En el noroeste de Argentina está la hermosa provincia de Salta, un sitio
que aún conserva su aspecto colonial. En cada uno de sus rincones el
pasado regresa: el Monasterio de las Carmelitas, al pie del cerro de San
Bernardo; la rústica iglesia de fachada secular, con su nicho al frente
que guarece de las inclemencias climáticas a una imagen traída de
España que luce añosa; la venerable puerta de un convento, tallada con
lujo inusual y defendida con gruesos cerrojos enmohecidos; o las
callejuelas asfaltadas en piedra de las afueras de las ciudades.
Casas de incomparables paisajes
Podemos aún observar las viejas casas del siglo XVIII. Se caracterizan por sus grandes portales y rejas salientes, estrechos corredores sostenidos por pilares que forman arcadas decoradas con arabescos y espaciosos patios de lajas. Estos patios suelen estar adornados con macetas floridas, provistas de largos fondos rodeados de paredes de adobe y convertidos en huertos.
Muchas de ellas pueden ser visitadas y es así como nos extasiamos frente al mobiliario de la época, macizos muebles de caoba, labrados bargueños con incrustaciones de nácar y pesados muebles vitrina que lucen orgullosos la vajilla de plata que parece recién lustrada. Hay horas en las que sólo el tañer de las campanas de las tantas iglesias que la pueblan rompe el beatífico silencio.
En el momento de la fundación de la que es hoy su ciudad capital, Salta (en 1582), el español Hernando de Lerma tuvo a su lado un poeta: Ruy Díaz de Guzmán. Hecho casual o no, fue de todos modos premonitorio porque la provincia no recorrió un solo tramo de su historia sin la presencia de la poesía, hasta el punto de ser ésta una manifestación constante en el arte de su pueblo. Es también la música otro de los grandes exponentes de su cultura.
Su Catedral alberga el Panteón de las Glorias del Norte y el Altar Cívico, con urnas que guardan las cenizas de varios próceres, entre ellos el General Martín Miguel de Güemes que fue la figura más representativa en la lucha contra el invasor europeo.
Naturaleza imponente
Toda la provincia es un despliegue natural de belleza, el Parque Nacional Baritú presenta una topografía de cuchillas y pliegues distribuidos irregularmente y una densa vegetación de características selváticas.
San Carlos es la localidad más antigua del actual territorio salteño y fue en su tiempo paso obligado para cruzar la frontera hacia el norte. Era sede de una relevante Misión Jesuítica y un centro comercial de gran importancia en la región. Hay numerosos salares, como el de Arizaro y el de Pocitos y altas sierras como la del Cobre y la de Chañi. La vegetación tupida y exuberante se da hacia el oeste montañoso, pero a medida que se avanza hacia el este cambia a otra de menor porte porque los valles son cálidos y secos.
Todas sus ciudades son importantes y dignas de ser visitadas, Cafayate, La Poma, Rosario de Lerma, San Antonio de los Cobres (donde cada 5 de agosto se celebra la Fiesta de la Pachamama o Madre Tierra), La Viña, Metán; en Cabra Corral y Campo Alegre los amantes de la pesca se encuentran a sus anchas.
Y como corolario a nuestro paseo por la provincia, no debemos dejar de ver los Valles Calchaquíes para enmudecer con el color de las montañas que los rodean o viajar en el mundialmente famoso Tren de las Nubes.
Podríamos hablar durante horas sobre las maravillas con las que cuenta Salta, pero lo mejor es verlas personalmente; ese es el mejor consejo que se puede brindar.
Casas de incomparables paisajes
Podemos aún observar las viejas casas del siglo XVIII. Se caracterizan por sus grandes portales y rejas salientes, estrechos corredores sostenidos por pilares que forman arcadas decoradas con arabescos y espaciosos patios de lajas. Estos patios suelen estar adornados con macetas floridas, provistas de largos fondos rodeados de paredes de adobe y convertidos en huertos.
Muchas de ellas pueden ser visitadas y es así como nos extasiamos frente al mobiliario de la época, macizos muebles de caoba, labrados bargueños con incrustaciones de nácar y pesados muebles vitrina que lucen orgullosos la vajilla de plata que parece recién lustrada. Hay horas en las que sólo el tañer de las campanas de las tantas iglesias que la pueblan rompe el beatífico silencio.
En el momento de la fundación de la que es hoy su ciudad capital, Salta (en 1582), el español Hernando de Lerma tuvo a su lado un poeta: Ruy Díaz de Guzmán. Hecho casual o no, fue de todos modos premonitorio porque la provincia no recorrió un solo tramo de su historia sin la presencia de la poesía, hasta el punto de ser ésta una manifestación constante en el arte de su pueblo. Es también la música otro de los grandes exponentes de su cultura.
Su Catedral alberga el Panteón de las Glorias del Norte y el Altar Cívico, con urnas que guardan las cenizas de varios próceres, entre ellos el General Martín Miguel de Güemes que fue la figura más representativa en la lucha contra el invasor europeo.
Naturaleza imponente
Toda la provincia es un despliegue natural de belleza, el Parque Nacional Baritú presenta una topografía de cuchillas y pliegues distribuidos irregularmente y una densa vegetación de características selváticas.
San Carlos es la localidad más antigua del actual territorio salteño y fue en su tiempo paso obligado para cruzar la frontera hacia el norte. Era sede de una relevante Misión Jesuítica y un centro comercial de gran importancia en la región. Hay numerosos salares, como el de Arizaro y el de Pocitos y altas sierras como la del Cobre y la de Chañi. La vegetación tupida y exuberante se da hacia el oeste montañoso, pero a medida que se avanza hacia el este cambia a otra de menor porte porque los valles son cálidos y secos.
Todas sus ciudades son importantes y dignas de ser visitadas, Cafayate, La Poma, Rosario de Lerma, San Antonio de los Cobres (donde cada 5 de agosto se celebra la Fiesta de la Pachamama o Madre Tierra), La Viña, Metán; en Cabra Corral y Campo Alegre los amantes de la pesca se encuentran a sus anchas.
Y como corolario a nuestro paseo por la provincia, no debemos dejar de ver los Valles Calchaquíes para enmudecer con el color de las montañas que los rodean o viajar en el mundialmente famoso Tren de las Nubes.
Podríamos hablar durante horas sobre las maravillas con las que cuenta Salta, pero lo mejor es verlas personalmente; ese es el mejor consejo que se puede brindar.