia que cada uno tiene su ritmo, sus tiempos para absorber toda la información del lugar. Que “la otra parte” puede querer sentarse a tomar un latte machiatto en plena Piazza para ver el espectáculo humano desfilar frente a vosotros, mientra a ti sólo te interesa llegar al museo o a la tienda antes de que cierren.
Despeguémonos
Lo anteriormente dicho me lleva a este consejo. Viajar juntos es maravilloso, pero no es imprescindible que hagamos todo juntos. Si tú quieres, cariño, quédate en el café mirando la gente pasar mientras yo recorro la calle comercial adyacente buscando los regalitos para el regreso.
Y no pasa nada. Al reunirnos, cada uno habrá satisfecho un rato personal con lo que mas le gusta y nuestras pilas estarán recargadas con un poco de “independencia” para volver a compartir otro trecho del camino.