A las puertas de la ciudad de San Juan, detrás de las brumas grisáceas del viento zonda, se dejan ver los primeros viñedos, alternados con cultivos de nogales y almendros. Este oasis era inimaginable hasta hace unos siglos, cuando el paisaje empezó a reverdecer mientras tomaba forma un enjambre de canales y acequias, que acercan al Valle de Tulúm el agua de deshielo que el río San Juan baja desde la Cordillera hasta el embalse de Ullum.
La sensación de aridez, de todas maneras, persiste entre las calles abrazadas por la Avenida de Circunvalación, un sorprendente anillo verde de 16 kilómetros alimentado por un sistema de riego artificial por goteo. En el camino hacia las cumbres nevadas, las mujeres mantienen impecables a puro lampazo con querosén las anchas veredas de la avenida San Martín, un bulevar muy forestado por moras y plátanos. El aire se llena de pelusas y bolitas vegetales y, repentinamente, la urbanización cede ante la brusca irrupción de la precordillera, en forma de muralla enrojecida por la piedra caliza, que se acomoda junto a la ruta 12.
El Parque de los Poetas -antesala de la espectacular Quebrada del Zonda- vuelve a dotar una pátina verde al paisaje pedregoso. Fogones, piscina pública y miradores naturales posibilitan una pausa al vertiginoso camino de rectas y curvas frecuentes. En el km 18, la quebrada cobija en sus entrañas los túneles de Cavas del Zonda, una de las tres bodegas de espumante del mundo que funcionan en el interior de una montaña. Fue creada en un corredor abandonado de 200 metros por el enólogo catalán Aquiles Cuadra, quien detectó aquí condiciones ideales para elaborar y almacenar la bebida: penumbra, silencio, pared y techo abovedados y sin vibraciones, 18° todo el año y humedad estable.
Por la Ruta del Vino
El espumante resurge con los mejores vinos sanjuaninos en la Ruta de las bodegas artesanales, que se extiende a lo largo de 25 km al sur de la capital. El zonda ya despidió su aire caluroso y es ahora el viento sur -más frío e intenso- que cubre todo el horizonte y recorta el contorno de las viñas y los cerros. Los propios dueños atienden sus pequeñas bodegas, celosos a la hora de controlar la producción a baja escala pero de gran calidad. Desde enero hasta abril, la cosecha manual arranca tijera en mano siempre antes de las 6. Después, en Fabril Alto Verde y Miguel Mas -entre otros establecimientos- sólo tienen cabida productos orgánicos en el proceso de elaboración.
En general, la gastronomía de San Juan marca una fuerte predilección por las especialidades locales. Es cosa de todos los días el éxodo masivo de gente de todas las edades y clases sociales hacia las sencillas lomotecas que tientan desde el costado de la autovía de Circunvalación. Es que no tiene desperdicio el tradicional pan árabe cargado con lomo, jamón, queso, tomate y huevo.
Prefiero evitar cualquier desborde, al menos hasta después de solazar la vista y el oído en el lujoso Auditorio Juan Victoria, una obra de arte mayor levantada en 1970, donde se escuchan delicadas melodías de guitarra, piano y violín. La pieza más vistosa de la sala principal es un órgano con 3.565 tubos de madera y cobre, importado de Alemania.
La casa del prócer
Algo más añeja y endeble, la casa natal de Sarmiento se sostiene sobre paredes de adobe. Construida en 1981, esta vivienda colonial con sus habitaciones orientadas hacia un patio central conserva el famoso telar que entretenía a Paula Albarracín, la madre del ex presidente, gobernador y maestro.
Sigo viaje a pie por las ocho cuadras que separan la cuna del prócer de la estación de tren y me llevo una fugaz desilusión. Fue clausurada hace dos décadas. Pero el ánimo se recompone, en vista de que en el edificio inglés funciona ahora el Museo de Ciencias Naturales. Un plantel multidisciplinario de científicos -biólogos, paleontólogos, geólogos y arquitectos-, asistido por diseñadores gráficos, se dedica a reconstruir cuerpos y esqueletos y recrear con réplicas de fósiles el escenario que presentaba hace 228 millones de años el Parque Provincial Ischigualasto.
La sensación de aridez, de todas maneras, persiste entre las calles abrazadas por la Avenida de Circunvalación, un sorprendente anillo verde de 16 kilómetros alimentado por un sistema de riego artificial por goteo. En el camino hacia las cumbres nevadas, las mujeres mantienen impecables a puro lampazo con querosén las anchas veredas de la avenida San Martín, un bulevar muy forestado por moras y plátanos. El aire se llena de pelusas y bolitas vegetales y, repentinamente, la urbanización cede ante la brusca irrupción de la precordillera, en forma de muralla enrojecida por la piedra caliza, que se acomoda junto a la ruta 12.
El Parque de los Poetas -antesala de la espectacular Quebrada del Zonda- vuelve a dotar una pátina verde al paisaje pedregoso. Fogones, piscina pública y miradores naturales posibilitan una pausa al vertiginoso camino de rectas y curvas frecuentes. En el km 18, la quebrada cobija en sus entrañas los túneles de Cavas del Zonda, una de las tres bodegas de espumante del mundo que funcionan en el interior de una montaña. Fue creada en un corredor abandonado de 200 metros por el enólogo catalán Aquiles Cuadra, quien detectó aquí condiciones ideales para elaborar y almacenar la bebida: penumbra, silencio, pared y techo abovedados y sin vibraciones, 18° todo el año y humedad estable.
Por la Ruta del Vino
El espumante resurge con los mejores vinos sanjuaninos en la Ruta de las bodegas artesanales, que se extiende a lo largo de 25 km al sur de la capital. El zonda ya despidió su aire caluroso y es ahora el viento sur -más frío e intenso- que cubre todo el horizonte y recorta el contorno de las viñas y los cerros. Los propios dueños atienden sus pequeñas bodegas, celosos a la hora de controlar la producción a baja escala pero de gran calidad. Desde enero hasta abril, la cosecha manual arranca tijera en mano siempre antes de las 6. Después, en Fabril Alto Verde y Miguel Mas -entre otros establecimientos- sólo tienen cabida productos orgánicos en el proceso de elaboración.
En general, la gastronomía de San Juan marca una fuerte predilección por las especialidades locales. Es cosa de todos los días el éxodo masivo de gente de todas las edades y clases sociales hacia las sencillas lomotecas que tientan desde el costado de la autovía de Circunvalación. Es que no tiene desperdicio el tradicional pan árabe cargado con lomo, jamón, queso, tomate y huevo.
Prefiero evitar cualquier desborde, al menos hasta después de solazar la vista y el oído en el lujoso Auditorio Juan Victoria, una obra de arte mayor levantada en 1970, donde se escuchan delicadas melodías de guitarra, piano y violín. La pieza más vistosa de la sala principal es un órgano con 3.565 tubos de madera y cobre, importado de Alemania.
La casa del prócer
Algo más añeja y endeble, la casa natal de Sarmiento se sostiene sobre paredes de adobe. Construida en 1981, esta vivienda colonial con sus habitaciones orientadas hacia un patio central conserva el famoso telar que entretenía a Paula Albarracín, la madre del ex presidente, gobernador y maestro.
Sigo viaje a pie por las ocho cuadras que separan la cuna del prócer de la estación de tren y me llevo una fugaz desilusión. Fue clausurada hace dos décadas. Pero el ánimo se recompone, en vista de que en el edificio inglés funciona ahora el Museo de Ciencias Naturales. Un plantel multidisciplinario de científicos -biólogos, paleontólogos, geólogos y arquitectos-, asistido por diseñadores gráficos, se dedica a reconstruir cuerpos y esqueletos y recrear con réplicas de fósiles el escenario que presentaba hace 228 millones de años el Parque Provincial Ischigualasto.
En menos de un cuarto de hora, el colectivo 12A une el centro con el barrio Desamparados (al noroeste de la ciudad), donde el gigantesco edificio de la Bodega y Museo del Vino Graffigna acredita un pergamino de peso. Es la bodega más antigua de San Juan, fundada en 1870 por el inmigrante italiano Santiago Graffigna. La recorrida termina de la mejor manera: una degustación de cabernet sauvignon, syrah y malbec, que se torna lenta aunque reconfortante en la enorme barrica de algarrobo del wine bar.
De la ciudad al dique
El tinto y el rosado mutan a rojo intenso y otros colores vivos a 15 km de allí. El río Jáchal corre verde y muy correntoso a los pies de las barrancas de arcilla y se aquieta a expensas del dique de Ullum. El lago -bordeado por cabañas, motorhomes y casas rodantes- parece garantizar espacio para todos sus visitantes. Sin encimarse, comparten sus placeres los aficionados a las motos de agua, wind surf, veleros y botes a remo, pescadores de pejerrey y dientudo y turistas absortos ante un paisaje decididamente reparador.
Como corresponde, regreso a la ciudad de buen talante. Ahora sí es momento de dar cabida al ocio. Lo sugiere una sesión de vinoterapia en la cava familiar Spa del Vino, de la mano de un té verde con jugo de naranja y tostadas con dulce de uva. Como para despedirse de este vergel por la buena senda, la que marcan los viñedos que brillan bajo el sol.
De la ciudad al dique
El tinto y el rosado mutan a rojo intenso y otros colores vivos a 15 km de allí. El río Jáchal corre verde y muy correntoso a los pies de las barrancas de arcilla y se aquieta a expensas del dique de Ullum. El lago -bordeado por cabañas, motorhomes y casas rodantes- parece garantizar espacio para todos sus visitantes. Sin encimarse, comparten sus placeres los aficionados a las motos de agua, wind surf, veleros y botes a remo, pescadores de pejerrey y dientudo y turistas absortos ante un paisaje decididamente reparador.
Como corresponde, regreso a la ciudad de buen talante. Ahora sí es momento de dar cabida al ocio. Lo sugiere una sesión de vinoterapia en la cava familiar Spa del Vino, de la mano de un té verde con jugo de naranja y tostadas con dulce de uva. Como para despedirse de este vergel por la buena senda, la que marcan los viñedos que brillan bajo el sol.