Al este de Paraguay, en la frontera entre Brasil y Argentina, se puede admirar una vasta extensión de rugientes y espumantes cataratas y rápidos: las Cataratas del Iguazú. Su nombre en la lengua indígena de los primeros pobladores significa “las grandes aguas”. Y no cabe ninguna duda de que eso son, justamente.
Un retrato fantástico de la naturaleza
Sobrevolándolas la vista es impresionante: hay doscientas setenta y cinco cascadas cayendo por un precipicio de tres kilómetros de ancho con el borde muy irregular. Algunas son gigantescas y la mitad de ellas, al menos, son más altas que las del Río Niágara.
Al cruzar por el centro de este gigantesco anfiteatro natural se ve lo más sublime de Iguazú, un semicírculo de catorce cascadas tronantes vertiendo sus aguas en un profundo abismo, levantando nubes de vapor y dando lugar a la aparición de un incomparable arco iris. Los nativos llamaban a esta parte específica de los grandes saltos “el lugar donde nacen las nubes”, pero ahora recibe el nombre menos poético de “Garganta del diablo”. Con sus setenta y dos metros de altura no son de las más altas del mundo pero sí las más extensas en cuanto al ancho total.
Después de recorrer por la altiplanicie central de Brasil una distancia de 640 kilómetros el río se ve obligado (debido a un estrato de antigua roca volcánica) a abrirse en abanico justo sobre los acantilados; por ello es que el río Iguazú forma rápidos poco profundos y corre entre innumerables islotes de color esmeralda hasta precipitarse formando el vasto conjunto de las cataratas.
Un terreno de inimaginable belleza
Debido a la gran cantidad de turistas que las visitaban y temiendo por la integridad de la flora y la fauna de esa hermosa zona subtropical fue que, en el año 1934, Argentina creó allí el Parque Nacional Iguazú, haciendo lo mismo Brasil en 1939 con su parte de las tierras. Tierras riquísimas con abundante y variada vegetación, una caminata nos permite reconocer cedros, cinamomos, inciensos y jacarandás, hay densos palmares, cañas y enormes helechos que sobrepasan los seis metros de alto; y, por supuesto, las orquídeas, dando aún más belleza y colorido al entorno.
En cuanto a los animales tal vez podamos cruzarnos con algún venado, nutrias, armadillos, osos hormigueros, jabalíes, gatos monteses y hasta yaguaretés.
Para los pescadores es, en verdad, un paraíso, en sus aguas abunda el pacú, el salmón de río y el manguruyú.
Para quienes gustan de observar aves cuentan en la región del Iguazú con más de cuatrocientas especies de ellas, entre las que más llaman la atención están los colibríes, los guacamayos, los tucanes y los periquitos. Mariposas de todos los tamaños tampoco faltan.
Cada estación del año nos brinda distintas vistas, lo mismo que uno u otro lado de la frontera. En época de lluvias, cuando el río llega caudaloso, el rugido de la caída del agua sobre las salientes es ensordecedor y hace aún más sobrecogedor el encontrarse en medio de tanta magnificencia. ¿No sientes tentación de conocerlas? Las Cataratas del Iguazú te esperan.