
Definitivamente, el mayor atractivo que tiene la Guayana Francesa son sus paisajes naturales. De ahí que sus parques y reservas naturales sean de visita obligada –las que se puedan visitar–. Entre los más bellos encontramos los siguientes: la isla del Gran Connetable, de la que se puede decir que es la única área marina protegida de la costa amazónica, por lo que el acceso a la isla está prohibido, pero se puede ver en barco; la reserva natural de Amana, donde se pueden ver una gran cantidad de tortugas marinas; la reserva natural Trésor, que esconde un auténtico paraíso vegetal; los Pantanos de Kaw-Roura, sólo accesibles por río, que albergan numerosos caimanes y otras especies animales típicas de la zona; la reserva natural de Nouragues, considerada como la mayor de Francia, con una superficie de 1.000 kilómetros, donde podemos ver tucanes y jaguares (de una gran relevancia histórica en las culturas prehispánicas de América); y el Monte Gran Matoury, que es un enorme bosque tropical. Y es que la Guayana Francesa es un destino excelente para conocer un ecosistema tan frágil como el de la selva tropical.
Pero si lo que quieres es relajarte, las costas de la Guayana Francesa poseen magníficas playas, bañadas por el Océano Atlántico. Entre ellas podemos destacar las paradisíacas playas de las Islas de la Salud, situadas a 15 kilómetros del continente. Pero ojo con el baño, ya que en estas aguas hay tiburones.
En cuanto a la oferta cultural, la Guayana Francesa no es que destaque precisamente por su variedad museística. Eso sí, podremos encontrar diversos espacios dedicados a la exposición de objetos artesanales elaborados por los pueblos indígenas y al oro. Y es que el metal que trajo loco a los europeos durante la conquista del continente, sigue siendo uno de los pilares de la economía de este departamento ultramarino francés.