Sin duda nosotras, las mujeres, tenemos la necesidad imperiosa de describir cada color con un detalle exhaustivo. Nunca un verde es solo verde, será verde musgo, verde manzana, verde oliva, entre otros. Todo tiene una razón de ser y yo creo que la encontré. La diferencia de tonalidades nace indefectiblemente en el noroeste argentino, especialmente en Purmamarca.
Esta localidad, ubicada a 65 kilómetros de la capital de la provincia argentina de Jujuy, parece ser la creadora de todo color impuesto en nuestro planeta. Rodeada de cerros multicolores, Purmamarca sirve de antesala a la majestuosa Quebrada de Humahuaca.
Como en casi todo el norte argentino, la iglesia marca el centro del pueblo siempre frente a la plaza principal. Con su típica construcción norteña con sus paredes de adobe y su techo de cardón, este templo fue declarado Monumento Nacional por su diseño arquitectónico pero también por las imágenes cuzqueñas y el trabajo de carpintería que posee en su interior.
Una vez que hayamos visitado la iglesia no hay tiempo que perder, tendremos nuestro merecido descanso luego del trekking de Los Colorados. Esta caminata de 45 minutos aproximadamente se realiza al pie del Cerro de los Siete Colores. A primera vista parece un verdadero desafío diferenciar cada tonalidad. Sin embargo, luego de unos minutos nos sentimos creadores de nuevos colores y exigimos que se le cambie el nombre al cerro. En el trayecto, un pintoresco hotel boutique parece esconderse entre tanto despliegue policromático.
Al final de camino, nos encontramos con el cementerio del pueblo y su peculiar disposición de las tumbas. El recorrido termina obviamente en la plaza, con su feria permanente llena de puestos de tejidos, artesanías varias y productos regionales. Luego de comprar o solo mirar, un algarrobo milenario nos llama personalmente a cada visitante para convidarnos de su sombra.
l árbol no solo nos da refugio sino que oficia de platea predilecta de los infaltables músicos lugareños que a fuerza de sus instrumentos propios de la zona como sikuris, quena, caja, erque, erquencho y charango nos brindan la mejor banda sonora que este maravilloso paisaje se merece. El cansancio no puede permitir que nuestro día termine en ese momento. Por la noche no podemos perdernos unos papines andinos tan exquisitos como sencillamente preparados y las clásicas empanadas jujeñas que nada tienen que envidiarle sus vecinas salteñas.
No importa cuál sea nuestro estado sentimental al llegar a Purmamarca porque seguramente saldremos completamente enamorados de su belleza y tranquilidad.
Esta localidad, ubicada a 65 kilómetros de la capital de la provincia argentina de Jujuy, parece ser la creadora de todo color impuesto en nuestro planeta. Rodeada de cerros multicolores, Purmamarca sirve de antesala a la majestuosa Quebrada de Humahuaca.
Como en casi todo el norte argentino, la iglesia marca el centro del pueblo siempre frente a la plaza principal. Con su típica construcción norteña con sus paredes de adobe y su techo de cardón, este templo fue declarado Monumento Nacional por su diseño arquitectónico pero también por las imágenes cuzqueñas y el trabajo de carpintería que posee en su interior.
Una vez que hayamos visitado la iglesia no hay tiempo que perder, tendremos nuestro merecido descanso luego del trekking de Los Colorados. Esta caminata de 45 minutos aproximadamente se realiza al pie del Cerro de los Siete Colores. A primera vista parece un verdadero desafío diferenciar cada tonalidad. Sin embargo, luego de unos minutos nos sentimos creadores de nuevos colores y exigimos que se le cambie el nombre al cerro. En el trayecto, un pintoresco hotel boutique parece esconderse entre tanto despliegue policromático.
Al final de camino, nos encontramos con el cementerio del pueblo y su peculiar disposición de las tumbas. El recorrido termina obviamente en la plaza, con su feria permanente llena de puestos de tejidos, artesanías varias y productos regionales. Luego de comprar o solo mirar, un algarrobo milenario nos llama personalmente a cada visitante para convidarnos de su sombra.
l árbol no solo nos da refugio sino que oficia de platea predilecta de los infaltables músicos lugareños que a fuerza de sus instrumentos propios de la zona como sikuris, quena, caja, erque, erquencho y charango nos brindan la mejor banda sonora que este maravilloso paisaje se merece. El cansancio no puede permitir que nuestro día termine en ese momento. Por la noche no podemos perdernos unos papines andinos tan exquisitos como sencillamente preparados y las clásicas empanadas jujeñas que nada tienen que envidiarle sus vecinas salteñas.
No importa cuál sea nuestro estado sentimental al llegar a Purmamarca porque seguramente saldremos completamente enamorados de su belleza y tranquilidad.