El Convento de la Peña, o Santuario de Nuestra Señora de la Peña, es
uno de los dos santuarios más antiguos de Brasil. El mismo fue fundado
por el padre Pedro Palacios a mediados del siglo XVI, en la ciudad de
Vila Velha, ubicada dentro del Estado de Espíritu Santo. Se alza a 154
metros sobre el nivel del mar y a 500 de la orilla.
Una conmovedora leyenda
Según
la leyenda el sacerdote franciscano vivía en una gruta en la ladera del
morro y tenía en un oratorio, levantado adjunto, un cuadro de Nuestra
Señora de las Alegrías, tres veces el cuadro desapareció y las tres
veces fue hallado en la cima del promontorio, por lo que interpretó que
la virgen le indicaba que allí quería morar. En 1568 comienza a erigirse
la capilla y un año más tarde llega de Portugal la imagen de Nuestra
Señora de la Peña.
Desde lo alto se tiene una vista panorámica
de toda la ciudad que se extiende a sus pies y el blanco inmaculado de
la construcción destaca sobre lo oscuro de la roca. Hasta llegar a él la
vegetación nos acompaña, exuberante, selvática, y hermosas y altísimas
palmeras se destacan aquí y allá. Un amplio estacionamiento permite que
siempre haya lugar para quienes llegan con sus propios vehículos. A uno y
otro lado del blanco arco de la entrada distintas tiendas reciben a los
turistas que desean llevar un recuerdo de la visita al regresar a su
hogar.
El convento es un monumento arquitectónico sobrio y de
singular belleza, varias son las refacciones que se le han hecho con el
paso del tiempo pero conserva el mismo encanto del primitivo; al abrir
las persianas de las celdas (habitaciones de los profesantes) se pueden
ver la Barra de Vitória y el Océano Atlántico en todo su esplendor.
Dos escultores y su increíble trabajo
En
el interior del edificio su espacio más expresivo es el de la Iglesia
con su increíble Capilla-Mor, el interior de la cual está parcialmente
recubierto en cedro tallado entre los años 1874 y 1879 por el escultor
portugués José Fernandes Pereira y posee un altar de mármol decorado con
tallas en madera dorada que realizó el escultor italiano Carlo Crepaz
también en el siglo XVII. El retablo de la Virgen está rodeado de
ángeles y querubines y lo flanquean las imágenes de los mayores santos
franciscanos, San Francisco de Asís y San Antonio de Lisboa y de Padua.
No
debemos dejar de visitar, además, la más pequeña pero igualmente bella
Capilla de San Francisco, el Museo, antigua casa de huéspedes histórica
conocida como Casa dos Romeiros, cuya piedra fundamental indica la fecha
de 1650 y, por supuesto, ya que estamos cerca, las instalaciones de la
mundialmente conocida fábrica de chocolates Garoto. Un conmovedor paseo
místico que cuenta con un excelente final para los más golosos.
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