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17 diciembre 2008

Chile: ¿Flores en el desierto?

Llegaremos hasta el continente americano, más exactamente a América del Sur para conocer un curioso lugar que se encuentra al norte de Chile entre la Cordillera de los Andes y el Océano Pacífico: el Desierto de Atacama.

Cuando mencionamos la palabra “desierto” automáticamente viene a nuestra mente la imagen de una sediento paisaje, de climas extremos y de difícil acceso, y aunque en el caso de Atacama no estaríamos equivocados ya que se trata de uno de los más áridos del planeta registrando en su parte central hasta 400 años sin recibir lluvias.

Pero en otros puntos de este llamativo desierto, como por ejemplo desde el norte de la ciudad de Vallenar hasta Copiapó, cuando caen pocos milímetros de agua, dan paso a un extraño fenómeno natural que se convierte en un bello y atractivo espectáculo para quienes tienen la oportunidad de observarlo.

El agua que llega al suelo -generalmente entre los meses de septiembre y noviembre- provoca que las semillas y bulbos que se encontraban bajo el suelo en estado latente comiencen a germinar formando una increíble cubierta de flores y hierbas entre las que predominan la malvilla, la garra de león y la pata de guanaco, que trae aparejado la visita de diferentes especies de aves, insectos y otros animales.

En la zona también podemos mencionar otros lugares muy recomendables como una visita al Parque Nacional del Pan de Azúcar, el bosque de Fray Jorge, la Laguna Verde o el Valle del Río Elqui. Cabe señalar que el desierto de Atacama será proximamente atravesado por el Rally Dakar.

Vía: Vuelta al Mundo


Peru: Ruta económica para visitar Macchu Pichu


Crónica de diciembre 2008 de cómo llegar a Machu Picchu de la forma más económica desde Cuzco a través de Olaintambo, Santa María, Hidroeléctrica y Aguas Calientes.

Al llegar a la estación de autobuses de Cuzco ya teníamos a un buen grupo de gente ofreciendo sus hostales y tours. Preguntamos, ilusos, si alguno nos podía ofrecer información sobre la forma más económica de viajar hasta Machu Picchu. Sabíamos que existía una ruta que evitaba los abusivos precios en los trenes a través de Santa María y queríamos probarlo para evitar así los más de 150 dólares que cobran por el trayecto en tren hasta Aguas Calientes.

Una mujer nos informó de que podíamos trazar ese recorrido y nos invitó a su hostal donde nos ofreció un mate de coca (ideal para aclimatarse a la altura) y trató de vendernos un recorrido similar por la friolera de 140 dólares. Con la excusa de visitar una ONG en las inmediaciones de Cuzco -que además era cierto- nos largamos.

En la esquina encontramos a la señora Catalina. Una vieja que regienta un puesto de caramelos y periódicos en la calle. Le preguntamos sobre cómo llegar a Aguas Calientes de la forma más barata.

Nos informó sobre los combis y autobuses que parten de la ciudad en dirección a Quillabamba. Tomamos un taxi y por 3 soles llegamos a la terminal de combis.

Por lo visto, nos advertieron de una manifestación en los pueblos del valle. La gente había salido en protesta por los altos precios de la vida cotidiana y el escaso presupuesto que el gobierno destina a la mejora de carretera y los pueblos vecinos a Cuzco.

Por lo visto podíamos llegar hasta Huiros donde quizás podríamos tomar otro combi en dirección Santa María. Probamos suerte. Subimos al cambi pagando 30 soles por cabeza. Los combis suelen partir cuando van llenos y tuvimos suerte. De todas maneras, nos informaron que suele llenarse uno a cada hora. En el interior se encontraba un alemán que pretendía realizar el mismo recorrido.

Partimos de Cuzco y tras unos cuantos kilómetros paramos en la preciosa localidad de Olantaimbo donde existe una vertical ciudad inca en un paraje merecedor de estar al nivel de Machu Picchu.

Seguimos camino ascendiendo la selva más tropical hasta llegar a un collado a unos 4,300 metros de altura donde parecía que pudiéramos tocar los glaciares con la palma de las manos.

A partir de ahí empezamos a descender contemplando parajes desolados de vegetación con casas dispersas y algunas llamas pastando a sus alrededores.

A medida que descendimos más volvimos a la húmeda y espesa selva donde empezamos a constatar la realidad de la revuelta que estaba ocurriendo por la zona.

Al principio encontramos rocas en medio del camino que parecían haber sido retiradas, así como árboles cortando la carretera. Al llegar a la población de Huiros, un enrome boquete en la tierra nos hizo parar. El conductor salió a dialogar y tras un pago de 50 cts de sol por cabeza nos allanaron el boquete y pudimos pasar, no sin quedarnos atrapados en su interior y arrancar más de tres veces para poder salir.

No tardamos demasiado en encontrar más piedras y árboles bloqueando el camino hasta que finalmente dimos de cara con una previsible caravana de furgonetas y camiones parados en el camino.

Fuimos a echar un vistazo y encontramos una gran hoguera en medio del camino y un buen grupo de hombres obstaculizando la vía, la mayoría en estado ebrio. La cosa parecía ir para largo. Encontramos otros turistas que llevaban más de seis horas parados. Nosotros llevábamos unas cuatro horas de viaje en ese momento y quedaba poco para el anochecer. Preguntamos a cuánto quedaba para llegar a Santa María y nos dijeron que en una hroa andando podríamos llegar.

Comentamos la jugada y no nos lo pensamos dos veces. Cogimos la mochila y junto con el alemán nos dispusimos a caminar con el frontal hasta Santa María. La idea era dormir ahí y a la mañana siguiente partir en dirección a Hidroeléctrica donde podríamos tomar el tren hasta Aguas Calientes por unos cuantos soles.

Había oscurecido y sólo perros y mosquitos parecían habitar el lugar. Al cabo de unos treinta minutos Juan pegó un grito que sólo podía traer funestas consecuencias: "¡¿Donde está mi saco?!"

Tras deliberar me ofrecí para subir al pueblo nuevamente y recoger el saco. Ellos me esperarían en el mismo lugar. Puse un ritmo ligero y al llegar al pueblo encontré no una sino dos hogueras ardiendo y cortando el paso a los vehículos. Pude incluso ver una bandera perunana en ascuas. El increíble monopolio chileno-peruano que tiene la compañía ferroviaria pide precvios abusivos e dólares a los turistas y nada de ello llega a los locales de la zona. Protestaban por el alto precio del gas (además no hay que olvidar que la mayor parte del gas que se produce en Perú sale de los alrededores de Cuzco) y por la construcción de una carretera digna en la zona.

Llegué al pueblo y encontré a todas las furgonetas y camiones aparacados en la vía principal. No recordaba la cara del conductor, ni la matrícula, ni tan siquiera el color de la furgoneta... Así que empecé a alumbrar con el frontal el inteiror de cada una de las furgonetas. La gente empezó a preguntarme y la curiosidad en el pueblo por mi búsqueda se convirtió en una nueva conversación en la acalorada noche. Gracias a ello, apareció una niña que recordaba como pasajera en el combi. Me indicó al conductor, fuimos juntos a la furgoneta y felizmente encontramos el saco. Me dfspedí, no sin dar un caluroso beso a la niña y emprendí el camino de vuelta para encontrar a mis compañeros de viaje.

Tras devolver el saco a Juan, descansar y tomar un cigarrillo emprendimos nuevamente la marcha. Caminamos una hora más en la oscura noche de la selva y encontramos una nueva hoguera cortando el camino con unos cuantos locales a su alrededor. Amables nos indicaron el camino.

A la pregunta "¿Cuánto queda hasta Santa María?" nos respondieron "Una hora". Las medidas en los pueblos aconstumbran a ser muy dudosas. Al cabo de 15 minutos volvimos a preguntar y nos dijeron "Dos horas".

No quisimos desmoralizarnos y a paso firme seguimos andando bajo la noche, la neblina y rodeados de la espesa selva.

Mosquitos y perros nos saludaron centenares de veces y finalmente, tras tres horas de camino llegamos a Santa María. Eran las 10 de la noche.

En el único hostal que vimos abierto cenamos, nos duchamos y nos fuimos a dormir no sin tomarnos una cerveza Cuzqueña celebrando la vuelta a la civilización.

Acordamos un coche (taxi) para las seis de la mañana. Por 12 soles por barba acordamos llegar directamente hasta la estación de trenes de Hidróeléctrica pasando por Santa Teresa.

Así lo hicimos. Partimos a las seis junto a otros locales. El alemán decidió quedarse en el pueblo. Siguiendo el precipicio que contornea la silueta del río, llegamos a Santa Teresa en una hora aproximadamente.

Ahí compramos los billetes del tren para Aguas Calientes. 8 dólares. Cada vez que veo precios en dólares en un país que no es Estados Unidos me pongo de mala leche. No puedo evitarlo. Tras unos 20 minutos más de noche llegamos a la estación donde tuvimos tiempo de sobra para desayunar bien en los estantes que miran la vía del tren y tomar finalmente el tren que parte hacia Aguas Calientes a las 8:30 de la mañana.

En apenas media hora nos encontrábamos en la estación de Puente Ruinas donde la silueta del Huayna Picchu nos saludaba.

Ansiosos, bajamos del tren e iniciamos una ascensión por escalera de una hora que nos llevó a la entrada principal de Machu Picchu.

Via: viajablog

Argentina: Mendoza "Viaje al centro del volcán"

La Reserva Provincial La Payunia es sinónimo de vida volcánica. Allí, en el sur de Mendoza, ya no hay humo ni lava ardiente, pero se pueden observar más de 800 conos volcánicos, lenguas de lava negra endurecida o rocas circulares calcinadas. Es la concentración de volcanes más grande del planeta. Una de las piedras preciosas de la Reserva es el volcán Payún Matrú. La ascensión a sus 3.715 metros combina turismo aventura, travesía 4x4, tekking y alpinismo.

El trayecto hasta la caldera del Payún implica una salida de día completo en vehículos 4x4. El sitio queda 180 km al sudeste de Malargüe, y gran parte del camino se transita por la ruta nacional 40. Al entrar al Circuito Turístico Los Volcanes, el camino interno atraviesa el Campo de Bombas, una extensa planicie cubierta por millones de piedritas negras, que se acumulan conformando un extraño arenal negro.

Por las Pampas Negras

De inmediato aparecen las Pampas Negras, una amplia franja de cráteres. Luego siguen 33 km de naturaleza viva hasta llegar al campamento base La Zanja, donde se recomienda la primera aclimatación para el ascenso. Allí empieza el trekking hasta la cima del Payún, con una aventura que transita por el Rincón de la Fortuna y El Portezuelo, sitios de singular belleza y pasos previos al ascenso mayor.

Luego habrá que caminar una hora entre oscuras rocas gigantes para dar con el espejo de agua central. Sobre un lado se ve el pie del pico Nariz de Marín, antigua cima desplomada del volcán, que ofrece un magnífico mirador.

Llegar al interior del volcán no significa acabar con la excursión; durante su última explosión, hace miles de años, el Payún Matrú se quedó sin sostén y se hundió sobre sí mismo. El resultado es su impresionante caldera de nueve km de diámetro con forma de anfiteatro, que pose una cristalina laguna central. El valor faunístico es un gran atributo del lugar. Hay especies que sólo se reproducen aquí, como el lagarto cola de piche. Los viajeros, además, pueden inspeccionar algunos rincones de la caverna. En la parte oriental hay una fisura volcánica que todavía está abierta. Se puede entrar y descender hasta 50 metros de profundidad. La excursión permite también que quienes lo deseen, acampen y pasen la noche allí. Todo un privilegio.

10 diciembre 2008

Earth Cam: el mundo “en vivo”

Que la tecnología ha acercado las fronteras, no hay ya quien lo dude. Hoy, lo más normal es que cuando visitamos un sitio nuevo, nos invade una sensación de familiaridad, de déjà vu, producto de que previamente, ya hemos visto miles de veces esos rincones en fotografías, en películas, en los diarios, en las noticias, en revistas.

Sin embargo, una herramienta nos brinda una posibilidad mucho más tangible de acercamiento con un sitio remoto, dándonos inmediatez y simultaneidad. Se trata de las web cam, que están ubicadas en rincones de todo el mundo, como un Gran Hermano virtual que capta al momento lo que ocurre aquí a un par de calles, o en las antípodas de esta ciudad.

Earth Cam es un sitio web de estas características, en el que podemos elegir el lugar del mundo que queremos ver, y al instante lo tenemos. Además, tiene aplicaciones para el teléfono móvil.


Una idea muy simpática sería la de ponerte de acuerdo previamente con algún amigo o familiar – ya sea que viajes tú o la otra persona – y dejar alguna “señal” en la hora y minutos indicados, como una forma de conectarse a través del mundo y de la web.

Y si no, al menos tienes la posibilidad de escapar aunque sea por un rato a la rutina diario, viendo qué pasa en este preciso momento en cualquier parte del mundo, algo que hasta hace pocos años, era impensado. El planeta se ha achicada gracias a inventos como éste.

Via: turismito

Valle del Elqui, una escapada alternativa al Norte de Chile

Hoy te propongo un viaje hacia las estrellas en Chile. El Valle del Elqui, a unos 90 km de La Serena y 470 km al norte de Santiago, goza dicen de los cielos más claros del hemisferio sur, razón por la cuál organizaciones internacionales han instalado observatorios astronómicos en las cumbres de algunos de sus cerros.

Considerado un polo energético está también asociado a los OVNI por las comunidades que realizan actividades espirituales en él. El Valle del Elqui es además cuna de la poetisa chilena Gabriela Mistral, ganadora del Premio Nobel de Literatura el año 1945.

Me encontraba en La Serena, localidad chilena situada a 474 Kilómetros al Norte de Santiago, y no sabía muy bien hacía dónde ir. Bolivia me esperaba, pero no me apetecía abandonar Chile todavía. Durante una de las inumerables conversaciones nocturnas acompañadas de pisco sauer que con Francisco, conocido como Pancho y zapatero de profesión, solíamos mantener en Marias Casa, esa cómoda y confortable casa de hospedaje en La Serena que él mismo regenta, apareció su nombre, el Valle del Elqui.

Mi amigo chileno me habló de la paz y la tranquilidad que reina en esa pequeña aldea situada a 107 km Este de La Serena. Mi estancia en esta localidad había sido de todo menos eso, serena, por lo que no dudé ni un instante y seguí su recomendación; empaqueté la mochila y me subí al primer autocar que partía desde La Serena a Pisco Elqui.

Pancho me había proporcionado la dirección de un amigo suyo que vivía en la pequeña aldea y que alquilaba habitaciones a viajeros como yo. No fue difícil encontrarlo; se alegró de recibir noticias de su amigo en La Serena mientras compartíamos, cómo no, unos tragos de pisco sauer. El precio que me cobró por hospedarme en su casa fue, nunca mejor dicho, de amigo; además me dio permiso para utilizar su cocina, de modo que me pude permitir ahorrar algunos pesos más.

Pasé cuatro días en el Valle del Elqui, y créeme, nunca había vivido bajo un cielo tan limpio y tan claro, tanto de día como de noche. Los paseos nocturnos después de la cena se convirtieron en mi actividad favorita; jamás en mi vida había presenciado un cielo tan estrellado como el que cubre las noches en el Valle del Elqui, verdaderamente parecía que pudieras tocar las estrellas con la mano. Cómo diría el bueno de Obélix, parecía que el cielo se nos fuera a caer encima.

En fin, que la breve escapada al Valle del Elqui fue una fantástica parada en el camino, perfecta para recargar pilas antes de adrentarme en el Desierto de Atacama, última estación en Chile antes de penetrar en tierras bolivianas.

Via: viajablog

Bracil: Itacaré, sol y fronda, cacao y mar

Al sur de Salvador de Bahía, 455 km, exactamente, en la Costa do Cacao, se esconde Itacaré, uno de los secretos mejor guardados del nordeste brasileño. Tierra de orixás, capoeira, candomblé, Amado y moqueca, con ritmo de forró; tierra del dendé y del cacao. El universo bahiano tiene demasiados olores, demasiadas sonrisas blancas y profundas de su gente, demasiadas provocaciones. Todo eso sin mencionar sus kilómetros de playas vírgenes y paradisíacas.

Perdida al norte de Ilhéus, donde vivió, se enamoró e inspiró Jorge Amado para escribir su Gabriela, clavo y canela, entre la mata, la misma selva ni más ni menos, la playa y el estuario del río de Contas, se esconde y sobrevive Itacaré, uno de los últimos hallazgos en el mapa privilegiado que arma la arena blanquecina y el agua templada de Morro de San Pablo, Itaparica y Porto Seguro, entre otras playas, puertas de entrada a los portugueses.

Historia y sabor del cacao

El cacao -una planta que necesita la sombra de una nutrida foresta a su alrededor- explica gran parte del pasado del paraíso itacarense, pero también su presente y prometedor futuro. Tierra de capitanes e ignorantes herederos, los temibles barones del cacao sostuvieron durante siglos la pobre economía de la región en base del fruto amargo, indispensable para el mejor dulce, convirtiendo este pedacito de Brasil en el primer productor del mundo.

Esa singularidad económica y tangencialmente ecológica salvaguardó la mata atlántica que hoy protege la UNESCO y que ostenta mayor biodiversidad que la mismísima y similar selva amazónica. Pero en 1989 una plaga devastadora, el hongo "escoba de bruja", acabó literalmente con los cultivos de cacao. No fue suficiente para liquidar la suerte de algunos fazendeiros rápidos de reflejos que reconvirtieron sus latifundios en fastuosos resorts ecológicos.

La cercanía de los aeropuertos de la capital estadual San Salvador y de Ilhéus, sumada a la todavía más reciente rodoviaria, hicieron el resto. La Villa Sao José, por citar un caso, es ejemplo de lo anterior. Antigua plantación de cacao, hoy es un complejo de 200 hectáreas con grandes hoteles.

El Itacaré Village y el Itacaré Eco-resort son dos de las opciones posibles para descansar y disfrutar de la naturaleza sin forzarla. Su menú de actividades deportivas y ecológicas es inmenso: desde tirolesa -los viajes entre las copas de los árboles-, pasando por los náuticos kayacs, rafting y las más relajantes sesiones de spa y gimnasia en playa.

Mucho menos esfuerzo cuesta descansar, capirinha en mano, en las hamacas paraguayas idealmente ubicadas en cada balcón de la Villa y la región. Entre tanto relajo e invitación al romance, los más chicos tampoco se quedan afuera ya que disponen de un programa combinado de arte y entretenimiento a prueba de aburrimiento.
Prainha, una entre tres

Lo más espectacular para los residentes en la Villa o los visitantes ocasionales, que también pueden acercarse, es Prainha, catalogada como una de las 3 mejores playas del nordeste brasileño. Más allá de la arbitrariedad de semejante clasificación, Prainha provoca primero una liberación de adrenalina; y segundos después, un impulso pacífico invade el ánimo del turista más urbano y frenético que pueda llegar hasta esta costa surcada por grutas, erizos de mar y olas que convocan a un número acotado pero privilegiado de surfers.

Quince kilómetros más al sur, el cartel de ingreso a otra de las playas selectas de la costa de cacao: Itacarezinho, o "el paraíso", como la llaman sin sentir que exajeran. Lejos del lugar común o del fanatismo, se trata de un Edén con agua templada, 27° de temperatura promedio, bananeros, cocos, y el color de las santas ritas y rosas chinas que brotan en cada rincón.

Lejos del lujo de los eco-resorts, no es menos relajante romper la burbuja natural, adentrarse en el verdadero Itacaré y caminar por la principal y empedrada rua Pituba.

Sobrecargada de negocios con productos autóctonos y, como no podía ser de otra manera, de fábricas de chocolate, no faltan bahianas cocinando en plena calle, que como norma general siempre regalan -y nunca impostan- sonrisas blancas que contrastan con esas caras oscuras.

A la noche la calle Pedro Longo es el centro nocturno y la referencia obligada. Pero basta con caminar apenas otros cuatrocientos metros, tomar la transversal rua da Orla para divisar los edificios más antiguos y auténticos de la ciudad como la Iglesia de Sao Miguel, erigida en 1727. Enfrente se divisa la desembocadura del río de Contas.

En el estuario, donde la corriente fría del río se mezcla con la cálida que entra del mar, se estacionan los saveiros de los pescadores, grandes y pequeñas barcazas que terminan por pintar el cuadro. Escasos reales y un poco menos de vergüenza se necesitan para regatear con un lanchero un paseo por los canales de la zona. Si sobra el tiempo, vale remontar el río hasta la Pancada grande, uno de los saltos más espectaculares de todo el estado. Algo se quiebra, permanece para siempre en Itacaré. De manera definitiva también queda esa porción, instantánea única, irrepetible, de saudade bahiana.

05 diciembre 2008

Parque Nacional Los Quetzales en Costa Rica

Todos sabemos que Costa Rica es un país que ha sido privilegiado por la naturaleza y esto se puede comprobar en el gran número de exquisitos paisajes de exóticas y blancas playas y verdes selvas tropicales.

Pero en esta ocasión vamos a detenernos en un sector que cuenta con una superficie de aproximadamente 16 kilómetros cuadrados y que se encuentra ubicado a una distancia de 122 kilómetros de San José, capital del país.

Con el nombre de Los Quetzales y creado por decreto como Parque Nacional en el año 2005, esta zona ofrece a quienes se acerquen la oportunidad de disfrutar de una rica diversidad biológica y de vivir aventuras respetuosas con el medio ambiente admirando a 25 especies diferentes, 116 tipos de mamíferos y humedales como las lagunas que se generaron en la época glacial gracias a los siete diferentes niveles de altura que tiene el Parque.

El gobierno está proponiendo prácticas responsables con la preservación del medio ambiente las cuales se ajustan a una política de turismo sostenible que desde hace ya un tiempo están aplicando las autoridades con el objeto de neutralizar a cero las emisiones de CO2 para el año 2020.

Cabe mencionar que Costa Rica solamente ocupa el 0,01% de la superficie del planeta albergando el 3% de la diversidad biológica del mundo y el 3,5% de la vida marina del globo.

De este modo Costa Rica inaugura la región de los Quetzales como su vigésimo octavo Parque Nacional ratificando una vez más que es uno de los países más avanzados en cuanto a la protección de su biodiversidad y de sus especies.

Vía: Expreso

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