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11 noviembre 2008

Argentina: La comarca de los bosques

En un recodo de los cerros más vistosos de la cadena andina, donde Neuquén estalla en lagos transparentes, bosques y ríos que bajan de la Cordillera a los saltos-, San Martín de los Andes descubre su aspecto de aldea de montaña con pretensiones de ciudad.
Es la base imprescindible para disfrutar de las recurrentes bellezas naturales que se distribuyen alrededor, un collar brillante y dotado de colores que encandilan: desde el azul intenso de los lagos hasta los picos nevados, todo reluce en este rincón seductor, atravesado por sonidos agradables y largos silencios.

El pavimento que serpentea desde Bariloche y Villa La Angostura anticipa imágenes de la magnificencia natural que espera a los turistas más al norte, donde la vistosa Ruta de los Siete Lagos es adornada por una larga secuencia de bosques de lengas, ñires y coihues sólo interrumpidos por hilos de agua que surgen envueltos en un murmullo apenas perceptible. Ya desde esa coqueta antesala del Parque Nacional Lanín es posible pasar de la mera contemplación a tomar parte activa del paisaje. Más que eso, sería lo ideal para estrecharse en un abrazo reconfortante con tanta belleza.

Por ejemplo, esa amable sugerencia del entorno puede empezar a plasmarse a través de una cabalgata por el cerro Abanico, con una vista permanente del lago Lácar a los pies. Los pliegues inferiores de la ladera verde surgen como una aparición y, de a poco, invaden los sentidos. Cada alazán que cabalga hasta la cascada Quila Quina se toma su tiempo para dar cada paso sin desviarse del sendero. Frena y toma impulso antes de superar un vado. Pero después apenas trota y retoma el ritmo parsimonioso. Semiocultos por una alfombra de flores silvestres, los pobladores no dejan de hachar, cargar leña, arrear ovejas y reforestar robles y raulíes.

Una cascada en las alturas

Más arriba, el camino se estrecha, muta en una angosta huella que se acomoda con dificultad en la cornisa y una espesa cortina de pellines, cipreses, raulíes, coíhues y radales se encarga de perfumar, refrescar y ensombrecer el ambiente. Del lago apenas se espían delgadas vetas celestes. Entonces, la furiosa cascada que se transforma en el río Quila Quina gana el centro de la escena.

En San Martín de los Andes, cada detalle de la Naturaleza ejerce un extraño influjo sobre los visitantes. Por eso, induce a buscar el momento preciso para embarcarse en cada uno de los paseos posibles. El abordaje del circuito de los Siete Lagos debería despegar con una navegación de día entero por el lago Lácar. El trayecto en lancha brinda la posibilidad de recrear la vista (una obviedad en estos parajes) en el paraje Hua Hum -recostado sobre el límite con Chile- y la villa turística Quila Quina.

Del mismo modo, se puede disfrutar durante horas de la magnificencia del lago Escondido y las termas de Queñi a través de una excursión al Parque Nacional Lanín en 4x4. Hacia el norte, pasando por la pintoresca iglesia y el Centro Cultural Mapuche de Junín de los Andes, el río Chimehuín viborea, en un trayecto a pedir de los más experimentados pescadores de truchas con mosca. A su vez, un catamarán hace frente al intenso oleaje de los lagos Huechulafquen y Epulafquen, hasta alcanzar la franja de lava de 6 km del volcán Achen Niyeu. Para coronar tal exquisitez, se levanta al fondo la cumbre siempre nevada del volcán Lanín (de 3.776 m de altura) y el manchón verdoso del lago Paimún.

En la ciudad, la gastronomía es una acabada síntesis de los tentadores sabores de la zona: el paladar se solaza con abundantes platos a base de trucha, ciervo, cordero, guanaco y jabalí y salsas de hongos o de frutos rojos. Las piezas sueltas se suman y parecen perderse en un plano infinito. Son los brillos de una joya preciada, posible de alcanzar.

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